- Biden anunció que recibirá a 50,000 afganos, que serán atendidos por diversas organizaciones de ayuda a refugiados.
Por: María Manuela de la Rosa Aguilar/
Preludio de un nuevo conflicto.
Tras 20 años de ocupación en Afganistán, la administración de Joe Biden decidió por fin retirar a las tropas, pero esta medida desbordó las capacidades incluso de la gran potencia mundial.
No obstante que esta salida se venía posponiendo desde el mandato de Barack Obama, que no pudo llevarla a cabo por diversas situaciones de coyuntura, ahora fue posible, políticamente se presentó la oportunidad, ya que Biden contó con el apoyo de a opinión pública norteamericana. Lo que no consideraron sus asesores fueron las consecuencias de esto y los escenarios posibles.
No hubo una planificación para establecer las etapas de desocupación, considerando no sólo la salida de las tropas y el desmantelamiento de las bases militares y toda la infraestructura y menos se previeron as consecuencias para la población civil y menos para el ejército afgano, que de muchas maneras trabajó en coordinación con las tropas de la ONU.
Y el resultado lógico fue el caos, porque no sólo se impondrá un Estado islámico, sino que el islam seguirá extendiéndose por el mundo a través de los miles de refugiados.
Los ciudadanos pagan los errores el juego político.
Después de dos décadas de presencia norteamericana, en donde prácticamente se desplegó toda una infraestructura de guerra e incluso de ayuda humanitaria, en que participó no sólo la OTAN, sino organismos internacionales y de la ONU, que si bien lograron eventualmente el dominio del territorio, nunca lograron el control total del territorio y mucho menos imponer la democracia, que ha sido la bandera recurrente de los países occidentales. En este caso, derivado de los ataques a las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001.
Y sí, 20 años fueron muchos, en donde los costos se endosaron a los contribuyentes occidentales, principalmente los norteamericanos: 2.26 billones de dólares, en donde los más beneficiados fueron los productores de armas y los proveedores logísticos, son contar a los 104,587 muertos, los más, civiles afganos.
El caos provocado por la salida de las tropas, principalmente norteamericanas, ha sido un escenario que evidentemente no se consideró en la toma de decisiones. Los asesores de Biden soslayaron las consecuencias, la culpa es compartida en todo el gabinete de seguridad; sin embargo, el responsable sólo es uno, el mismo presidente Biden, quien verá los cosos de esta decisión poco planeada no sólo en su nivel de popularidad, sino en las urnas y el Partido Republicano no tendrá piedad para cobrar la factura.
Así es la lucha de poder, sin importar convicciones o asuntos vitales para la seguridad, el evidenciar errores del contrincante político en lo que priva, no sólo en los Estados Unidos, sino en todas partes y a lo largo de la historia. El pueblo es sólo un subterfugio.
Lo increíble es que en las altas esferas del poder, no hubo una estrategia definida. Y es posible que los estrategas no hayas sido consultados, pues un elemental plan de operaciones, incluso para la retirada, toma en cuenta los cuatro y cinco factores del poder, el social, económico político, militar y por supuesto los medios de comunicación y la opinión pública.
Repercusiones globales.
Ahora, las consecuencias repercutirán en todo el mundo, pues ya están saliendo miles de refugiados desesperados de Afganistán, en donde el caos reina y los grupos extremistas no tardarán en consolidar el Estado Islámico. Y mientras, muchos países solidarios seguirán recibiendo a los refugiados, que si bien son víctimas de la violencia, llevan consigo su religión, sus costumbres y una forma de vida que traerá consecuencias para la vida en occidente.
La mayor cantidad de refugiados provienen de Siria, Venezuela y Afganistán, países que no han podido resolver los graves problemas nacionales porque se han quedado solos a expensas de sus líderes políticos, dictadores mesiánicos con afanes imperialistas, pero abrigados en corrientes ideológicas de izquierda.
Los refugiados principalmente irán a Europa. De acuerdo con informes del Ministerio del Interior español, la Base militar de Torrejón ha atendido a 1,254 refugiados afganos, de los cuales 613 han solicitado asilo en España. Por su parte, la Ministra de Defensa, Margarita Robles, informó que llegó a un acuerdo con Estados Unidos para recibir hasta 4,000 refugiados afganos en las bases militares de Morón y Rota.
Italia recibirá 2,500 refugiados, de acuerdo a lo informado por el Ministro de Relaciones Exteriores Luigi Di Maio.
Biden anunció que recibirá a 50,000 afganos, que serán atendidos por diversas organizaciones de ayuda a refugiados.
Por otra parte, de acuerdo con cifras de UNICEF, hay 10 millones de niños que necesitan ayuda humanitaria con urgencia. Y no se diga de las mujeres, prácticamente todas se encuentran en un estado de alta vulnerabilidad. Y eso no quiere decir que pasemos por alto que también han sido educadas con la ley de la sharía, en un credo machista e intolerante, que ve la cultura occidental como enemigo a vencer.
La peligrosa mezcla del islam con ideologías de izquierda.
Cuando los migrantes islámicos se encuentran de pronto con una cultura tan alejada a la suya, con otras creencias, valores, principios y visión del mundo, su presencia se torna disruptiva, pero además, entre más numerosos se hagan los grupos de residentes no originarios, con más ímpetu reaccionarán para imponer sus creencias, cultura y costumbres.
La cultura musulmana por naturaleza se contrapone a la cultura occidental, pues sus principios parecen contraponerse: oriente/occidente; imposición/tolerancia; teocracia/democracia; prohibición/libertad; censura/libertad de expresión; Islam/libertad religiosa.
Y a ello abona la retórica de la ideología de izquierda contra la derecha y lo que denomina “el imperialismo”, en donde se incluyen todos los países del primer mundo; pero, asimismo, las ideologías de tinte socialista magnifican la xenofobia y la discriminación hacia los inmigrantes, a fin de enarbolar banderas, aunque no sean del todo fundadas, pero si constituyen una buena justificación para su lucha.
El enemigo a vencer por la izquierda es occidente por antonomasia y más aún, la tradición cristiana, a la que se carga todo el peso de la sentencia marxista de “el opio del pueblo”; soslayando irónicamente al Islam, que no sólo impone, sino que es la expresión viva de la intolerancia.
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