- La lucha feminista ha sido muy amplia, como quedó demostrado con la marcha del 9 de marzo de 2020, que refrendó la importancia de la denuncia y de este movimiento.
Por: Redacción/
En México, el patriarcado es un virus, una enfermedad grave de la sociedad que el Estado prefiere omitir ante una realidad tangible y opresiva de violencia de género, que en tiempos de la emergencia sanitaria por el virus SARS-CoV-2 añade la no aplicación de la justicia, complicando la atención a las víctimas, afirmó Jéssica Alejandra López Lujano, estudiante de la Maestría en Estudios de la Mujer de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
La lucha feminista ha sido muy amplia, como quedó demostrado con la marcha del 9 de marzo de 2020, que refrendó la importancia de la denuncia y de este movimiento, que ha escalado desde diversos sectores por los agravios que se ejercen contra ellas”.
“Esas acciones se expresaron en la Universidad Nacional Autónoma de México, pero se extendieron a otras instituciones y son resultado de un fortalecimiento desde hace varios años que rompe la dicotomía de la lucha entre lo privado y lo público”, además de que la contingencia sanitaria reveló que estos esfuerzos “no sólo se dan en la calle sino en la casa, ya que los casos suceden con personas a las que conocemos”.
Lidiar con los asesinatos contra ese sector de la población en la coyuntura actual, “nos ha obligado a salir a protestar y a solidarizarnos con las compañeras que promueven condiciones de igualdad y libertad en los espacios universitarios, pero también se inventaron formas de hacerlo a través de la virtualidad, que ofrece la posibilidad de llegar a más personas para poder acompañar a familiares de las víctimas”, sostuvo en el Conversatorio La lucha de las mujeres universitarias antes, durante y después de la pandemia.
La doctorante en Ciencias Químicas por la Unidad Iztapalapa Anaid Flores advirtió que “venimos de un contexto sociocultural muy agresivo, aunque en las universidades empezaron a formarse colectivos que se potencializaron en la periferia de la ciudad”, reclamando el empoderamiento de todas en la sociedad y de ahí surgió el reclamo de que las instituciones estén libres de violencia.
En 2018, en la Unidad Iztapalapa de la UAM grupos feministas plantearon un pliego petitorio a las autoridades para atender la problemática de género, “considerando que esa sede académica se ubica en una alcaldía muy peligrosa; la respuesta fue nula y recién a mediados de 2020 se aprobó un protocolo al respecto.
En el encuentro –organizado por la Unidad de Acción para la Prevención y Erradicación de las Violencias de Género, la Inclusión con Equidad y el Respeto a las Diversidades (Unigénero)– explicó que la pandemia despertó la atención por la ciencia a causa de los efectos del virus en la salud, por lo que debe fortalecerse la participación de las mujeres.
“Las redes de apoyo y denuncia contra este flagelo se deben extender a las zonas periféricas y es conveniente involucrar la ciencia con el arte para dar pauta a conocimientos y conectar la naturaleza con el ser humano, a fin de generar nuevos sujetos de aprendizaje necesarios para la sociedad”.
Alejandra Millán Feria, maestrante en Educación por la Universidad del Valle de México, expresó que “en la UAM existen situaciones específicas de acoso por parte de profesores, quienes tienen relaciones de poder con las estudiantes y, no obstante las denuncias, la impunidad continúa”.
En la periferia de la ciudad “somos más invisibles”, pues frente a los feminicidios el sistema no responde y los mecanismos de protección que se aplican no son los adecuados, por ejemplo, la alerta de género es una sola para los 125 municipios, lo cual no resulta conveniente para Ecatepec o Ixtapaluca, donde la situación es más grave.
Por las acciones políticas de las feministas “hemos llamado la atención a nivel nacional y, a pesar de que nos llegaron a llamar vándalas e histéricas, con esas protestas hemos recibido apoyos y nos hemos dado cuenta que no estamos solas, que luchamos en colectividad y que resistimos en todas las trincheras”, señaló Millán Feria.
La pandemia ha hecho más notorio “que no todas tenemos la oportunidad de trabajar desde casa y que muchas mantienen a sus familias mediante el comercio informal, por lo que deben salir; frente a esta problemática hemos tejido mecanismos de ayuda, entre ellos el trueque, para poder sostenernos”.
Los niveles de violencia crecieron de manera exponencial en los hogares, incrementándose las llamadas a las patrullas con el encierro, mientras las labores en casa se han duplicado, sin que haya un reparto equitativo de éstas con la pareja. El movimiento feminista se construye en la práctica y pero es necesario recurrir a las aportaciones teóricas que emana de sus militantes, concluyó la activista.
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