Por. Redacción/
La pandemia del COVID-19 encontró en México instituciones de enseñanza débiles y vulnerables que ya padecían una serie de problemáticas, aunque la emergencia sanitaria la puso de manifiesto, incluida la escasa atención a la salud mental de los estudiantes, advirtieron participantes en el Tercer Foro virtual: Los retos de los universitarios ante la educación no presencial, ¿es posible la educación virtual?
El doctor Carlos Contreras Ibáñez, investigador Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), dijo que con la crisis, el país “tendrá que esperar a que las grandes potencias encuentren una salida en forma de vacuna o tratamiento efectivo” y, una vez que éstas cubran sus necesidades, compartan las opciones de solución.
En tales circunstancias, los jóvenes atendidos en las instituciones públicas no serán de los primeros inmunizados, lo que hace prever que la experiencia pedagógica vía remota se extenderá en el tiempo, “mucho más allá de lo que quisiéramos”.
Los centros docentes han sido generosos y la UAM ha impulsado políticas loables hacia los alumnos, al otorgar becas en especie –tabletas y acceso a Internet– para continuar las actividades, sin embargo, esto es “un paliativo porque ellos nunca fueron avisados de que la vida tenía que continuar, de cómo combinar las urgencias económicas que surgieron en los hogares ni de la obligación de proseguir o para qué”.
En el encuentro –organizado por la mencionada sede universitaria– el coordinador de las Brigadas Digitales de Bienestar Psicosocial de la UAM recalcó que en la salud mental, la incertidumbre por no tener control de la situación y no saber para qué se están haciendo las cosas detona procesos complejos en los jóvenes, por ejemplo, hace unos días “tuvimos conocimiento de intentos suicidas y deserción escolar”, escenarios que no están relacionados sólo con el momento actual, sino con la desestructuración de la vida cotidiana.
México registra índices altos de violencia, abuso sexual en las familias, abandono de ancianos y casos mentales diagnosticados, que en el contexto de la crisis sanitaria se agudizan, lo que indica que las medidas focalizadas en este Foro en cuanto a la currícula; las estrategias metodológicas y docentes, y la lógica de la conexión, entre otras, deben ser miradas en un entorno más amplio: el de la crítica a la organización de la docencia y poniendo atención a la juventud.
Esta generación tiene la “idea infortunada de que estudiar en una escuela importante no tiene un valor adicional”, como ocurría en el pasado, pues hacerlo no garantiza oportunidades laborales y no saben para qué están haciendo su esfuerzo, es decir, dar sentido a la vida no es cobrar la siguiente quincena; pasar un examen, u obtener una calificación, sino debiera tener un carácter más amplio: aportar a la sociedad; disponer de un medio de subsistencia legítimo, y ser independiente.
Los niveles de estrés que se están observando en México, de acuerdo con COVIDiSTRESS Global Survey –una iniciativa que recaba experiencias, conductas y actitudes personales en el mundo durante la pandemia del virus SARS-CoV-2– son preocupantes y manifiestan que “en los próximos meses tendremos, aun resolviéndose la enfermedad, daños en la salud mental muy graves para las familias y las comunidades”.
La maestra Paola Mercado Antillón, académica de la Universidad de Guadalajara (UdeG), expuso que los jóvenes viven en un sistema en el que deben resistir el estrés, “aun cuando no existen las condiciones para tolerarlo ni tienen las capacidades humanas o la autonomía para hacerlo”.
La complejidad de vivir en este estado todo el tiempo –sin descanso, distancias, libertades ni posibilidades– significa que en este momento algo escapa a la resistencia para luego desbordarse y expresarse en depresión o síndrome de Burnout, que alude a quienes siempre se sienten agotados mentalmente, sin energía ni motivación.
La imposibilidad de socializar en la escuela fractura sus condiciones biopsicosociales “y si alguno de estos componentes – ambiente social y psíquico– se modifica hay repercusiones en los otros”, por ejemplo, en el Laboratorio de Psicoanálisis del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la UdeG se han recibido llamadas en esta etapa de confinamiento de alumnos en tribulación y, si bien no todos presentaron crisis desbordadas de ataques de ansiedad”, denotaron depresión, síndrome de Burnout e incluso intentos de suicidio.
Mercado Antillón dijo que no sólo la pandemia y el aislamiento han producido esto, sino las condiciones emocionales vulnerables desde lo biopsicosocial, que “ya se venían manifestando con anterioridad”, pero en el nuevo contexto, el espacio seguro de las escuelas quedó desplazado para estar todo el tiempo en otros lugares, “a veces violentos desde la misma familia”.
Entre los retos de la educación virtual están “ir más allá de la pantalla” y crear vínculos interactivos con una pedagogía más dinámica, pues resulta difícil ofrecer y recibir clases a través de los dispositivos, añadió.
La doctora María Luisa Murga Meler, docente de la Universidad Pedagógica Nacional, señaló que el coronavirus COVID-19 visibilizó la vulnerabilidad de los sistemas de salud y educativo “por los efectos del mercado capitalista neoliberal”.
La enseñanza virtual apela a la inmediatez, la lógica de la eficiencia y la eficacia en la producción de contenidos y la versión más instrumental de las competencias, así es que “si la construimos a partir de lo hecho en la contingencia vamos a estar en problemas, porque lo que hicimos fue tratar de componer las cosas y ofrecer opciones emergentes para no perder el ciclo escolar”.
Es necesario “proporcionarnos el tiempo –sin atropellarnos para facilitar una solución automática– y reflexionar qué formación vamos a poder erigir”, reconociendo que desde antes del confinamiento había dificultades en cuanto a falta de sentido, adecuación de contenidos y la extraordinaria rendición hacia la esfera económica de la sociedad.
En el Foro participaron también los doctores Andrea Padilla Mendoza y Arturo Gil Gutiérrez Wong, de las universidades Autónoma de Tlaxcala y Veracruzana, respectivamente.
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