- El partido es un pegote de distintas ideologías movido y motivado, en cada elección, por la política mercenaria.
Por: Israel Mendoza Pérez-@imendozape/
El Partido del Trabajo y su dirigente histórico Alberto Anaya tocó fondo. Sin ánimos de convertirse en un partido de izquierda más amplio y moderno, el PT se encuentra anacrónico y con una severa crisis de identidad. Mantiene su espíritu fundacional maoísta y al mismo tiempo añora el nacionalismo revolucionario. El partido es un pegote de distintas ideologías movido y motivado, en cada elección, por la política mercenaria.
Su presencia en el concierto de la política mexicana transita entre comparsa de un líder desde hace 15 años y los caprichos de un dirigente de ideología anquilosada y negado a cambiar el rumbo de un partido que nació con el estigma de atomizar a la izquierda y restarle fuerza, en su momento, al partido fundado por Cuauhtémoc Cárdenas.
Un análisis hecho por Enrique Téllez Pacheco, David Cilia Olmos y Mario Rechy Montielde la organización “Sobrevivientes de la Guerra Sucia” sobre la situación en la que se encuentra el PT y enviado a Alberto Anaya exhibe las debilidades políticas y la dependencia de una sola voz que se ha negado a dejar el poder de la dirigencia petistas desde su fundación.
El texto de ocho cuartillas detalla los errores que han marcado el camino del PT y vislumbran un futuro débil para el partido fundado en 1990.
El documento de los luchadores sociales señala: “a lo largo de estas tres décadas, sin embargo, el papel del Partido del Trabajo ha sido coyuntural, o de acompañante o complemento, y en ningún momento ha tenido la condición de protagonista. Y ¿por qué lo decimos? Por un hecho muy concreto. Porque un partido, para tener algo más que una presencia, o una oportuna participación, con los aliados correctos, debe madurar una propuesta propia, una estrategia que le posicione en condiciones cada vez mejores, y un programa de lucha y transformaciones y tareas, que se actualizan de cuando en cuando, convirtiéndose en la expectativa general que abre horizontes a los imperativos generales, que resuelve los intereses de la mayoría. Esto es, que un partido deja de ser acompañante, o mero participante, cuando pasa de ser un aliado o un complemento, a ser un protagonista.
“La primera candidata del Partido fue Cecilia Soto. Una mujer del sistema, que evidentemente no tenía posibilidad alguna —no digamos de ganar la elección—, sino ni siquiera de obtener los votos suficientes para garantizar el registro. Y obviamente, con esa participación confirmó el rumor de que se había creado el partido con el objetivo de restar votos a la izquierda, presentando tal “alternativa”.
En el apartado de antecedentes también detallan los acercamientos con el perredismo y a partir de ahí convertirse en un apéndice. “No fueron mejores los resultados de los periodos electorales siguientes. El año 2000, cuando la izquierda se dividió y los demócratas le apostamos todo a la transición y a un gobierno de coalición, levantando la candidatura de Vicente Fox, el PT decidió apoyar a Cuauhtémoc Cárdenas, que evidentemente no tenía tampoco oportunidad alguna de triunfo”.
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