Por: Redacción
La desnutrición, provocada por una alimentación insuficiente o incorrecta en interacción con los genes celulares, arroja secuelas mayores si ocurre en los primeros 1,000 días de vida a partir de la concepción y, no obstante, los mexicanos desconocen la trascendencia de ese desequilibrio alimentario, señaló el doctor Adolfo Chávez Villasana.
En la presentación de su libro Comer bien para vivir mejor expuso que el escudo de la salud podría prevenir enfermedades crónicas y sería viable si cada comida incluye dos porciones de frutas y verduras, una de granos integrales, la ingesta moderada de cereales refinados y grasas de cocina, y pocos productos animales, preferentemente pollo y pescado.
A esta dieta debe añadirse una actividad física frecuente, agregó el jefe del Departamento de Nutrición Aplicada y Educación Nutricional del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), precisando que la desnutrición, “en sus variadas formas” y muchos otros padecimientos crónicos están considerados en la disnutrición.
Este problema tiene mayores consecuencias para el desarrollo del organismo humano cuando ocurre por un periodo indeterminado durante los primeros 1,000 días de vida desde la concepción, dijo el Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Incluso en primer grado afecta el genoma y provoca que se adapte hasta modificarse en poco tiempo en epigenoma, formado por compuestos y proteínas o etiquetas químicas que pueden unirse al ADN y dirigir la activación o desactivación de genes y el control de la producción de proteínas en células específicas, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano.
Muchos mexicanos no saben la trascendencia de la disnutrición o “consideran que las consecuencias no son inmediatas” y, por tanto, no hacen nada porque “no quieren sacrificar el ahora por un futuro incierto”.
La cultura nacional tiende a no dar valor al cuidado y la prevención de la salud, mientras que al mismo tiempo “modificamos bruscamente la dieta básica de tortillas, frijoles y más” por un consumo comercial de alimentos empacados en cantidades pequeñas, pero con mucho más sabor y concentración energética, que proliferó en todas las comunidades apoyado con subsidio, distribución y publicidad.
Pese a este panorama es posible comenzar a cambiar hábitos con algunas tareas básicas como aumentar el consumo de frutas y verduras, teniendo siempre, por ejemplo, frutero y ensaladera disponibles el mayor tiempo posible; disminuir el consumo de productos animales, sobre todo carne, huevo y leche entera, en todo caso consumir raciones pequeñas o mezclarlas con otros alimentos.
También es necesario aumentar granos integrales, por ejemplo, leguminosas como platos importantes, cereales integrales, soya y avena; disminuir productos azucarados como refrescos y alimentos chatarra y usar aceite, sobre todo de canola, soya, cártamo, ajonjolí y oliva.
No es difícil utilizar el escudo de la salud en la planeación de menús y dietas, pues constituye la base para prevenir enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión arterial. Además es posible adaptarlo a la alimentación mexicana “sin grandes cambios”, y recomendó preferir una alimentación de base vegetal y si es posible natural, es decir, sin refinamientos, procesos y aditivos excesivos.
El doctor Abelardo César Ávila Curiel, investigador de la Dirección de Nutrición del INCMNSZ, comentó que al final del siglo pasado los especialistas advirtieron del incremento en los índices de obesidad en la población rural y de la necesidad de “ir más allá del esquema burdo en el que pobreza es igual a desnutrición y carencias, y que la obesidad afecta nada más a los ricos”.
En la actualidad la prevalencia del sobrepeso en el ámbito rural sobrepasa a la urbana y no sólo se manifiesta en adultos sino también en niños, además de que en menos de 30 años la tendencia de obesidad y exceso de peso en las mujeres ha rebasado a la de los hombres.
La obesidad abdominal, que es la manifestación “más patológica”, abarca prácticamente a 90 por ciento de las mujeres adultas, lo que denota una “situación muy grave”, a la que se suma que de 2013 a la fecha aumentó 30 por ciento la obesidad infantil.
Además “como efecto de la fallida cruzada nacional contra el hambre”, la población que vive en inseguridad alimentaria, es decir, la más pobre, tiene igual prevalencia de obesidad que la no pobre. La mortalidad por diabetes generada por la obesidad alcanzará los 124,000 decesos anuales para 2020 y en lo que va de este siglo han muerto 1.5 millones de mexicanos a causa de este padecimiento.
La presentación del texto fue moderada por el doctor Salvador Vega y León, rector general de la UAM, y en ella participó también la doctora Teresa Shamah Levy, directora de Vigilancia de la Nutrición del Centro de Investigación en Nutrición y Salud del Instituto Nacional de Salud Pública, así como el maestro Rafael Díaz García, director de la División de Ciencias Biológicas y de la Salud de la Unidad Xochimilco de la Casa abierta al tiempo.
El libro Comer bien para vivir mejor, del doctor Adolfo Chávez Villasana, fue presentado en el auditorio Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez de la Rectoría General de la Institución.
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