Por: Redacción/
En un momento en que la violencia se ha hecho parte de la convivencia social, no sólo es necesario recordar el Holocausto, sino analizarlo y reflexionar para entender ese suceso sin precedentes en la historia, y evitar que se generen otros genocidios, afirmó Judit Bokser Misses-Liwerant.
La académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM sostuvo que es imperativo no olvidar e intentar comprender lo incomprensible de este suceso, considerado como la cumbre de la barbarie humana; “pero también debemos estar atentos, porque cuando se considera inferior a un grupo humano y la discriminación se naturaliza, surgen los problemas”.
En 2005, la Organización de las Naciones Unidas determinó crear el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, el 27 de enero, fecha que recuerda la liberación del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau, por las tropas soviéticas, en 1945.
Con esto no sólo se les rinde tributo, sino que se ratifica el compromiso “de luchar contra el antisemitismo, el racismo y toda forma de intolerancia que pueda conducir a actos violentos contra determinados grupos humanos”.
La directora y editora de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales planteó: “¿Qué aprendimos del Holocausto? Sólo hay que ver la situación de los inmigrantes en el mundo, la exacerbación de la intolerancia, el racismo extremo del presidente de Estados Unidos, y cómo esas posturas también provocan un mayor antisemitismo. Cada generación debe volver a pensar, tomar conciencia, no olvidar. Es triste que el tema siga siendo actual”.
En México, por ejemplo, tenemos una concepción de la identidad nacional construida con elementos étnicos y religiosos de una mayoría con características determinadas; muchas veces a los judíos se les considera extranjeros. Aún entre segundas, terceras y cuartas generaciones la pregunta es “¿eres mexicano?”, y ahí es cuando la ciudadanía, más que ser jurídica, se convierte en étnica, detalló.
No obstante, “el progresivo pluralismo cultural y político, así como el proceso de democratización, ha transitado hacia un concepto más incluyente de ciudadanía cívica”.
Shoá: barbarie sin precedentes
Aunque en la historia de la humanidad se han registrado matanzas y asesinatos, el Holocausto (la Shoá, en hebreo) no tuvo precedentes. Dentro del nazismo, la persecución y exterminio del pueblo judío no fue algo marginal ni lateral, sino el eje de una serie de acciones intencionales y premeditadas para lograr ese objetivo.
En manos de los nazis “perecieron seis millones de judíos, cifra que constituye las dos terceras partes de los nueve millones que habitaban Europa antes de la Segunda Guerra Mundial, y un tercio de la población judía total en el mundo en esa época”. (El rostro de la verdad. Testimonios de sobrevivientes del Holocausto que llegaron a México. Memoria y Tolerancia, A.C., 2003).
Ellos no fueron los únicos perseguidos. También hubo exterminio de gitanos, homosexuales, prostitutas, pordioseros y delincuentes, entre otros segmentos. Pero la diferencia con los judíos, subrayó la universitaria, fue la idea de los alemanes de acabar con todo un pueblo; el proceso de aniquilación estaba en marcha, pero no pudieron lograr su objetivo porque sufrieron la derrota de la guerra.
Los ghettos (como los de Lodz y Varsovia, donde murieron 112 mil 463 personas entre 1941 y 1942 por inanición y enfermedades); los escuadrones de fusilamiento (Einsatzgruppen), que asesinaron a un millón 200 mil judíos en los diferentes territorios tomados por los alemanes; o los seis campos de extermino, como el de Treblinka, donde fallecieron cerca de 870 mil hombres, mujeres y niños, no fueron el inicio, sino la culminación de un proceso.
Si se entiende de esa manera, explicó la ganadora del Premio Universidad Nacional 2015 en el área de investigación en Ciencias Sociales e integrante del Sistema Nacional de Investigadores con el máximo nivel, “podemos ver cómo gradualmente se genera la discriminación, la marginación, el rechazo de un grupo, y cómo ello puede llevar a su exterminio”.
Los nazis, antes de acabar con su vida, establecieron un boicot económico contra los judíos, y por medio de las Leyes de Núremberg les arrebataron la ciudadanía alemana y sus derechos fundamentales.
El proyecto nazi inicial contemplaba la expulsión de los judíos de su territorio; la pregunta era a dónde irían. La gran sorpresa fue que la mayoría de las naciones no les abrieron sus puertas, incluido México (a diferencia de lo que ocurrió con el exilio español); por el contrario, se dio una especie de “correa” transmisora de ideología antisemita y prejuicios, en donde lo judaico resultaba ajeno a la composición hispano-católica e indígena de nuestro país.
“Muchos pudieron haber intervenido y no lo hicieron. Ésa es una lección para todas las sociedades, para alzar la voz por aquellos que son perseguidos”, sostuvo Bokser Misses-Liwerant.
Así, en lugar de ser vistos como históricamente había sido: emprendedores y trabajadores, los judíos aparecieron como una población nociva, sobrante, que no es leal al país en donde se encuentra. El régimen nazi los deshumanizó hasta el grado de quitarles su identidad y convertirlos en un número. Fue la culminación de un proceso que inició con la marginación en las escuelas, en los trabajos y en las ciudades.
A partir del momento en que se cancela la condición de humanidad de un grupo, “el resto son escenas dantescas”, calificó Bokser: sofisticadas matanzas con gas Zyklon B, crematorios para deshacerse de los cadáveres, marchas de la muerte (donde los prisioneros fueron obligados a caminar cientos de kilómetros en pleno invierno con poco o ningún alimento).
La perversión extrema del régimen nazi consistió en tratar de eliminar todo rastro de la aniquilación judía; de ahí el imperativo de rememorar, de nunca olvidar lo ocurrido. “La memoria significa desafiar la voluntad del exterminio. Ésa es la manera de honrar a las víctimas: recordando, estudiando, aprendiendo, pensando y reflexionando”, finalizó.
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