Por: Redacción/
Las matemáticas son una forma de vida; con esta ciencia es posible hablar de todo y nada, pues el mundo como lo conocemos ha sido descrito no sólo mediante la observación, sino con su representación matemática, afirmó José Antonio de la Peña, doctor honoris causa por la UNAM.
El exdirector del Instituto de Matemáticas se dijo emocionado por el reconocimiento que le otorga la Universidad Nacional, pues le brinda la oportunidad de convivir con los jóvenes interesados en esta rama del conocimiento.
En la conferencia “Patrones matemáticos en la naturaleza”, dijo que desde esa perspectiva se pueden admirar, por ejemplo, los panales de abejas, las rayas de las cebras, el vuelo de una parvada, la danza de los planetas o las pompas de jabón.
Ante estudiantes, colegas y amigos, De la Peña compartió casos donde las matemáticas han permitido conocer la reacción de compuestos químicos, el reflejo de un objeto en varios espejos, la difracción de la luz, las semejanzas entre torbellinos, huracanes y objetos celestes, el comportamiento de las aves o el desarrollo de enfermedades en el humano.
Su actual línea de investigación se relaciona con el comportamiento de proteínas que al ser “desdobladas” no regresan a su posición original, y estos pequeños cambios afectan a las demás generaciones, llevando al desarrollo de problemas médicos.
“En mi caso, cuando me diagnosticaron Parkinson me dijeron que tenía dos formas de corroborarlo: una, con un examen clínico, haciendo varios ejercicios que me decía el doctor; la otra era una autopsia para ver el daño… me quedé con el diagnóstico clínico”, bromeó.
De la Peña también hizo un viaje por las investigaciones que llevaron al conocimiento de los movimientos planetarios, y cómo el estudio de vértices, aristas y el número de caras de un objeto ha permitido realizar predicciones de su comportamiento.
Destacó que como casi toda la ciencia, si se habla de matemáticas es posible remitirse a la historia, específicamente a Platón, cuya escuela legó a la humanidad los sólidos platónicos: el tetraedro, el cubo, el octaedro, dodecaedro y el icosaedro, que se definen por las propiedades de sus cuerpos.
En el auditorio Alfonso Nápoles Gándara recordó a Johannes Kepler, quien describió al Sistema Solar al estudiar el misterio cosmológico y tratar de observar y predecir el comportamiento de los planetas. Con base en sus estudios, recordó el universitario, propuso que los diámetros de las órbitas de los planetas están en la misma proporción que su antecesor, de ahí el clásico modelo donde cada uno sigue una órbita circular perfecta, planteamiento descartado una vez que avanzó el estudio de los cuerpos celestes.
Pese al conocimiento acumulado por Kepler, Newton y otros grandes científicos, el comportamiento de Mercurio fue un problema que sólo se resolvió con Einstein y su Teoría de la Relatividad Especial, añadió.
“Según la teoría de la relatividad especial, las órbitas en un sistema de dos cuerpos realmente no son cerradas; sin embargo, el efecto más inmediato son las correcciones causadas por la gravitación de otros planetas. Estas correcciones fueron lo suficientemente grandes como para predecir la existencia de los planetas más allá de la órbita de Urano. Y al observar la órbita de Urano se descubrió a Neptuno y, a su vez, estudiando la órbita de Neptuno se encontró a Plutón”, recordó el exdirector de la Academia Mexicana de Ciencias.
Incluso, en algún momento los expertos estaban inquietos por las perturbaciones en la órbita de la Tierra, pero los cálculos de matemáticos y astrónomos permitieron saber que no había nada qué temer sobre una posible inestabilidad del planeta, concluyó.
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