- En medio de la pandemia, las violencias han sido detonador de corrientes emergentes en distintas partes del mundo.
Por: Redacción/
La acción de los movimientos colectivos –entre ellos los feministas y el Black Lives Mater (BLM)– es detonada por un problema común: una cólera y una indignación compartida, en el que la impunidad y el dolor propicia la colaboración y la organización alternativa expresada en el artivismo, sostuvo la doctora Dulce Martínez Noriega, investigadora de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Durante el coloquio Los retos de las ciencias sociales en el siglo XXI: crisis y transformaciones, convocado por la coordinación del Doctorado en Ciencias Sociales de la Casa abierta al tiempo, expuso que en medio de la pandemia, las violencias han sido detonador de movimientos emergentes en distintas partes del mundo que, pese a los contagios, salieron a las calles en busca de justicia social llevando como estrategia de acción política el “artivismo”.
Dicho neologismo se ubica como una práctica que tiene su herencia artística en el siglo pasado, ya sea del arte urbano o de las vanguardias, como el dadaísmo y el surrealismo que más tarde dieron origen a las expresiones de happening, arte conceptual, performance, body art y graffiti, entre otros, afirmó en la mesa Acción política y movimientos sociales.
Citando a Gombrich, la investigadora del Departamento de Relaciones Sociales la UAM refirió que “el artivismo es un movimiento artístico político capaz de restablecer la función social del arte; es una acción de intervención social que toma el lenguaje de las artes para ser parte de la vida cotidiana, retoma el humor, la ironía, no respeta límites de los espacios públicos o privados, ignora las reglas socioculturales, altera los códigos sociales y a la vez desarrolla nuevas tácticas políticas, simbolismos y una resignificación de la protesta”.
Además, se crean narraciones que logran alterar la realidad, transgredir las normas, provocar y conmover al mismo tiempo, son actos estéticos que causan un impacto en las emociones ocasionando la construcción de escenarios similares a un carnaval, que se ha llamado protestival, una práctica que se opone a la racionalidad política e intenta reprogramar el contexto social, donde surge una euforia colectiva sin jerarquías de clases, una forma diferente de reivindicación de los movimientos sociales.
La unión de estos movimientos emergentes es detonada por un problema común, pues hay una cólera grupal, siendo las tragedias –en el caso de los colectivos feministas en México, el incremento de los feminicidios y en el BLM, el racismo– en las que la impunidad y el dolor propician la colaboración y la organización alternativa.
En el caso de algunos bloques negros o grupos radicales en México sus movimientos se caracterizan por incluir la iconoclasia, a la que se ha catalogado como vandalismo, como una forma inmoral de expresión que desprestigia los movimientos emergentes. El daño a monumentos, arquitecturas, espacios públicos o imágenes de valor histórico o cultural es lo que ha sido foco de crítica social a este tipo de manifestación.
El acto de violentar un ícono, sin embargo, también puede ser parte de un artivismo y entenderse “desde la base de la modernidad que destruye para construir” y el resultado es que “convergen en un mismo acto la creación destructiva y la destrucción creativa, de acuerdo con Bauman, citó la investigadora.
La doctora Martínez Noriega subrayó que la apropiación de las instalaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de la Ciudad de México por el Frente Nacional Ni una menos, en septiembre de 2020, se destacó por el recurso del artivismo, de los actos estéticos y del sentir, con acciones que pudieran considerarse destructivas, tal es el caso de la intervención de ciertas pinturas de personajes históricos.
“Dichos actos estéticos, artivistas, iconoclastas, resignifican tanto el espacio como el simbolismo de las pinturas y al igual que la música, los bailes y los cantos son una especie de reacción irreverente que representa esa violenta interrupción de la realidad como se conocía para mostrar la posibilidad de reconstruir otras realidades donde los poderes pueden ser quebrantados”.
Al desarrollar el tema Movimientos sociales convergentes. El uso de la red para la autoorganización, la maestra Daniela Castillo Rodríguez, doctoranda en Ciencias Sociales en el área de relaciones de poder en la Unidad Xochimilco, aseveró que si bien hay conciencia de que el uso del internet y las redes sociales tienen un efecto banalizador, es importante resaltar su papel político y hacer más visible su utilidad para la autoorganización a partir de demandas colectivas.
El acceso a la web es resultado del desarrollo tecnológico de cada país y el siglo XXI ha demostrado ser un potenciador de cambios sociales, siendo una herramienta de conexión ciudadana. Las sociedades, entre más conectadas, más eficientes son para autoorganizarse y si esto permite expresar el descontento hacia los gobiernos, no es casual que éstos busquen el control sobre el internet.
La alumna del Doctorado en Ciencias Sociales expuso que de acuerdo con cifras del Banco Mundial en 2021 cerca de 51 por ciento de la población del orbe cuenta con conexión a internet, sin embargo, el acceso es desigual, pues la región de Europa Occidental, los países nórdicos y América del Norte, concentran 90 por ciento del acceso al servicio.
Por otra parte, hay cambios estructurales que implican transitar de una comunicación de masas a una auto comunicación de masas, donde la ciudadanía pasa de ser receptor de información originada por un mínimo de emisores a ser generadora de información, con lo que se produce un aumento exponencial de la conectividad.
En ese contexto, contar con fuentes alternativas de información es pieza fundamental para la reproducción de movimientos sociales en este siglo, pues históricamente estas fuentes han sido factores decisivos para determinar la extensión y las consecuencias de las revueltas y para explicar cómo hechos aislados pueden alcanzar dimensiones sociales.
En una exploración de movimientos –entre los que destacan el 15-M de España, YoSoy132 de México, Occupy Wall Street en Nueva York y el más reciente estallido social en Chile– dijo que éstos tienen en común que fueron convocados por jóvenes universitarios con un amplio dominio de internet y de redes sociales y que entendieron los alcances de la sociedad red para convocar, informar, mantenerse, comunicar y protestar; convirtiendo además la protestas en trending topic, lo que la garantizaba su cobertura en los niveles nacional e internacional.
Otro rasgo en común es la politización, pues se demuestra que el desencanto ante la clase política y económica expresa los malestares sociales que llegaron a crear indignación en cada uno de los ejemplos, de ahí que cada uno de ellos también se llame movimientos de los indignados.
Una característica común más es que lograron establecer anuncios, acuerdos, líneas de acción y transparentar decisiones colectivas, con lo que aprovecharon la horizontalidad que la red da para concebir colectivos orgánicos y sin líderes. El internet en este caso fue utilizado para demostrar una nueva especie de comportamiento político autoorganizado.
También destaca la autonomía que significaron las redes sociales frente a los medios tradicionales de comunicación, así como la intención de los gobiernos por controlar las redes digitales para minimizar los efectos de la conectividad.
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