Por: Redacción/
Al menos cuatro de cada diez mexicanos padecen hipertensión arterial –seis, entre los mayores de 60 años– mientras que uno de cada diez sufre diabetes, por lo que el panorama ante una propagación generalizada de COVID-19 resulta preocupante y exige que quienes tienen estas condiciones apliquen una serie de medidas para reducir los riesgos, alertó el doctor Luis Ortiz Hernández, investigador del Departamento de Atención a la Salud de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
México enfrenta una situación de incertidumbre ante el avance de la pandemia por este nuevo virus, pues nunca había vivido un reto sanitario como el que implica el crecimiento tan rápido de infecciones, aun cuando por fortuna “no estamos en la situación de Estados Unidos, España e Italia, o de lo que ya ocurrió en China”, donde la cantidad de personas que requirió atención hospitalaria especializada sobrepasó con mucho el número de camas o de unidades de cuidados intensivos, señaló el docente de la Licenciatura en Nutrición Humana de esta casa de estudios.
No obstante, “quiero ser optimista respecto de las disposiciones de aislamiento social”, las cuales han servido para que la velocidad de transmisión del virus sea más tenue” y se han implementado en el momento oportuno –pese a las críticas que aducían retraso en la suspensión de actividades– porque la decisión se tomó cuando empezaron a documentarse casos de índole comunitaria.
Las personas diabéticas, hipertensas o con trastornos que los hacen más vulnerables a desarrollar un cuadro difícil de la enfermedad deben empezar “a tomar una serie de medidas para reducir el riesgo”.
El Laboratorio de Nutrición y Actividad Física de la Unidad Xochimilco realiza investigación y trabajo de servicio, incluido el proyecto de consultorio de atención –ahora suspendido en su carácter presencial– pero que atiende mediante mensajería o videollamadas, además de que distribuye –a través de su cuenta de Facebook y de las plataformas digitales oficiales de la UAM– material sobre alimentación útil durante el necesario confinamiento de las familias.
La información proporciona, en primera instancia, orientación a quienes padecen diabetes, hipertensión u obesidad sobre los cuidados que deben tener en esta contingencia, en particular, sobre respecto de la comida y la toma de medicamentos.
La idea es aprovechar el tiempo en el que la gente permanecerá en su casa para hacer, en la medida de sus posibilidades, mejores elecciones, por ejemplo, consumir productos frescos y enteros que incluyan una fruta y una verdura al menos una vez al día, así como guisados que sustituyan la carne por leguminosas –frijol, lenteja, haba y alverjón– debido a que las verduras y las frutas contribuyen a disminuir la tensión arterial y, junto con las leguminosas, ayudan a regular los niveles de glucosa.
Otra recomendación es reducir al mínimo la ingesta de embutidos, productos industrializados, quesos o carne seca, así como aquellas salsas que suelen utilizarse como aderezos, incluida soya, inglesa y picantes, entre otras.
La baja en las cantidades de carne, sobre todo aquella con altas cuotas de grasa, es importante porque suele “comerse más de la que nuestro organismo requiere” y si bien contiene proteínas que ayudan al crecimiento de los niños y a mantener los músculos de los adultos mayores –debido al hierro que evita la anemia– estos beneficios se obtienen con cortes sin grasa, pues de lo contrario habrá secuelas en las arterias del cuerpo.
En contraste, las leguminosas tienen al menos dos ventajas: no tienen grasa, pero sí fibra, que además de favorecer la digestión “nos deja saciados y con ello nos quita el hambre”.
Los diabéticos pueden seguir la misma alimentación de alguien sin la enfermedad, pero enfatizando la abundancia de frutas, verduras y leguminosas, y descartando bebidas azucaradas, jugos industrializados o naturales, y lácteos con dulce. La ingesta de tortillas, pan y arroz dependerá mucho del peso de la persona y de la actividad física que efectúe, por lo que en estos casos es necesaria una orientación individual.
Para los adultos mayores la dieta variará sólo en los casos en que existan dificultades para masticar o tragar el alimento, finalizó el doctor Ortiz Hernández.
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