Por: Redacción/
El reconocimiento del sufragio femenino en México fue resultado de una larga lucha política de las mujeres frente al régimen de partido único que finalmente se dio en 1953, aunque con varios años de retraso respecto de países como Argentina, Brasil o Chile, aseveró Nidia Angélica Curiel Zarate, maestra en Historia por la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
“Los obstáculos de ser mujer votante entre tantos peldaños de la vida no es cosa fácil, pues los prejuicios siguen el curso histórico de la política, que tiene un halo machista y la violencia política es un atropello constante”, agregó la especialista.
Al dictar la conferencia Presencia femenina en el voto. La visibilidad del ser argumentó que a pesar de que continúan los prejuicios sobre la importancia de la participación de la población femenina en el terreno electoral, la presencia de ese sector se ha logrado consolidar y sobreponerse a las posturas machistas.
“En plena Guerra Fría se estableció el sufragio universal en México y fue hasta entonces que se autorizó a ellas votar y ser votadas con los mismos derechos que los hombres”, refirió la licenciada en Historia por la UAM.
En 1958, algunas ciudadanas acudieron a votar en los comicios que llevaron a la silla presidencial a Adolfo López Mateos, mientras que en América Latina Brasil estableció el sufragio femenino en 1932; Argentina, en 1947 y Chile, en 1949, mientras que en México se autorizó sólo a nivel municipal en 1947.
En un primer momento el principal argumento esgrimido para aprobar la participación de la mujer en el ámbito municipal era la cercanía y semejanza entre la familia, “considerado el ámbiente femenino por excelencia, pues reducía la participación electoral de las mujeres a su papel social como madres y esposas, pero no se invocaron la justicia y la igualdad”.
Durante el ciclo de conferencias La Metro en el Metro. Un paseo por el conocimiento, Curiel Zárate explicó que la Primera Guerra Mundial precipitó la aprobación del sufragio femenino en países occidentales, entre ellos Gran Bretaña, donde se aprobó en 1917, en tanto que Estados Unidos lo formalizó en 1920.
En México, la Revolución alentó el voto de la mujer pero fue mayor la influencia para aplazar la aprobación, alegando que la inclinación electoral política conservadora de ellas pondría en riesgo las reformas y el régimen.
El sufragio femenino cobró importancia en lo político y electoral en el Congreso Constituyente y en reuniones feministas, incluso hubo quienes aspiraron a puestos de elección popular y en algunos estados como Chiapas y Tabasco se aprobaron sus derechos de manera temporal.
En 1916, el gobernador de Yucatán Salvador Alvarado sostenía que las mujeres que se dedicaran a la política “abandonarían la estufa, el cuidado de los niños, llevarlos al colegio, la plancha y sobre todo la atención al marido”.
En su momento el presidente Lázaro Cárdenas del Río abandonó “un poco” su postura de apoyar el derecho de las mujeres a votar, ente el temor de que su candidato Manuel Ávila Camacho perdiera la elección presidencial ante Juan Andrew Almazán por temor a que la participación de ellas inclinara la balanza en favor del candidato opositor, ilustró la investigadora.
La maestra Curiel Zarate reconoció que en este siglo la participación y presencia de la mujer ha crecido en los congresos locales y federal y que la democracia busca una representación más equitativa en la búsqueda de la igualdad.
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