- Los primeros resultados revelan que debe haber una coordinación de los integrantes para usar los dispositivos, porque existen cuestiones de conectividad que llevan a conflictos con potencial de erosionar las relaciones.
Por: Redacción/
El confinamiento voluntario ha impactado de manera profunda a ciertos sectores sociales que enfrentan problemas familiares, ante la obligación de convivir en casas reducidas, compartiendo espacios comunes para estudiar o trabajar, describió la maestra Concepción Huarte Trujillo, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
“Algunos integrantes salen a laborar, mientras otros permanecen en casa para realizar actividades de educación a distancia, como la que nuestra casa de estudios está llevando a cabo desde el mes de mayo con el Programa Emergente de Enseñanza Remota” (PEER), destacó la profesora del Departamento de Sociología de la Unidad Azcapotzalco, en el programa UAM, Responsabilidad social frente al COVID-19 que la radiodifusora de la Casa abierta al tiempo transmite todos los miércoles, a las 12:00 horas.
La académica investiga –junto con la doctora María Teresa Esquivel Hernández– las implicaciones de la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 en la nueva normalidad en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, en particular los problemas que se enfrentan en la cotidianeidad del hogar para pagar renta, transporte y en materia de desarrollo urbano.
El estudio aborda la forma en que se resolvió haber tenido que destinar más recursos en insumos necesarios para el trabajo o la escuela –computadoras, Tablets, conexión a Internet– dado que muchas veces se trata de familias numerosas y de pocos ingresos, que de pronto se encontraron desempeñándose en el domicilio particular, dijo en la emisión conducida por Carlos Urbano Gámiz.
Los primeros resultados revelan que debe haber una coordinación de los integrantes para usar los dispositivos, porque existen cuestiones de conectividad que llevan a conflictos con potencial de erosionar las relaciones, además de que se ha registrado un replanteamiento de los roles, pues antes los padres salían a trabajar y los hijos iban a la escuela y regresaban a la casa a dormir, pero ahora todos están juntos y si bien hay aspectos positivos por la convivencia, las vicisitudes económicas o las adicciones vuelven el asunto más complejo, al aflorar la violencia y las agresiones en un escenario en el que la peor parte la llevan los adultos mayores, las mujeres y los niños.
Esta es una llamada de alarma, ya que las cosas no siempre pueden solucionarse de manera satisfactoria, pues “implica esfuerzos y sacrificios en términos de ceder hacia el otro para que pueda desarrollar sus actividades”, aseveró.
En los casos de viviendas pequeñas o cuando hay hacinamiento, algunas personas deben ir a casas de conocidos a trabajar, aunque en muchas ocasiones también hay solidaridad.
El ruido y los espacios comunes –baño o habitaciones divididas por una cortina– son otros factores que alteran la calma, amén de gastos que antes no estaban contemplados, por ejemplo, el consumo mayor de energía eléctrica, aun cuando el encierro ha significado el beneficio del ahorro de tiempo en traslados a los centros laborales o las escuelas.
Algunos encuestados –vía virtual– dejaron en claro que extrañan a sus amigos e ir a la universidad; la mayoría coincidió en que “al acabar la clase nos quedamos en casa, además de que cuando estoy en la asignatura puedo dejar de hacerle caso a la profesora porque estoy más metido en la música que está escuchando mi vecino”.
La investigación, que será presentada en fecha próxima, arrojó que tanto hombres como mujeres denotan afectaciones por estrés, ansiedad y miedo, sobre todo en familias numerosas, ante lo cual la maestra Huarte Trujillo recomendó “paciencia, tolerancia y comunicación, pues mientras no haya una vacuna, las sociedades deberán aprender de las vivencias en este confinamiento inédito”.
En esta ocasión, el programa de la radiodifusora de la Casa abierta al tiempo abordó el tema: Vivienda, familia y COVID-19.
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