Por: Redacción
Un ambiente en el salón de clases donde imperen la cordialidad, la amabilidad y el buen humor contribuye a mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje, porque la risa “rompe estructuras y abre la imaginación, la mente y el corazón”, sostuvo la doctora Anna María Fernández Poncela, investigadora del Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En el libro Humor en el aula –publicado por la Editorial Trillas– la profesora de la Unidad Xochimilco desde hace 22 años expone “porqué reímos los seres humanos y cuándo esta expresión de la conducta” se relaciona con el lenguaje y la comunicación”.
La doctora en Antropología por la Universidad de Barcelona señaló en entrevista que los temas de este trabajo giran alrededor de la comicidad, el humor y la risa, con los propósitos de acercarse a los conceptos básicos de esta “manifestación externa” de las personas, por un lado, y de plantear puntos específicos de los beneficios que se le atribuyen para la salud y el bienestar en general, en particular en los campos de la educación y la terapia, por otro.
Como investigadora, Fernández Poncela se ha interesado en el terreno de las emociones, en especial en la risa en el salón de clases, así como en la práctica de la enseñanza, que ha analizado desde 2010, “cuando me di cuenta de que tenía material y experiencia” para desarrollar un análisis sobre generadores, reproductores, opositores y beneficios de una práctica humana importante en el nivel físico.
Además de los músculos del rostro involucra factores bioquímicos, neurológicos y psicológicos del organismo, “sobre todo en los procesos de enseñanza-aprendizaje porque crea confianza y encuentra soluciones cuando alguien no puede resolver un problema, pues la dinámica del grupo fluye mejor”.
La aplicación del sentido del humor en la educación ayuda a superar frustraciones, relativizar fracasos, sobrellevar desencantos y desterrar momentos de apatía y desánimo para establecer una buena comunicación, tanto al interior del ser humano como con el entorno donde es realizada la labor educativa.
En los sondeos empíricos “que he hecho con mis grupos, un gran porcentaje de los estudiantes propicia este tipo de ambientes al interior del aula” y una pequeña parte señala que no le sirve porque distrae –aun cuando el aspecto académico quede cubierto y el humor resulte benigno y con la mejor intención– lo cual es normal debido a que “no todos reaccionamos igual”.
Lejos de proponer la aplicación de una técnica determinada, la idea es que durante el abordaje de cualquier asunto académico sea generado un clima ameno mediante bromas, chistes o anécdotas relacionados con la materia.
La académica del Área de Investigación Gestión Estatal y Sistema Político en el Departamento de Política y Cultura afirmó que es obvio que “no podemos estar siempre de buen humor y riéndonos”, pero como profesor “no voy con mis problemas a la clase, sino con la mejor disposición”.
De acuerdo con su experiencia docente, esto hace que se recuerde mejor lo expuesto en clase, siempre y cuando todo vaya en concordancia con el tema académico que se esté tratando, pues es importante para la memoria.
Sin requerir una metodología, el profesor puede adaptar estas ideas a su personalidad y al conocimiento impartido, sin que sea obligatorio reír, ya que en ciertas circunstancias no es apropiado.
El recurso del sentido del humor funciona en las relaciones alumno-profesor y alumno-alumno “porque si bien el entorno en que vivimos, incluso aquí en la universidad, a veces no todo es agradable, deberíamos permitir que esa expresión nos sirva de terapia para ver la vida un poco mejor y no quedarnos en el enojo”.
La especialista empezó con estudios prácticos, pero en el desarrollo de la investigación empírica analizó algunas cuestiones teóricas, por lo que “al final acabó siendo un libro que incluye un resumen de la bibliografía que había leído” y de esa manera logró un primer acercamiento a un tópico no examinado con amplitud en México.
En la psicología, la filosofía y un poco en la sociología hay varios autores que han trabajado la risa y el humor como algo que “podemos aplicar en nuestra vida”, en la salud, en la psicoterapia y en la educación, pero “en concreto no hay mucho”, aclaró.
Entre quienes han abordado esta idea hay puntos de vista muy diferentes: unos dicen que la gente aprende mejor, mientras otros señalan que no está suficientemente probado, sin embargo, “por mi experiencia y en la labor empírica que he realizado creo que la risa y el humor en clase son positivos y por lo menos no dañan”, como otras emociones, por lo que después de años de utilizar esos recursos –en forma “entre natural y silvestre”– como estrategia docente “considero que es parte del nuevo paradigma educativo del que todo mundo habla, aunque pocos lo apliquemos”.
La investigadora no sólo despliega esta manifestación en el salón de clases “como parte de la estrategia de enseñanza-aprendizaje y una manera de estar indirectamente saludables y cómodos, sino hasta adoctrino e investigo sobre el tema”.
En Humor en el aula, la doctora Fernández Poncela cita al escritor Julio Cortázar: “la risa, ella sola ha cavado más túneles útiles que todas las lágrimas de la Tierra”.
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