Por: Redacción/
Un modelo sistémico desarrollado por lingüistas reveló que un infante es afectado en su desarrollo cognitivo por factores distales –la economía del país– intermedios –educación, familia o comunidad– o algunos proximales: la propia biología individual, el crecimiento y la psicología, sostuvo Alejandra Auza Benavides.
Todos esos aspectos afectan para bien o para mal y, en cuanto a las fallas de lenguaje, no se puede hablar de un solo elemento, sino que deben considerarse tanto los componentes biológicos como los socioambientales, afirmó al ofrecer la conferencia inaugural de la IX Semana de Lingüística celebrada en la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
La especialista del Servicio de Foniatría del Hospital General Dr. Manuel Gea González declaró que el trastorno específico del lenguaje puede ser un problema genético, ya que hay factores biológicos que repercuten en el desarrollo del lenguaje de una persona en formación cognitiva.
Otras teorías de modelos sistémicos plantean que las interacciones con aspectos sociales y ambientales son sumamente complejas, y que gracias a ellas puede modelarse el avance integral del niño.
Un aspecto relevante en el progreso del lenguaje de un pequeño es el nivel de educación de los padres, mientras mayor sea éste, mayor entendimiento y buenas percepciones tendrán del hito del crecimiento de sus hijos, además de lograr transmitir mejores competencias, estrategias sociales e interacciones familiares.
En tanto que las desventajas sociales y económicas en una familia pueden afectar su formación, pues están en mayor riesgo de desarrollar alteraciones físicas o psicológicas, de salud mental o cognitivas, entre las que destaca el lenguaje, así como presentar desajustes en las habilidades sociales y escolares que podrían derivar en trastornos internalizados, como la ansiedad, o externalizados, como la violencia.
Resulta importante determinar si existe percepción por parte de los padres sobre este tipo de problemas y si acuden en busca de ayuda, ya que por lo regular detectan comportamientos de hiperactividad, angustiada, lento aprendizaje o miedo, y si acaso se concentran en aquellos de articulación, pronunciación o médicos, pero casi nunca en dificultades del lenguaje, pues los signos del retraso de la comunicación no se toman en consideración.
Auza Benavides sostuvo que hay entonces una ruptura aparente entre una percepción parental y la orientación profesional, además de que rara vez se reportan otras áreas problemáticas del lenguaje, sobre todo del trastorno específico del lenguaje, el cual nada tiene que ver con un problema orgánico o neurológico, sólo es que el lenguaje no funciona bien, en especial la gramática que no es articulada de manera correcta.
Los niños pueden presentar un retraso en la aparición de las primeras palabras y a continuación desarrollar un daño cognitivo mucho más severo que tiene que ver con la gramática, aunque no están exentos de presentar dificultades léxicas, pragmáticas y fonológicas, explicó la lingüista.
La difusión de información sobre el trastorno específico del lenguaje es relevante, pues puede tratarse de un padecimiento invisible debido a que hay niños que lo sufren y sí hablan, pero hablan mal; pueden escribir oraciones, pero las construyen mal, o pueden tener dificultades articulatorias que ocultan en cierta manera el daño.
“Nosotros vamos constantemente a las escuelas a hablar del padecimiento para que los maestros lo identifiquen, no sólo en aquellos alumnos que no pronuncian la R, sino quienes no están utilizando artículos, conjunciones, lo que llamamos las palabras chiquitas de la lengua y detectar si se están comiendo esas palabras o las están sustituyendo”, explicó la especialista.
El asunto es que en México hay muy pocos especialistas en la materia, por ejemplo, en el Hospital Psiquiátrico Infantil sólo hay dos terapeutas y en el Gea González ocho, y aun así no se dan abasto para atenderlos.
Las escuelas deberían tener por lo menos un terapeuta del lenguaje, como lo hacen otros países, porque es un asunto que debiera atenderse ahí y no en los hospitales. Por eso es preciso que haya mayor vinculación entre los sectores de salud y educativo para atender estos problemas, concluyó la investigadora.
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