- Las luchas históricas de la izquierda proveniente de la guerrilla las toma como parte del escenario pintoresco y de lo romántico de los ideales.
Por: Israel Mendoza Pérez-@imendozape/
La existencia del Partido del Trabajo no se entiende sin su líder histórico y vitalicio, Alberto Anaya Gutiérrez. Sus amarres políticos lo mismo con dirigentes del PRI, PRD en su momento, y ahora con Morena lo llevan de la negociación a la sumisión. Su poder está en lo económico; lo político lo deja en manos de sus subalternos y sus aliados de conveniencia.
Las luchas históricas de la izquierda proveniente de la guerrilla las toma como parte del escenario pintoresco y de lo romántico de los ideales. Recientemente, en la mesa de negociación de candidaturas estuvo Mario Rechy, militante de izquierda, desde la clandestinidad en las mocedades de su vida, hasta el tránsito por partidos que formaron parte del entramado que le dieron vida Frente Democrático Nacional hasta su mutación en el partido del sol Azteca.
De acuerdo con las versiones de la reunión entre Rechy y Anaya Gutiérrez se le propuso ser candidato de mayoría relativa para el Distrito 14 federal. Sin embargo, a la mera hora Morena anunció el retiro de su coalición con el PT en más de cien distritos, que incluían desde luego el Distrito 14 de Tlalpan. Con ello, se reventó la candidatura de Rechy ya que Anaya prefirió postrar al partido frente a los intereses de René Bejarano y de Alfonso Ramírez Cuéllar.
Según con la versión de quienes estuvieron en la mesa de negociación, cuando Bejarano vio los primeros resultados —de una encuesta qeu jamás se transparentó— y comprobó que les favorecían a sus candidatos, consideró que no necesitaba del Partido del Trabajo. Otros dicen, por el contrario, que el descontento contra Morena por las imposiciones mostraba preferencia por las propuestas del PT.
La sumisión de Anaya es enorme y usar al partido para negociar es lo que lo ha mantenido como un partido satélite. En el año 2000 el PT fue relegado por el desaparecido Partido de Centro Democrático, tras la declinación de Marcelo Ebrard al gobierno de la Ciudad de México. Los petistas tenían la seguridad de que contaban con la estructura y los perfiles para tener al menos dos aspirantes como entonces delegados; sin embargo, el PRD les pidió que cedieran espacios y aceptaron a regañadientes. Y en la actualidad fecha que no ocupan un lugar relevante en el gabinete Presidencial.
En los comicios intermedios de 2003, el PT se lanzó a ir en solitario por diversos cargos en la ciudad y corrió el riesgo de perder su registro. Su salvación después de su fracaso electoral fue sucumbir ante los brazos de Roberto Madrazo, entonces dirigente del PRI e histórico enemigo del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Ahora, Alberto Anaya prefiere seguir en su papel de incondicional de Morena y dejarle el partido a los bejaranistas. Su apuesta por ser una opción real como fuerza de izquierda jamás se verá mientras los asuntos políticos para él se resuelvan a su favor y por añadidura le llegue a su bolsillo lo necesario para mantener sus intereses.
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