Por: Redacción
No es trivial que en México se promueva más la compra de tecnología de punta, aunque no se cuente con una canasta básica definida ni se adquieran los productos nutricionales básicos. Esto ocurre porque empleamos gran parte de nuestro tiempo en casa en el entretenimiento multimedia, afirmó Óscar Clavellina López, de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
El antropólogo refirió que de acuerdo con un estudio realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), 48 por ciento de los mexicanos ocupa sus momentos de ocio para ver televisión.
Otro 33 por ciento lo emplea en el uso de tecnología (Internet, videojuegos o redes sociales) y el resto para visitar o salir con amigos, asistir a eventos culturales o realizar alguna actividad deportiva. “Es ahí donde se gesta el consumismo”.
En tanto, “una investigación realizada en la FP señala que, por naturaleza, el ser humano no necesita consumir algo novedoso, más bien lo que requiere es un proceso de identidad, identificarse con algo, ser parte de un grupo”, remarcó.
La publicidad ataca las partes del individuo que no están cubiertas o son del orden del deseo; su provocación es tan sutil, que hace que las personas deseen artículos que no necesitan.
“Se vive para adquirir estos productos que cubren necesidades superfluas, no para satisfacer las necesidades básicas, desarrollarse como ser humano y tener una vida placentera”, remarcó Clavellina López.
La publicidad fomenta el consumo y lo liga a la felicidad: “tanto ganas, tanto compras; tanto tienes, tanto vales”. Hasta la cultura se mercantiliza para convertirla en industria del entretenimiento.
En México pareciera que sólo existe lo que programan los contenidos televisivos, única vía de información y esparcimiento para la mayoría de la población, y modelo de vida para la sociedad, comentó el investigador universitario.
La publicidad es rotunda. Exalta la seducción, tiene un papel mediador en la nueva sociedad de personas móviles, pues el cine, la televisión y la propaganda enseñan cómo vivir mejor, y cada vez tienen más funciones en la formación de hábitos y actitudes.
Experto en historia de la ciencia, la semiótica, sexualidad e identidad, Clavellina López sostuvo que “el sujeto no critica su forma de vida, sino que vive para mantenerla. No cuestiona el modo de producción o incluso lo que hace en su trabajo, está inmerso en la obtención de dinero para mantener su estatus”.
La sociedad del consumo se basa en la utilización de técnicas de persuasión para lograr una influencia en el público y determinar sus elecciones. La publicidad no vende productos, sino estatus, prestigio y estilos de vida, concluyó.
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