Por: Oswaldo Rojas/

“El mercado puede permanecer irracional más tiempo del que usted puede permanecer solvente”.

John Maynard Keynes

 

La dependencia económica que México mantiene respecto a Estados Unidos es una constante a la cual regresar para entender porque razón la economía nacional sufre cuando la del país del norte se tambalea.

El crack de 1929 en Estados Unidos tuvo una serie de repercusiones que se extendieron rápidamente, afectando al resto de las naciones, especialmente a Alemania cuyos capitales empresariales se desplomaron a partir de la crisis.

En América Latina el efecto del crack del 29 llevó al cierre de cientos de empresas americanas y aunque a largo plazo permitió la industrialización de dichos países, generó un rezago en el crecimiento económico que duró varios años.

Ante esos cierres repentinos la clase obrera en México buscó participar de forma más activa en la toma de decisión que se referían a la economía. Así, mientras en 1910 apenas había 20 mil votantes para 1934 ya eran 2 millones de votos.

Debido a que la crisis se desarrolló durante el periodo entre guerras los políticos nacionales aprovecharon la incertidumbre que provocaba la inestabilidad laboral y económica para dar discursos que prometían el combate a estos dilemas. Fueron los primeros vestigios de populismo no revolucionario que circularon.

Los economistas empezaron a pensar que una mayor participación del estado ayudaría al modelo regulador y productor del país. Sin embargo, la volatilidad de los mercados financieros por un lado, la ayuda de los gobiernos extranjeros en la defensa de los intereses de sus empresas que operaban en la región por otro o las crecientes disputas internacionales, provocaron serios problemas para varios de los reformados regímenes.

De esto surgieron tres modelos de estado. El primer grupo siguió una dialéctica nacionalista, buscando así la relevancia de las capacidades autónomas del estado por ser eficaz.

La segunda categoría de países estaría compuesta por aquellos gobiernos que modificaron tan sólo algunos elementos, siguiendo casi con exactitud el dictado de los tres principios de Foster de cambio institucional.

En el tercer lugar aparecieron países que  renunciaron a gran parte de su soberanía para adaptarse de una forma más flexible a un contexto internacional en franca recesión.

México se integró al primer grupo. En este caso, México y Chile fueron los dos países de América Latina que fundaron instituciones oficiales que con el tiempo se convertirían en agencias de desarrollo.

Es decir, durante la crisis del 29 México se vio afectado más por la idea de incertidumbre económica que por un verdadero impacto en las finanzas. Aun con eso la clase política uso el temor generalizado para restructurar el discurso y encaminar las políticas financieras a lo que posteriormente se conocería como estado benefactor.