Por: Redacción/
Hemos perdido de vista a la geografía como un todo, vivimos una etapa de fragmentación de todas las ciencias y disciplinas. “La geografía debe tener un sustrato de unicidad, por lo menos en nuestras mentes, en donde se aborden la naturaleza, la sociedad, la historia y el cómo se llega a una situación, porque es lo que nos dará una caracterización que otras ciencias no tienen”, dijo Atlántida Coll Oliva.
La investigadora emérita del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM, y quien con la conferencia “De ayer (1967) a hoy (2017) en la geografía de México” respondió a su reciente investidura como doctora honoris causa por la UNAM, comentó que la tecnología nos está llevando a una toma de posición muy rápida ante los hechos, que pronto se vuelven obsoletos.
En el auditorio Francisco Díaz Covarrubias del IGg indicó que extraviamos la realidad desde el momento en que vivimos en un mundo global que no permite profundizar cada una de las temáticas de nuestro tiempo.
Otra característica que afecta la visión del mundo actual de la geografía, prosiguió, es la globalización. “Estamos inmersos en ella, en un neoliberalismo y un capitalismo salvaje, y hemos perdido de vista el históricamente muy reciente enfrentamiento entre capitalismo y socialismo, para uniformar el mundo”.
Además, debido a los medios de comunicación nos conformamos con lo que nos enseñan las pantallas de televisión, la computadora y el teléfono celular. “Eso es un peligro, sobre todo para los jóvenes, porque han desarrollado una especie de aversión por el libro impreso”.
Coll Oliva expuso que “la geografía es una ciencia concreta cuando se refiere a los lugares, pero también es abstracta al manejar los flujos. Esta amplitud de visión es la que puede reforzarla como disciplina y como ciencia”.
La investigadora hizo un recorrido por la historia de la geografía mexicana ligada a su desarrollo en la UNAM.
Infancia es destino
Dicen que infancia es destino. Desde su original nombre, esa niña de ojos claros estaba destinada a la geografía, y comenzó recorriéndola desde Dakar, la capital de Senegal en la lejana África, que en el exilio de sus padres la vio nacer. Proveniente de una familia de republicanos españoles, la pequeña abrió los ojos por vez primera en la costa atlántica de África.
El océano Atlántico, y la mítica isla Atlántida mencionada en los textos de Platón, fueron elegidos por su madre, la geógrafa Josefina Oliva de Coll, para darle su nombre definitivo: Atlántida Coll Oliva.
De cuna catalana, sus padres iniciaron el periplo de su exilio cuando ella aún no nacía. Partieron de Barcelona y tras varios recorridos, llegaron a México en barco, ya con la niña en brazos, por el puerto de Veracruz, como muchos otros españoles.
Ya en esta tierra de adopción, ella eligió como profesión a la geografía, tras una primera incursión por la física, la cual aportó rigor científico a una profesión a caballo entre las ciencias naturales y las sociales. Con su amor por la geografía mexicana, por la arqueología rica de estas tierras y vistiendo ropa artesanal casi todos los días de su vida, Atlántida rinde homenaje al país que la cobijó y en donde conoció la UNAM, que sería desde muy joven su casa permanente.
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