Por: Redacción/
El Proyecto Emergente de Enseñanza Remota (PEER) ha sido la respuesta inmediata de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) para dar continuidad a sus tareas de docencia, ante la crisis sanitaria por el coronavirus COVID-19 y, a pesar de las ventajas que ofrece, no puede sustituir la modalidad presencial del modelo institucional, destacaron especialistas de esta casa de estudios.
En la Mesa redonda: ¿Hacia dónde vamos –hacia dónde queremos ir– con la educación remota? ¿Hacia dónde vamos –hacia dónde podemos ir– las universidades públicas después del Covid-19?, organizada por la Unidad Iztapalapa, la doctora Angélica Buendía Espinosa, jefa del Departamento de Producción Económica de la sede Xochimilco, reconoció que “no teníamos la tradición ni una política clara para el uso de las tecnologías” en el fortalecimiento académico.
Todavía no puede considerarse un sistema remoto, pues se avanza aún en el proceso de adaptación hacia los recursos digitales y no hay una transformación al campus virtual, ya que de ninguna manera el PEER “está pensado en esa lógica y hemos tenido experiencias muy positivas, pero nos hemos topado con otras no tan buenas que nos conducen a reflexionar” en lo que se puede y hacia dónde se quiere ir.
La capacidad de responder a la contingencia quedó demostrada, pero la pandemia evidenció la desigualdad entre los estudiantes y que se trata de una estrategia parcial inmediata con asimetrías en el acceso a la tecnología por los profesores y una brecha generacional entre éstos y los alumnos.
Con el Proyecto se observó el potencial de cambio y adaptación de la gestión institucional “y estamos acumulando aprendizaje para generar propuestas no presenciales” que amplíen la oferta de la UAM, declaró Buendía Espinosa.
El doctor Romualdo López Zárate admitió que el COVID-19 obligó a la Institución a innovar y arriesgar, resultando la única que discutió y decidió en su máximo órgano de gobierno la aplicación de un plan emergente, por lo que es momento de recapacitar de manera colectiva “hacia dónde queremos ir, ya que si bien la modificación al Artículo Tercero constitucional define la gratuidad de la educación superior, México no cuenta con un programa en ciencia o tecnología y el escaso financiamiento público al sector representa un enorme reto, argumentó el investigador nacional, Nivel II, adscrito al Departamento de Sociología de la Unidad Azcapotzalco.
El doctor Adrián de Garay Sánchez, académico del Departamento de Sociología de esa sede universitaria, señaló que el coronavirus reveló la realidad en la mayoría de las instituciones de educación superior del mundo: la formación en línea atiende a una comunidad estudiantil muy reducida, debido en gran medida a que fueron concebidas y organizadas para brindar instrucción presencial.
No obstante el desarrollo de programas y métodos pedagógicos en el ámbito electrónico, “las universidades han puesto poco interés” en este campo y, en un tiempo record, “nos dimos a la tarea de hacer funcionar la docencia un una forma radicalmente distinta”, así es que mientras continúe la crisis sanitaria la UAM operará así, lo que exige “hacer una evaluación de lo que se está haciendo para mejorar”.
La presencialidad es nodal y “no podemos abandonar esta línea, pues aun con el coronavirus la integración académica y social es un eje para miles de estudiantes, ante lo cual se tendrá que diseñar una estrategia que conserve la vida social” en las unidades.
La pandemia halló en una situación endeble a la educación superior y expuso su rezago en el contexto de las tecnologías de la información y la comunicación; sin duda “requerimos de una reingeniería académica, administrativa y organizacional para el futuro regreso a las aulas, pues un dato que no podemos ignorar es que 47 por ciento de los docentes es mayor de 60 años, algunos con factores de riego y no podrán incorporarse, aun en semáforo verde, lo que significará un ausentismo legal de 20 por ciento de la planta laboral,” dijo el investigador nacional, Nivel I.
El doctor Luis Montaño Hirose, profesor del Departamento de Economía de la Unidad Iztapalapa, sostuvo que “la crisis permitió reflexionar sobre nuestras debilidades, pero también en las potencialidades, ya que no se podía esperar un trimestre para estructurar un esquema de educación remota”, aunque este no puede ser el centro de la enseñanza en la UAM.
Tal modalidad no es sólo un problema del profesorado, en virtud de que existe un retraso tecnológico “porque no usamos las plataformas con las que ya contamos y hay alumnos que hacen sus trabajos de Excel en teléfonos inteligentes y no cuentan con Internet en casa”.
Aunque entre 25 y 30 por ciento de los jóvenes carece de las condiciones para la educación remota, “está luchando y de ahí la importancia de que se haya proporcionado una tableta para poder tomar sus clases”, reconoció el investigador nacional, Nivel III.
El doctor Rodrigo Díaz Cruz, rector de la Unidad Iztapalapa y moderador de la Mesa, destacó que mantener activa la vida universitaria en estos tiempos se ha vuelto relevante para remontar las adversidades, pues “cuando el Colegio Académico aprobó el PEER lo hizo para realzar una de sus funciones sustantivas: la docencia y considerando las condiciones sanitarias, así es que no lo animó una situación sólo instrumental, sino la idea de conservar una comunidad que no puede perder contacto ni conexión entre sí”.
Con el Proyecto “dimos un paso que habíamos retrasado, abrimos nuevas oportunidades y pudimos constatar que son perfectamente compatibles los ámbitos presencial, remoto o digital. Estamos ante una preciosa oportunidad de reconfigurarnos como Universidad”, enfatizó.
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