- Según información de la ONU, 3.5 millones de afganos han sido desplazados dentro de su propio territorio y podrían morir de hambre debido a la sequía, la guerra y la pandemia del covid-19.
Por: Martía Manuela de la Rosa Aguilar/
La salida de las tropas de Estados Unidos y de la OTAN de Afganistán, que se queda a merced de los talibanes, es el preludio de nuevos riesgos no sólo para los países occidentales, sino para el mundo, puesto que no sólo los talibanes salen fortalecidos, aunque con un país en ruinas, sino que la migración, quiérase o no, será el inicio de una amplia expansión del islam más radical, ya que dentro de la población afgana que sale no sólo van víctimas de la guerra, sino algunos extremistas, como ya ha sucedido en Europa.
Por su parte la Organización de las Naciones Unidas está convocando a una conferencia internacional de ayuda a Afganistán, para el 13 de septiembre en Ginebra, Suiza, con el objetivo principal de evitar la inminente catástrofe humanitaria en ese país, para que la población afgana que se quedó continúe con la ayuda que había estado recibiendo y que representó durante estos veinte años de guerra, el principal sostén del pueblo. La sequía y la guerra continua han traído la ruina al país.
Según información de la ONU, 3.5 millones de afganos han sido desplazados dentro de su propio territorio y podrían morir de hambre debido a la sequía, la guerra y la pandemia del covid-19.
Cabe mencionar que en agosto pasado el Banco Mundial, que también dirige el Fondo Fiduciario para la Reconstrucción de Afganistán, congeló los fondos a ese país. Y por su parte el Fondo Monetario Internacional también suspendió el envío de los 440 millones de dólares correspondientes a este año, que son parte del programa de asistencia financiera.
Aunado a lo anterior, los talibanes tampoco podrán disponer de sus reservas de divisas del Banco Central Afgano, que se encuentran en la Reserva Federal de los Estados Unidos.
La situación para los talibanes no es muy sencilla, pero no olvidemos que parte de su financiamiento ha venido del tráfico de drogas. Drogas y terrorismo es una combinación muy peligrosa, considerando los recursos millonarios con que cuenta la delincuencia organizada.
Para Estados Unidos ha sido una humillante retirada de Afganistán, porque después de veinte años y billones de dólares, el fracaso es total; y para el presidente Joe Biden, ha sido una derrota política que pone en entredicho su liderazgo mundial, después de que ya había logrado persuadir a la opinión pública que impondría la agenda mundial, anunciando desde su llegada a la Casa Blanca que Estados Unidos estaría de regreso para consolidar su hegemonía; pero su estrategia no tuvo la contundencia esperada.
China y Rusia han visto esto con agrado, pero poco falta para que entren en escena los países emergentes como la India o Irán, que tienen un gran poderío militar, las dos Coreas y Egipto. Pero también Japón, aunque ha navegado con un perfil muy bajo, concentrándose en su industria. Y hay que considerar que China y la India por su parte también son potencias económicas.
En América Latina está Brasil. Y en este entorno, Europa se ha replanteado fortalecer su poderío militar, puesto que, por su situación geográfica, sus riesgos son mucho más grandes, sobre todo ahora, no sólo por el problema de Afganistán, sino de la migración, que es ya un problema global que traerá serias consecuencias. Y lo vemos muy claramente en México, que prácticamente ha sido invadido por migrantes, no sólo de Centro y Sudamérica, sino de África y Asia.
La migración se suma a los grandes desafíos globales, no sólo por las consecuencias sociales y económicas, sino de seguridad interior. Ahora, con la población musulmana, que difícilmente se asimila a la cultura de los países que los albergan, la situación puede cambiar radicalmente.
La clave está en las bases del Islam.
Lo que desconocen o ignoran es que El Corán, libro sagrado de los musulmanes, llama a librar una guerra contra los pueblos no musulmanes para someterlos al Islam. Mahoma dijo que Alá le había dado órdenes de luchar contra los hombres hasta que atestiguaran que no hay más Dios que Alá y que Mahoma es su profeta.
En La Meca Mahoma predicó que no debería haber coacción en lo religioso, pero cuando se percató que su doctrina no era aceptada de manera generalizada, descartó la coexistencia pacífica y progresivamente se tornó cada vez más intolerante, recurriendo a la militancia, por lo que cuando se mudó a Medina, convirtió al Islam en una fuerza militar que logró conjuntar todos los aspectos de la vida y la sociedad, imponiendo incluso la esclavitud sexual, los matrimonios de menores, las conversiones forzosas, legitimando asimismo las palizas a las esposas. Y como en el Corán, Mahoma alienta a combatir a los no musulmanes, por infieles, condenándolos, él mismo fomentó las expediciones para matarlos.
Durante su vida en Medina, Mahoma promovió abiertamente la dominación sobre el prójimo para subyugarlo, practicó el asesinato, la violación, fomentando la violencia entre sus seguidores, que persiguieron, primero a las comunidades con las que convivían y luego a los pueblos vecinos.
Así que luego de 1,400 años de imponer esta violencia, no debe ser extraño que la línea que sigue el Islam permanezca en ese sendero. Así, podemos entender cómo, después de la muerte del profeta, en la lucha descarnada por su sucesión, continúe la pugna entre chiítas y sunnitas.
Aunado a ello, el Islam conlleva una política de Estado Teocrático, en donde no cabe ninguna otra ideología y menos la libertad de pensamiento. Su fin es un Califato Global.
Escenarios actuales.
Lo curioso es que países islámicos ricos como Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Kuwait, Omán y Baréin, no han recibido a los migrantes y menos a refugiados; se mantienen silentes frente a la problemática de la región, aunque han gastado millones de dólares en armas para milicianos, incluyendo terroristas.
Los refugiados que ya se han asentado en los países europeos, adquiriendo derechos, han intentado establecer sistemas paralelos de sharía en sus comunidades y ya comenzaron a exigir justicia en sus propios tribunales, regidos por la Ley Islámica. Se aprovechan del sistema de seguridad social, en lugar de buscar trabajo.
En estos países con alto nivel de bienestar, cada vez son más los casos de violaciones a mujeres por parte de grupos extremistas musulmanes. Los asesinatos se han vuelto más comunes; asimismo la agresión de niños musulmanes a los niños locales, lo que paulatinamente ha generado el desplazamiento de la población nativa hacia otros lugares. Y los gobiernos, en su afán de incomprensible tolerancia, incluso han cedido espacios públicos a las comunidades musulmanas, como iglesias cristianas, lugares de recreación y hasta escuelas, en donde ya se han dado casos en que el profesorado se ha visto rebasado por la violencia de niños y jóvenes migrantes musulmanes.
Los políticos de izquierda, que se han decantado por apoyar a los grupos de extremistas musulmanes, considerando que son víctimas del capitalismo, apuestan porque puedan al fin imponerse sobre el Islam y porque los grupos islámicos nunca logren alcanzar mayorías significativas, o que cuando esto suceda, ya hayan sido convenientemente secularizados, una vez habiéndose asimilado a la cultura occidental.
Lo que no vislumbran es que esta situación muy difícilmente sucederá, puesto que la cultura islámica forma parte de sus más acendradas raíces.
Ignoran la fuerza que la fe musulmana tiene en cada uno de sus seguidores, puesto que forma parte intrínseca de su vida, en cada momento del día, rige su desarrollo familiar, social y por supuesto cada momento a lo largo de su existencia, ya que es una religión impregnada ancestralmente como una herencia congénita.
En tanto, el mundo recibe cada vez más migrantes que huyen de la pobreza y de la extrema violencia, entre ellos cada vez más población musulmana, por lo que la transculturación es inminente. Ya en 2015, de acuerdo con datos de la Comisaría de Política Europea de Vecindad y Negociaciones de Ampliación de la Unión Europea había 20 millones de refugiados de Siria, Irak y Afganistán, principalmente, esperando entrar a Europa. Ahora también están llegando a América Latina y muy pronto llegarán miles a los Estados Unidos.
Como se mencionó con anterioridad, el presidente Biden ya anunció que pronto recibirán a unos 50,000 afganos. Lo que no se ha dicho con claridad, es que esto sucederá después de muchos filtros y de que uno por uno sea minuciosamente investigado, en tanto deberán permanecer en un tercer país, que naturalmente será México, aunque no haya convenio de por medio, como ha venido ocurriendo en los últimos años con los migrantes que intentan ingresar a los Estados Unidos. Y este proceso puede durar años. En tanto, un problema más para México, que está desbordado no sólo con el ingreso de indocumentados, sino por la violencia, siendo uno de los países con mayor índice de asesinatos violentos en el mundo.
La Agencia para los Refugiados de la ONU (ACNUR), da las siguientes cifras de los países europeos que han recibido a refugiados afganos en el 2020.
- Alemania 181,100
- Austria 56,600
- Francia 45,100
- Grecia 41,200
- Suecia 31,300
- Suiza 15,400
- Italia 13,400
- Reino Unido 12,600
- Bélgica 8,900
- Independientemente de que Paquistán recibió 1’450,000; Irán 780,000; Turquía 129,300; La India 15,100; y Australia 12,400.
La influencia musulmana seguirá aumentando después de lo ocurrido en Afganistán, y para darnos una idea de su penetración en el mundo, veamos como este número significativo de musulmanes en países no musulmanes. Estos datos son del 2017, tomadas del Centro de Investigaciones Pew, con sede en Washington. Por lo que las cifras hoy seguramente son mucho mayores y seguirán en aumento después de la salida de tropas norteamericanas de Afganistán.
No Comment