Por: Jenifer Nicole Fuentes Luna y Karina Peralta Garrido
El mercado de Jamaica, es uno de esos sitios que simplemente debes visitar, no sólo por la gran variedad de flores que se venden en su interior, sino por la historia que la precede. Y es que no es cualquier cosa; lleva casi 60 años satisfaciendo la necesidad de los capitalinos, sorteando dificultades como las actuales bajas de temperatura que afectan al país, y que complican la producción, transporte, entrega y venta de las plantas.
De calles de agua a ríos de cemento
Quizá, en estos días, resulte difícil de imaginar que algunas de las principales avenidas y calzadas de la capital eran canales por donde los mexicas, pobladores de Xochimilco y Tláhuac, transportaban sus productos para abastecer a la gran ciudad de Tenochtitlán, y sin embargo, éste era el contexto en que tuvieron su origen los mercados de la Merced y Jamaica.
En los tiempos del Porfiriato, este tipo de comercio aún tenía gran fuerza en sitios como el canal de la Viga que se veía repleto de trajineras o chinampas atestadas de frutas, verduras y coloridas variedades de flores y follaje. Atravesando el puente de Jamaica, en el cruce de las calles de
Resurrección y San Esteban, se encontraban barracas que hacían el papel de puntos de venta, en el que comenzaba a verse un acercamiento especial al mundo de las plantas y las diferentes formas de comercializar con ellas; desde los ramos más simples a enormes y vistosos arreglos florales.
Por supuesto, el avance social lo cambia todo y para bien o para mal, los canales se transformaron en calles y vías para el medio de transporte de moda, caracterizado por su eficacia y velocidad; el ferrocarril. Los comerciantes fueron dejados de lado, y por un tiempo trabajaron en puestos informales en la estación Río Frío.
Hasta que 55 años después, el progreso que trajo el cardenismo alcanzó a los floristas con el lanzamiento de un proyecto para llevar a cabo una construcción de 36 mil metros cuadrados dedicados a la compra y venta de carne, fruta, abarrotes, ropa y, principalmente, flores. Sin embargo, el 16 de mayo de 1952, la tragedia alcanzaría al lugar con un incendio que acabaría con todo y que los obligaría a esperar, de nuevo, por cinco años hasta que el gobierno invirtiera en la creación del Mercado de Sonora, la actual nave de la Merced y, por supuesto, el Mercado de Jamaica.
“Pues las ventas son menos cada año pero como productores tenemos que seguir aquí, además yo vengo desde que tengo catorce años, he pasado aquí casi toda mi vida, no podría irme como si nada. Este mercado es parte de mi historia y de la historia del país”. Comenta el comerciante, proveniente de Veracruz, Alfredo mientras arregla las ramas de durazno que se dispone a vender por el precio de 30 pesos.
Olores, colores y sabores; el mercado de las flores
La pregunta, ¿de dónde obtuvo el nombre de Jamaica? Es una controversia en la que historiadores no logran coincidir. La creencia popular, afirma que se llama de esta forma como un homenaje a la flor homónima, pero debido a la falta de vinculación entre la planta y el país no parece tener mucho sentido que el nombre responda a una referencia directa por lo que muchos descartan esta versión. Otra, habla de que simplemente se respetó el nombre del barrio en el que se ubica.
Las más coloridas aseguran que en la zona existió una importante hacienda perteneciente a Juan B. Corona, y que por supuesto llevaba el mismo nombre. Finalmente, la versión que parece ser la más aceptada por los historiadores e investigadores, cuenta la historia de una fiesta taurina titulada “Las jamaicas” que se celebraba en el lugar donde se encuentra el mercado. Los eventos eran adornados por enormes arcos de flores colocados a lo largo de las calles, se trataba de una gran diversión para los habitantes de la zona que además se deleitaban con los antojitos propios de dichos eventos. Tal vez, o eso nos gusta creer, se trate de una mezcla de todo lo anterior.
Ubicado en Avenida Morelos, entre Congreso de la Unión y Guillermo Prieto, de la Ciudad de México, el mercado de Jamaica es uno de los emblemas de la zona centro de la capital. Se trata de un edificio amplio, color amarillo pálido cuyo aire está impregnado con el aroma de las cerca de cinco mil especies de flores y plantas de ornato que se distribuyen en el recinto, y un ambiente helado que hace parecer al lugar un refrigerador.
Son mil 150 los locales que se encuentran distribuidos a lo largo de las tres naves de que se compone el recinto comercial en el cual, además de flores, se venden canastas de mimbre, materias primas, jarciería, abarrotes, frutas, verduras y objetos para las mascotas, así como una zona de puestos de comida en donde predominan los huaraches con cecina.
Los compradores pasean entre el corredor que lleva a la entrada de la Nave de Flores, comparando precios y las condiciones en que se encuentren las plantas, mientras esquivan a los carros que ahí circulan. Pilas de macetas, bolsas con pétalos de rosa, piedras decorativas, elotes, y capillas componen el paisaje del imponente mercado.
En dicha nave laboran alrededor de cinco mil productores de flores que en su mayoría provienen de los estados de Puebla, Veracruz, Chiapas, Oaxaca, Morelos, Estado de México y Michoacán, así como de la delegación Xochimilco. Resulta llamativo ver cómo estas personas se han ido especializando tanto que algunos de ellos sólo trabajan con un número determinado de especies.
“Aprendimos por la necesidad de explicarle al cliente cómo debe cuidarla, cómo debe de tratarla” responde el florista Javier, cuando se le cuestiona acerca del conocimiento que tiene sobre los cuidados específicos de cada planta.
Lo que el viento se llevó…
El 2016 nos recibió con un clima bastante extremista, siendo este mes de marzo el más frío de lo que va del año. Y es que, según lo explicó el gerente de Meteorología y Climatología del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), Alberto Hernández Unzón, en entrevista con Joaquín López Dóriga, la interacción de la decimoprimera tormenta invernal y de dos Frentes Fríos derivó en caída de granizo, aguanieve, fuertes ráfagas de viento con velocidades de hasta 80 Km/hr, tolvaneras y remolinos en algunas regiones del Noroeste, Centro y Occidente de la República.
Quizá podría parecer un poco obvio hablar de las consecuencias que este clima ha provocado en el cultivo de las flores con que se trabaja en el mercado de Jamaica, pero no es algo que pueda ser simplemente dejado de lado. Es decir, sólo basta con dar un paseo alrededor de los locales para percatarse de la poca variedad de especies que se encuentran exhibidas en los puestos. “¿Tiene milenrama? ¿O sigue sin haber?” pregunta una joven frustrada a un florista que se encuentra acomodando su mercancía; “No, güerita y no creo que haya en un rato” responde éste con tono burlón e irritado.
Rosalba y Anais son dos clientas frecuentes que asisten al mercado para obtener flores en fechas especiales. Entre brazos cargan amplios ramos de claveles, margaritas y alcatraces. Se detienen en cada puesto de rosas, observan y preguntan, pues desean adquirir una docena de dichas flores, pero… Pasa el rato y no consiguen encontrar alguna oferta que las convenza: “hoy sí nos sorprendió ver los precios, están carísimas las flores. Estamos recorriendo, ya van dos vueltas y están bien caras. Así que nada más vamos a llevar poquito y lo más económico. Las rosas están a 100 o 120 mientras que antes lo más alto a lo que llegaban era a 50 pesos. Además de que hay poca flor y pocos vendedores”.
Alfredo, dedicado al follaje, remarca que las heladas no han sido de ayuda. “Nos ha afectado mucho, la flor escasea y la producción baja subiendo los precios. La rosa está de entre 100 a 180 pesos, los ramos más grandes. Cada tercer día traemos flores de Orizaba, pero cuesta mucho debido a la gasolina. Nos hemos visto en la necesidad de subir los precios, y aún así el negocio sigue siendo rentable”.
A pesar de todo, los clientes no dejan de llegar a este sitio, los floristas continúan preparando los arreglos que adornarán los momentos clave de la vida, el inicio y el fin, desde bautizos hasta funerales. Del mismo modo en que el mercado de Jamaica ha estado aquí desde el principio de la creación de nuestra sociedad y que seguirá así por muchos años más.
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