Por: Redacción
El tango, género que creció a la luz suave y triste de inviernos largos y árboles desnudos en los arrabales de Buenos Aires y Montevideo, llenó con enérgicas notas y nostalgias sonoras el Centro de Difusión Cultural Casa del Tiempo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En el recital Noche de tango Valentina Álvarez, en la voz; Frania Mayorquín, al piano y Víctor Madariaga, en el bandoneón, mostraron su dominio instrumental y expresivo mediante ejecuciones de temas melancólicos y amorosos, caracterizados por quejas, confesiones, desengaños, viejos amores y otras obsesiones, temas recurrentes en las letras de estas canciones.
Esta expresión se ha distinguido por sus raíces y su relación con la cultura gauchesca, africana, italiana y la enorme diversidad étnica que resultó de la ola de inmigrantes llegados de Europa, convirtiéndose luego en uno de los mayores símbolos culturales de Argentina y Uruguay.
Ante la desesperanza y el pesimismo que dejaban a su paso las dos guerras mundiales, los tangos fueron una posibilidad expresiva, ya que como diría Jorge Luis Borges: “expresan algo que los poetas no han querido decir con palabras: la convicción de que pelear puede ser una fiesta”.
Entre historias y anécdotas Valentina Álvarez desmenuzó el origen de algunas de las piezas interpretadas, así como el simbolismo de sus letras y los pasajes representativos de las ciudades que los vieron nacer.
La cantante dio vida a estas historias con una voz profundamente expresiva que hizo vibrar a los asistentes, conmovidos por un festín amoroso y nostálgico, por las memorias de barrio y el arrabal, de los recuerdos del barrio de La boca o del Río de la Plata.
Las ejecuciones del piano y el bandoneón, cargadas de una gran fuerza interpretativa, pero sobre todo de una proyección emotiva, lograron transportar al público a los territorios rioplatenses y recordarle que las grandes preguntas de la vida también encuentran su cauce en la música.
El programa estuvo integrado por clásicos como La Cumparsita, de Gerardo Matos Rodríguez y Pascual Cortusi; Nostalgias, de Enrique Cadícamo y Juan Carlos Cobian; Arráncame la vida, de Agustín Lara, El último café, de Cátulo Castillo y Héctor Stamponi, y Tres esquinas, de Enrique Cadícamo, Ángel D’Agostino y Alfredo Attadís.
También interpretaron Reliquias Porteñas de Graciano De Leone, El corazón al sur y Sueño de Barrilete de Eladia Blázquez, Aquella Reina del Plata de Héctor Negro y Osvaldo Avena y A Evaristo Carriego de Eduardo Rovira.
Finalmente los asistentes fueron complacidos con Me enamoré una vez, de Ivo Pelay y Francisco Canaro; Uno, de Enrique Santos Discépolo y Mariano Mores; así como Gallo Ciego, de Agustín Bardi; Garufa, de Victor Soliño, R. Fontana y Juan A. Collazo.
El concierto forma parte de la serie de actividades permanentes que se promueve en el recinto de la Casa abierta al tiempo, con el propósito de llevar lo mejor del ámbito artístico a la comunidad universitaria y a sus visitantes.
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