Por: Redacción
El equinoccio sucede dos veces al año: el de primavera cuando el Sol forma un eje perpendicular con el Ecuador de norte a sur, y el de otoño, al encontrarse nuevamente con el Ecuador de sur a norte.
En el calendario mesoamericano, el de primavera, que fue ayer en la noche, era más que un cambio de estación; para los mayas este evento astronómico significaba la planeación de la siembra.
“Lo relacionaban con el renacimiento porque marcaba el inicio de la temporada de crecimiento y reverdecer de la naturaleza; mientras que el de otoño indicaba el momento de la cosecha”, explicó Ernesto Vargas Pacheco, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.
Cosmovisión
De acuerdo con Johanna Broda, del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH), la cosmovisión es “la visión estructurada en la que los antiguos mesoamericanos combinaban de manera coherente sus nociones sobre el medio ambiente en que vivían, y sobre el cosmos en que situaban la vida del hombre”.
Así, la astronomía y los calendarios mayas son resultado de la observación constante y repetida de la naturaleza, acción que les permitió predecir y orientarse en ciertas situaciones, como en el caso de la siembra.
Este conocimiento estaba a cargo de los sacerdotes, que debían combinar la capacidad de formar conceptos matemáticos, la buena observación y el dominio de la representación escrita. La adquisición de estos saberes exactos se refleja en las construcciones arquitectónicas.
Observatorios mayas
En la actualidad, el equinoccio de primavera y otros fenómenos son ampliamente observados en diferentes sitios de la península de Yucatán y en toda Mesoamérica; por ejemplo, en el área maya el más popular es “el fenómeno del juego de luces sobre la alfarda de la escalinata del edificio de El Castillo en Chichén Itzá”.
Otras zonas arqueológicas representativas son Dzibilchaltun, al norte de Mérida; Mayapán, al norponiente de Yucatán, o Uaxactún, en Guatemala, cuya agrupación de edificios se alinean de tal manera que pueden funcionar como observatorios astronómicos.
Este conglomerado de edificios –del Preclásico tardío (400 a.C.-200 d.C.)– son conocidos como Grupo E y “consiste en una estructura piramidal desde donde se observa. Al frente está una plataforma con tres templos que establecen líneas de observación; ahí se mira desde la escalinata de la pirámide del lado oeste para medir los solsticios y los equinoccios”, describió Vargas.
Esas mediciones tienen una trayectoria larga en el zona maya, pues los edificios más tempranos datan de por lo menos 700 años a.C. y perduran casi hasta la actualidad, concluyó.
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