Por: Redacción/
La discusión formal de la elección presidencial en Bolivia dio la oportunidad a Estados Unidos y la Organización de los Estados Americanos (OEA) –con Luis Almagro al frente– para apoyar un golpe de Estado, en un momento histórico en el que América Latina se estaba poblando de gobiernos progresistas, luego del retroceso que representaron los triunfos de Mauricio Macri, en Argentina, y Jair Bolsonaro, en Brasil.
Para el filósofo Enrique Dussel Ambrosini, Profesor Emérito de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), los sucesos en Bolivia significaron un paso atrás y cuestionó los errores que se cometieron “cuando parecía que con los comicios en Argentina, que marcaron el regreso del Kirchnerismo, y la libertad de Luis Inacio Lula da Silva, dábamos dos pasos hacia adelante”.
Pero con el caso del país andino ha quedado trunco el proceso de los movimientos progresistas y ahora “debemos ver si estamos en una circunstancia de quiebre social y político, pues para que el pueblo de aquella nación recupere el poder pasará tiempo y habrá que observar con cuidado la lucha por sus derechos sociales, políticos y económicos”.
El docente del Departamento de Filosofía de la Unidad Iztapalapa dictó la conferencia magistral La nueva subjetividad política creadora en el 5to Coloquio Internacional de psicología social comunitaria en nuestra América, comentando que la interrupción de la democracia en Bolivia está respaldada por un grupo de pentecostales evangélicos que apoya a Luis Fernando Camacho, quien profesa una ideología fundamentalista de un cristianismo sectario evangélico pentecostal.
Camacho, quien es parte de la contrarrevolución que pretende sacar a la Pachamama y a la Wiphala de Bolivia “para poner en su lugar la biblia”, tiene ideas racistas y sectarias, y cuenta con el apoyo de la OEA y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que en conjunto pretenden acabar con el gobierno de Evo Morales Ayma.
La autoproclamada presidenta boliviana, Jeanine Áñez Chávez, es ilegítima porque emergió de un Congreso sin quórum, que no registró ni 30 por ciento de sus integrantes, aunque ella, de manera simplista, declaró “que eso sólo era una formalidad”.
El humanista comentó que los evangelios pregonan: “bienaventurados los pobres”, un sector que en Bolivia representa las cholas y los cocaleros, pero el líder derechista Camacho y el ex candidato presidencial Carlos Mesa cuyas tradiciones han negado, lo que constituye un asunto cultural de choque en el que una vertiente dominadora racista humilla al pueblo originario.
Las sectas evangélicas pentecostales catalogan a las comunidades originarias como atrasadas y sus tradiciones como sinónimo de hechicería pagana, ya que se ostentan con una supuesta interpretación “moderna del mundo”; toman el sujeto, la cultura, el no trabajo adecuado del indio en la producción capitalista disciplinada para superar la pobreza y de esa manera laborar ordenadamente como obrero del capital, con el fin de tener una vida más desarrollada.
“Esos grupos de derecha postulan que la riqueza es un don de dios y así todo individuo pobre que pasa a la clase media está bendecido por él; en tanto son pobres los que se quedan en sus tradiciones milenarias que se deben negar porque es el origen de su rezago. Esa mentalidad es parte de una subjetividad moderna en el fondo consumista, donde al tener más salario es posible comprar más mercancías”.
Dussel Ambrosini reconoció la necesidad de crear una nueva subjetividad para apuntalar los cambios sociales progresistas, la cual demanda cambiar al sujeto social. En este momento, la subjetividad “moderna” de la élite heredera de los conquistadores desprecia al pueblo indígena y lo que está aconteciendo en Bolivia es una expresión profunda de esa subjetividad.
En la historia de Latinoamérica, el evangelio que enarbolaron como justificación para los golpes de estado en Chile –de Augusto Pinochet contra el presidente Salvador Allende– y en el régimen militar argentino fue en nombre de la civilización occidental y cristiana que era católica, pero en Bolivia está respaldado por una cristiandad evangélica pentecostal.
Los grupos que encabezan los golpes de estado señalan: “bienaventurados los ricos, malditos sean los pobres”, lo cual es una inversión del cristianismo. Ese cambio inició en el cuarto siglo de nuestra era, recordó el doctor Dussel Ambrosini, cuando el cristianismo se levantó contra el imperio romano en nombre de los esclavos y de los oprimidos, pero a la postre se transformó en la religión del imperio contra los desvalidos.
Sobre el papel del cristianismo en la historia de la humanidad, el también miembro de la American Academy of Arts and Sciencies recordó que Carlos Marx era muy ortodoxo desde el punto de vista del cristianismo, por lo que sostuvo en 1842 que para entender el origen de un Estado cristiano era necesario leer a San Agustín y a los padres de la iglesia, en tanto que para Friedrich Hegel la religión se convirtió en el fundamento del Estado cristiano invertido que justifica la opresión del imperio y la esclavitud.
Frente a estas posturas es necesario ordenar las ideas, y es ahí donde los universitarios pueden contribuir, “porque las ideas eurocéntricas ya no sirven, toda vez que América Latina es la única cristiandad colonial que se debe examinar críticamente pues tiene su origen en el imperio sacro romano que domina a los pobres.
“A nuestra América, la cristiandad llegó con los conquistadores Hernán Cortés y Francisco Pizarro y ahora continúa con esa línea Luis Almagro en contra de los gobiernos de tendencia progresista, a pesar que el cristianismo primitivo fue la primera forma de organización social comunista”, concluyó.
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