Por: Redacción
La violencia se produce porque existen condiciones, y las escuelas aparentemente se han convertido en espacios que las crean. Ese fenómeno no sólo se relaciona con un ambiente adverso o con las drogas, sino con la desconfianza, exclusión y rechazo, afirmó Nelia Tello, académica y exdirectora de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.
En ocasión del Día Escolar de la no Violencia y la Paz, que se conmemora este 30 de enero, la también coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Violencia Escolar expuso que la tolerancia a esas actitudes es uno de los problemas más graves que enfrentamos como sociedad.
Este fenómeno no sólo implica el bullying; consiste en una relación psicosocial individual que se debe atender porque puede tener condiciones graves. Además, ejemplificó, “no podemos señalar a los dos niños involucrados como responsables de la violencia escolar”.
En realidad, esos actos en las escuelas son reflejo de lo que pasa en la sociedad, y no es diferente. Se presenta una violencia que es reconocida, como gritos y pleitos, pero también existe otra, no reconocida y cotidiana: el miedo, la desigualdad y la impunidad, que deben ser atendidos.
En conferencia de medios expuso algunos resultados de la investigación que ha llevado a cabo en secundarias de la delegación Iztapalapa. Las edades de los alumnos van de los 11 a los 17 años; el 53 por ciento son mujeres y 47 por ciento varones.
La muestra de mil 600 estudiantes de 2º y 3º grados arrojó que en todas las escuelas hay un grupo, de alrededor del 17 por ciento, que sufre ese otro tipo de violencia que es la exclusión, aunque no se le denomine como tal.
Se trata de chicos violentados por ser diferentes (por ejemplo, por su físico, por ser “la más bonita” o “la más fea”), por carecer de dinero, capacidad de aprendizaje o de relacionarse con los otros, o bien, por tener problemas de adicciones y, en el caso de las jóvenes, por estar embarazadas.
Tello explicó que, además, con frecuencia el 35 por ciento se siente presionado por sus amigos para hacer algo que no quiere. Otro grupo, más o menos similar, no puede decir lo que quiere cuando está con sus amigos; unos más dicen tener confianza en su mamá, aunque ella no sepa que fuma, que se alcoholiza o que tiene novio o novia.
Éste es un fenómeno que antes no se reconocía. Hoy, 78 por ciento de los estudiantes considera que sí hay violencia en sus escuelas; no obstante, todavía existe un porcentaje que no lo hace.
Casi 40 por ciento de los alumnos prefiere estar en su casa –pero sin sus padres y “conectados”– que en la escuela. Además, 16 por ciento piensa abandonar las aulas, “y esa es la violencia más grave, porque una vez que dejan de estar institucionalizados, desaparecen sus oportunidades”, consideró la académica universitaria.
“Se trata de un problema que nos atañe a todos y no lo vamos a resolver mientras se culpen mutuamente profesores, padres y autoridades. La única manera de enfrentarlo es asumiendo que la responsabilidad es de todos”, remarcó.
En la sociedad no se han desarrollado habilidades de convivencia, prosiguió; “no sabemos cómo hablar de igual a igual ni cómo confiar en un ambiente donde todo apunta a la desconfianza; no sabemos cómo aceptar y, por lo tanto, es difícil generar ambientes, al menos, de convivencia solidaria, donde no se trate de estar rodeado de mucha gente, sino de conectarse con el otro y crear una comunidad con características diferentes”.
La universitaria consideró que se debe enseñar a los niños y jóvenes a manejar los riesgos; “no se puede evitar la existencia de drogas, pero sí enseñarlos a vivir donde las hay y a decirles no”.
Tenemos mucho por hacer: dejar de negar la existencia de los problemas, aceptarlos y atenderlos; permitir que los trabajadores sociales hagan su labor en los centros educativos y abrir horizontes esperanzadores, concluyó.
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