Por: Redacción/
Cuando en todo mundo se habla de deforestación y cambio de uso de suelo, en el centro de México se recupera una zona boscosa que ocupa más de 700 mil hectáreas, y que incluye tres importantes sistemas montañosos: Mariposa Monarca-Valle de Bravo-Nevado de Toluca; sierras de Las Cruces-Ajusco-Chichinautzín, e Iztaccíhuatl-Popocatépetl-Río Frío.
Mientras la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indica que en nuestro país tenemos menos bosques, José López García, investigador del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM, afirmó que en esa región ha mejorado la condición de las masas forestales, que son las que recargan los acuíferos de los que dependen más de 23 millones de habitantes del Valle de México, Toluca y Cuernavaca.
Se trata de bosques templados subhúmedos, principalmente de tres especies: oyamel, pino y encino, que fueron analizados por expertos de la UNAM para determinar la densidad del arbolado (árboles por hectárea).
En esta región los árboles tardan años en alcanzar los cinco metros de altura y un diámetro de 10 centímetros para ser considerados bosque, de acuerdo con la FAO. Si “se reforesta continuamente tendremos áreas boscosas recuperadas”.
A propósito del Día Internacional de los Bosques, que se festeja mañana, 21 de marzo, el biólogo explicó que estos ecosistemas contribuyen a mantener la biodiversidad, capturan dióxido de carbono (CO2), aportan oxígeno, recargan acuíferos y desempeñan un papel clave para abordar algunos de los mayores desafíos que enfrentamos: el cambio climático, la erradicación del hambre y la sostenibilidad de comunidades urbanas y rurales.
“Es obligatorio cuidarlos porque son fuente de vida; debemos incentivar a la gente que los habita para que no atenten contra ellos, al tiempo de asegurarles mejores condiciones de vida. Además, debemos aprender a entender los bosques y su importancia, es un paso crítico para salvaguardar los recursos naturales para las futuras generaciones. Si los cuidamos nos pueden dar mucho, y por siglos”, resaltó.
Estudio de la UNAM
Mediante sus estudios, los universitarios han detectado que hay aproximadamente 500 árboles por hectárea cuando sus copas son de tamaño regular, pero si son pequeñas, se han contabilizado hasta 700 árboles por hectárea. Sin embargo, “nadie considera esa densidad arbolada”, subrayó López García.
Hay bosques con muchos árboles y otros con pocos, y a mayor densidad, más beneficios para los habitantes de las ciudades.
Para su investigación, los especialistas separaron cinco niveles de cobertura en las 734 mil 103 hectáreas, entre las masas boscosas que están muy abiertas y las que están muy cerradas, y después analizaron cómo cambiaron en 23 años, unas con respecto a otras. “Esto nos llevó a conocer la recuperación, evaluar la biomasa y cuánta madera tenemos en pie, lo que nos permite proyectar cuánto bosque se recuperaría en 23 años más”, ejemplificó.
“Según nuestro balance, en algunos bosques, como el Izta-Popo, hay más recuperación que pérdidas. Es el ejemplo más claro, pues se ha incrementado la cobertura de masa boscosa, asociada a las áreas naturales protegidas (ANP), pero su estatus de propiedad es incierto, en muchos casos expropiado, pero no indemnizado”, indicó el experto.
Un factor que contribuye a la compleja problemática de la tenencia de la tierra es el reparto agrario posterior al establecimiento de algunas ANP; ahora es necesario incluir a los ejidos y comunidades indígenas dentro de las políticas de conservación, y hacer que contribuyan a su mejor aprovechamiento, dijo.
Las zonas recuperadas son de pinos, por ser la especie que más se reforesta –a los encinos no es necesario reforestarlos porque reverdecen–; por esa razón, “es preferible cortar un encino que un pino”. La idea es cortar menos de lo que se produce para permitir la recuperación.
En el bosque de agua (Sierras de Las Cruces-Ajusco-Chichinautzín) la recuperación fue del 52 por ciento, contra 47 por ciento de perturbación, “es un indicativo de que sí se recuperan los bosques, remarcó.
Con sus análisis, los universitarios pretenden desterrar la idea de que sólo hay pérdidas, en particular en el centro del país.
Para realizar este proyecto se utilizó el método de interpretación visual, a partir de ortofotos del INEGI (de 1994) e imágenes de satélite SPOT (de 2017), que permitieron conocer los procesos de recuperación y perturbación en la cobertura forestal y evaluar el efecto de las reforestaciones periódicas de Probosque (protectora de bosques del Estado de México), pues “tenemos reforestaciones que nadie considera porque se requieren años para ver los resultados”.
El análisis se realizó dentro del proyecto PAPIIT IN205215 “Evaluación de los cambios de cobertura forestal en Áreas Naturales Protegidas”, que se amplió de 430 mil 881 hectáreas a 734 mil 103 hectáreas para cubrir toda la zona boscosa que rodea a las ANP del centro de México, con apoyo de seis tesistas de licenciatura y seis estudiantes de servicio social.
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