Por: Redacción/
Participación ciudadana, solidaridad inmediata, voluntarios espontáneos… son algunas escenas de la sociedad civil tras los sismos de septiembre.
“Ese día se mostró que aún hay esperanza, nos escuchamos, nos abrazamos, subimos al extraño al auto o nos prestamos el celular”, rememoró Marcela Meneses, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM. Pero el reto, reflexionó, es que no se diluya la participación social, que la gente se organice y se empodere.
Durante la mesa redonda Entre la Tierra que se mueve y la sociedad que se cimbra: miradas diversas sobre los recientes sismos, organizada por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) y el IIS, un grupo de humanistas tomaron distancia del fenómeno natural para concentrarse en el desastre social que sobrevino tras el temblor.
En la mesa “Aspectos sociales”, moderada por Hugo José Suárez, del IIS, Meneses dijo que los ciudadanos tomaron las riendas ante la emergencia y se vivió una dicotomía ante un gobierno que resultó inoperante.
El sismo mostró una ausencia del Estado y la apariencia de autosuficiencia de la sociedad civil, e invitó a prepararse para opinar de forma organizada sobre el gobierno y las constructoras, dijo, y propuso analizar la heterogeneidad de los jóvenes, que se quedaron en la inmediatez y no siguieron actuando para la reconstrucción.
Margarita Favela, del CEIICH, expuso que a diferencia del terremoto de 1985, cuando hubo una participación inédita de grupos vecinales, luego del sismo de 2017 los grupos están atomizados ante una especulación inmobiliaria avasalladora.
“Hoy carecen de ese aglutinamiento y trabajo colectivo. No hay una voz que los unifique como damnificados y al gobierno le interesa volver a la rutina, porque la gente es más manejable”, opinó.
Por su parte, Javier Delgado, del Programa Universitario de Estudios de la Ciudad (PUEC) de la UNAM, comentó que hay que darle sentido a la inmediatez y lograr que no se diluyan los apoyos logrados con las nuevas tecnologías, pues las redes sociales rompieron con lo territorial.
Además, sugirió el desarrollo y puesta en marcha de un protocolo de emergencia e intensificar los procesos de rendición de cuentas desde la sociedad.
Historia y literatura presentes
En la mesa “Miradas humanísticas”, moderada por Guadalupe Valencia, directora del CEIICH, Margarita Velázquez, directora del CRIM, documentó que de 369 muertos, hubo dos mujeres por cada hombre, y que muchas de las fallecidas fueron trabajadoras domésticas y empleadas de maquila en una fábrica textil. “Desastres como éste muestran lo desigual de la sociedad. La reconstrucción no debe ser física, hay que construir una sociedad diferente”.
Virginia García Acosta, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), señaló que el terremoto de 1985 fue un detonador de investigación y que desde entonces ha documentado la información histórica de los sismos en México.
Asimismo, destacó la importancia de la información cualitativa que ofrecen los catálogos históricos, porque estudian el fenómeno histórico-social del riesgo, permiten estudios comparativos y tener “secuelas fecundas” en la labor de investigación.
Por último, Alberto Domingo Vital Díaz, coordinador de Humanidades de esta casa de estudios, destacó que la literatura permite, desde lo humano, apropiarse del sismo. “De la vivencia individual al fenómeno colectivo, se conectan mediante la literatura”.
También habló de la importancia de la literatura con carácter testimonial, que permite apropiarse de un conocimiento, y de la posibilidad de este arte para oscilar entre lo abstracto y lo concreto. “Ofrece una doble individualidad: la del creador, que es la persona que escribe, y la del personaje”. Invitó a leer obras que, sobre sismos, desarrollaron Juan Rulfo, José Emilio Pacheco y Pablo Neruda.
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