Por: Redacción/
Siete de cada diez niños integrados a Unidades de Desarrollo Escolar, Integración e Inclusión Educativa (UDEIIE) provienen de núcleos matrifocales, en los que el sostén y la responsabilidad recae sobre la madre, ya sea por ser soltera o por la ausencia del padre ocasionada por abandono, drogadicción o alcoholismo, o por alguna sentencia en prisión, revela un estudio de académico de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Al participar en las Jornadas de Americanística: Coloquio sobre cuatro temas relevantes de la americanística actual, realizadas en esa sede académica, el doctor José Luis Cisneros, investigador del Departamento de Relaciones Sociales, se refirió al estudio realizado a 150 niños de tres primarias públicas que, entre humillaciones, burlas y prejuicios morales, padecen la violencia ejercida por compañeros y aprendida desde los núcleos familiares.
En el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) el especialista afirmó que la indagación demostró la relación directa entre los pequeños de la UDEIIE y los padecimientos de frustración, angustia e inseguridad a causa de la crisis económica padecida en los hogares, conflictos de relaciones afectivas, falta de educación de los padres y estigmas religiosos y sociales fomentados también por los profesores.
El académico del Departamento de Relaciones Sociales afirmó que a partir de talleres de integración dirigidos a los padres o tutores se descubrió que también destaca la violencia que sufren por parte de de sus profesores, quienes los aíslan paulatinamente por sus problemas de conducta o agresividad, y evitan su integración con el resto del grupo, argumentando que son infantes sucios y flojos, además si presentan alguna conducta homosexual los exhiben e incluso les niegan la permanencia en clase.
En las Jornadas, organizadas por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, el Centro Studi Americanistici Circolo Amerindiano Onlus y la UAM, la doctora Ana María González Luna, profesora-investigadora de lengua y cultura española en la Universidad de Milán, abordó la violencia que se vive desde el periodismo narrativo en la defensa por los derechos humanos.
La capacidad de escritura alienta a romper con el silencio y la parálisis creadas por el miedo, de esta forma ese género responde a una necesidad de manifestar lo oculto e indecible, de observar lo que nadie quiere ver y escribir la historia de quienes aparentemente no la tienen o cuentan con pocas posibilidades de hacerse escuchar.
Este oficio está comprometido con la realidad, cuya intención es no quedarse con la crónica del horror, sino ponerle nombre y rostro a los afectados, y documentar lo ocurrido en los hogares y las comunidades que viven bajo la dictadura del miedo, la del Estado que agrede y lastima, que lejos de proteger al ciudadano ejerce sobre él una política de violencia y muerte conocida como necropolítica.
La desesperación que llena el vacío disminuye también la posibilidad y la capacidad de “identificarnos con el dolor de los demás, se renuncia a la sensibilidad de entender al otro disminuyéndose la propia vitalidad y conciencia, y así delegamos la tarea de pensar, actuar y establecer normas morales y prácticas a quien consideramos que seguramente sabe más que nosotros, la violencia sistémica causa la estrechez del mundo y lo hace más angosto”.
La doctora Anna María Fernández Poncela dijo que el humor y la risa tienen muchos beneficios, pero también hay un humor que amenaza, agrede, daña y duele.
Las investigaciones de la académica del Departamento de Política y Cultura de la Unidad Xochimilco están basadas en el de tipo violento a través de chistes hostiles que se centran en la agresión y la sátira.
Al usar el arma del ridículo hay una suerte de venganza exenta de peligro porque se hace desde el humor y contra la autoridad, la jerarquía religiosa y política. En cuanto a los chistes entre hombres y mujeres suelen ser agresivos y en función de la superioridad.
Sin embargo esta forma de violencia también ocurre en sentido discriminatorio hacia grupos étnicos, personas de sexualidad libre, con discapacidad física y migrantes.
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