Por: Redacción
En la Unidad de Irradiación y Seguridad Radiológica del Instituto de Ciencias Nucleares (ICN) de la UNAM, en un edificio diseñado ex profeso, desde 1986 opera un irradiador nuclear, el único de su tipo instalado en una universidad de Latinoamérica.
Se trata de un irradiador Gammabeam (de Rayos Gamma), cuyas funciones principales son apoyar la investigación básica y aplicada, así como la docencia en licenciatura y posgrado, y prestar servicios a la industria, principalmente a la agrícola y cosmetológica.
Desde hace casi tres décadas se irradian muestras de laboratorio, de suelo y gases para simular atmósferas de otros planetas, parte del trabajo de Rafael Navarro González, quien colabora con un proyecto de la NASA para colonizar Marte; asimismo, estudios de plásticos y polímeros destinados a la medicina quirúrgica, que llevan a cabo Guillermina Burillo Amezcua y Emilio Bucio Carrillo, todos investigadores del ICN.
Una línea propia de investigación aplicada se orienta a analizar el efecto de la radiación en la materia. “De ahí derivó una aplicación nueva para detectar alimentos irradiados. Actualmente en el mundo circulan productos orgánicos para el consumo humano irradiados sin que se etiquete esa operación, pero con ese método se sabrá”, señaló Epifanio Cruz Zaragoza, coordinador de la Unidad.
Por otra parte, el aparato ha sido útil en la elaboración de tesis de licenciatura (química de alimentos, física o veterinaria, entre otras); es el caso de un alumno que lo utilizó para eliminar cisticercos en carne de cerdo. También, de un estudiante de la Universidad Autónoma del Estado de México, que recibió apoyo para elaborar su trabajo doctoral que consistió en un experimento para irradiar llantas.
Al respecto, Cruz Zaragoza comentó que México produce al año alrededor de 25 millones de llantas que se desechan al ambiente, lo que las ha convertido en un problema de contaminación. Cuando se pulverizaron y combinaron con cemento, mejoraron sus propiedades para la construcción; después la mezcla fue sometida a pruebas mecánicas de vibración y peso, que soportó con éxito.
El Gammabeam 651 del ICN es un modelo de alta seguridad. Cuenta con una alberca de siete metros de profundidad inundada de agua ionizada, no radiactiva, donde se alojan las barras de cobalto 60.
Mediante un mecanismo electrónico computarizado que las mueve del fondo de la alberca a la superficie, es como se trabaja con la radiación dentro de una cámara –similar a un búnker–, protegida por paredes de concreto de dos metros de espesor.
Una vez que salen a la superficie, donde se ubican los productos que se van a someter, comienza el proceso. “Es como encender una lámpara, los fotones emiten luz en todas direcciones y si encuentran una bacteria o virus, los eliminan”, ejemplificó el investigador. “La radiación es tan intensa como un millón de veces la energía del Sol. No podríamos mirarla porque nuestros ojos no están adaptados para ello”, aclaró.
Cruz Zaragoza reconoció que la radiación nuclear detenta una imagen ligada a las atrocidades de la bomba atómica. “Posee esa fama porque nace en un entorno bélico; si el concepto se hubiera relacionado con la medicina (que de hecho lo está) tendría una imagen diferente, como ha sucedido con otras tecnologías. No obstante, su aceptación depende de que se use con fines pacíficos”.
Aunque la polémica por los riesgos no ha concluido, en países pobres como México se requiere de tecnología de punta para resolver problemas, adelantó el científico. Es el caso de los lodos de la ciudad, el agua negra vertida de desechos industriales que se envía por el Gran Canal y de ahí al mar. Una forma de recuperar esa agua podría ser limpiarla con radiación de rayos X o gamma. Se reduciría en algo la contaminación, causante de enfermedades en la población.
Para brindar apoyo a más de 20 proyectos de investigación, a dependencias académicas de la propia UNAM y a grupos de las universidades autónomas de Puebla, Sonora, Estado de México y a la Universidad Veracruzana, la coordinación de la Unidad de Irradiación y Seguridad Radiológica decidió comercializar el servicio.
También se ofrece al Instituto Politécnico Nacional; a la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa; al Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares, en proyectos específicos, y a la Central Nuclear Laguna Verde, “porque hay que simular condiciones de irradiación relativamente bajas, pero constantes en el tiempo”.
En la Unidad también se esterilizan hortalizas y fruta (cilantro, aguacate, mango, ciruelas, chile morrón y plátano tabasco). “Algunos agricultores traen sus productos (chile guajillo, ajo, cebolla y alcaravea) para comercializarlos mejor. Otros empresarios traen caolín –materia prima para elaborar talco– o goma guar, útil como aditivo en las gelatinas. Los alimentos no quedan radiactivos porque usamos baja energía para la esterilización”.
Entre los proyectos en que ha intervenido puede mencionarse el planteado para cambiar la coloración de buganvilias, una flor que en México se comercializa ampliamente. En colaboración con el Politécnico se irradiaron tubérculos a dosis diferentes, para que al modificar el ADN cambie la coloración. “El procedimiento es el siguiente: al llegar la radiación gamma al ADN de la célula la rompe y de este modo no se puede replicar debido a que no encuentra el enlace para la siguiente célula”, indicó el investigador.
Otro logro es haber colaborado en la obtención del antídoto al veneno de una serpiente del desierto del Sahara. El problema del grupo de colegas del Instituto de Biotecnología de Morelos consistía en que analizaban una molécula muy estable. Luego de una serie de ensayos para romper el enlace, como lo marcaba el protocolo, se irradió y, efectivamente, a cierta dosis se logró el objetivo. Así se obtuvo el contraveneno de una de las serpientes cuya mordedura es mortal, relató el físico.
Debido a que ese proceso tiene diversas aplicaciones de impacto social, desde la investigación básica hasta los resultados exitosos, Cruz Zaragoza ha propuesto al gobierno del Distrito Federal un ambicioso proyecto: instalar una sede en la Central de Abastos.
Consiste en una inversión socialmente rentable que generaría empleos en los siete estados del país, cuyas relaciones comerciales con una de las bodegas de productos alimentarios más grandes del planeta son estrechas.
“La idea es instalar irradiadores con bandas automáticas para sanitizar y eliminar los gérmenes patógenos de alrededor de 100 toneladas de productos agrícolas (frutas, especias, condimentos, verduras y hortalizas) a la semana y alargar la vida de anaquel, muy importante para la exportación y consumo higiénico”.
Con ello se podrían conjuntar los conocimientos de la UNAM para apoyar políticas públicas encaminadas a mejorar la salud, el entorno ambiental y la economía, que tendría la ventana de oportunidad para moverse aún más, concluyó.
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