Por: Redacción/
“El ‘flagelo odioso’ del genocidio, como la Convención misma lo describe, sigue siendo una amenaza y una realidad en el siglo XXI”, ha afirmado este jueves Michelle Bachelet durante una reunión celebrada en el contexto del 70 aniversario de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio.
Un “brutal recordatorio” de esa realidad son los hallazgos de la Misión Internacional Independiente de Investigación de las Naciones Unidas sobre Myanmar, que el mes pasado pidió el enjuiciamiento de los altos mandos militares de Myanmar por el delito de genocidio contra los musulmanes rohinyás.
Una estimación conservadora cifra en 10.000 muertos, innumerables más mutilados, violados y traumatizados, y casi tres cuartos de un millón de personas obligadas a huir a Bangladesh.
“Esto no nos deja ninguna duda de que la convención sobre el genocidio importa hoy tanto como lo hizo el 9 de diciembre de 1948, el día en que se convirtió en el primer tratado de derechos humanos aprobado por la Asamblea General, seguido al día siguiente por la adopción del Declaración de los Derechos Humanos. Estos eventos gemelos marcaron el comienzo de una nueva era de derechos humanos: una visión de un mundo donde el genocidio del Holocausto y la eliminación de los múltiples derechos humanos que representaba, nunca volvería a suceder”, declaró la Alta Comisionada.
Sin embargo, como recordó Zohrab Mnatsakanyan, Ministro de Relaciones Exteriores de Armenia, en el mismo acto, desde la adopción de la Convención, “nunca más” se ha pronunciado muchas veces, pero los genocidios no se han evitado.
Pero Bachelet dijo que prevenirlos es posible, ya que los genocidios no se producen súbitamente.
“El genocidio siempre es impactante. Pero nunca se comete sin señales de advertencia claras y múltiples: un patrón de abuso contra un grupo, un intento de dañar, una cadena de mando y, finalmente, un resultado brutal y aterrador. En el caso de los rohinyá, abundaban las señales de advertencia: un pueblo oprimido desde el nacimiento hasta la muerte, un ejército que no responde a nadie y violaciones sistemáticas y estatales de los derechos humanos que quedaron impunes durante décadas, incluida la privación arbitraria de la nacionalidad”, explicó.
El castigo, clave para prevenir el genocidio
Bachelet ahondó en la necesidad de prevenir futuros genocidios cuando destacó que el castigo de quienes los perpetran es clave para prevenirlos, ya que “la impunidad posibilita el genocidio”.
Pero como indicó Adama Dieng, asesor especial de la ONU sobre prevención del genocidio, éstos no son “un accidente” sino el reflejo de “la inacción de la comunidad internacional al abordar las señales de advertencia que permitieron que se convirtiera en realidad”.
Para ello, la ratificación de la Convención es una muestra del compromiso con los principios fundamentales de las Naciones Unidas, añadió Dieng.
Pese a todo, las estadísticas sobre el estado de las ratificaciones y adhesiones a la Convención son perturbadoras. Casi una cuarta parte de los miembros de las Naciones Unidas han retrasado la adhesión a este instrumento internacional básico.
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