- “La UAM tiene una responsabilidad social insoslayable con la seguridad y el bienestar de su comunidad”, señaló José Antonio De los Reyes.
Por: Redacción/
La investigación científica sobre las emociones de los seres humanos ha mostrado que el apoyo social y el sentido de comunidad son “variables centrales para sentirnos acompañados” y para enfrentar de mejor manera momentos difíciles como los provocados por la pandemia de COVID-19 en personas y comunidades, sostuvo el doctor Carlos Contreras Ibáñez, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Durante el primer conversatorio de la Segunda Semana de Bienestar Comunitario y Salud Mental: Acompañando el retorno a lo presencial con rostro humano, expuso que “nuestra cultura está construida de tal forma que se considera que las emociones son sólo de los individuos”; sin embargo, la crisis sanitaria nos ha enseñado que es cuidando la tranquilidad del entorno y participando en el bienestar común “que nos es más fácil sobreponernos a las adversidades, a los temores, incertidumbres y sensaciones que indican que alguien no está bien”.
El académico de la Unidad Iztapalapa sostuvo que la investigación científica en torno a la subjetividad humana ha mostrado cómo el apoyo social y el sentido de comunidad “son variables esenciales para concebirnos acompañados incluso en momentos difíciles en la vida de personas y colectividades”.
Resulta necesario contribuir como grupo para generar ciertas esperanzas y certidumbres, así como herramientas para enfrentar sensaciones de temor en el proceso de retorno a las actividades presenciales en la UAM.
El especialista, quien es especialista en temas de estrés, resiliencia y adversidades sociales, expuso que con el confinamiento hubo un “trastocamiento del sentido común”, es decir, las certezas, la estabilidad y lo que era esperable dejó de ser, “porque no sabíamos qué pasaría si nuestra familia enferma, si habría o no vacunas, qué hace el gobierno o las autoridades de la universidad ante el fenómeno”, entre otras incertidumbres.
De pronto todo quedó paralizado y esta suspensión de las certidumbres “nos hizo perder el sentido de para qué hacemos las cosas” no sólo a nivel personal sino de las familias y las comunidades, lo que aumentó las tasas de violencia, de desencuentros y de insatisfacción, que llevó a una sensación de pérdida de sentido, que a su vez provocó que se agudizaran en general las problemáticas de salud mental como ansiedad, depresión, manejo inadecuado del estrés y problemas de sueño, entre otros.
La ciencia lleva mucho tiempo, al menos desde los años 1990, estudiando “qué cosas nos permiten salir de estas sensaciones negativas, depresivas, de tristeza, y algunos de los hallazgos significativos señalan la importancia de tener control, autoguía y autodeterminación, pero también precisa la relevancia de ayudar a los otros”.
Auxiliar a otros “está interconstruido en nuestra condición como seres humanos” y es muchas veces, si no la solución, un apoyo muy trascendente “cuando tenemos un desastre y un ejemplo lo constituye la solidaridad de la gente ante las consecuencias de los sismos ocurridos en México, es decir, muchas veces se encuentra alivio saliendo a contribuir solidariamente con quien lo necesita”.
Al estar encerrados hay una sensación de incapacidad de poder hacer algo y “sucede que nos vamos también perjudicando” al tener la impresión de que “estamos constreñidos, sólo esperando lo que me tenga que pasar”.
Para sentirse bien, después de un proceso difícil como el que implicó la pandemia, “está en nuestra naturaleza salir a ayudar a los demás, lo que nos hará estar con más control, con más capacidades y, al hacerlo, recibiremos, si todos hacemos algo similar, el apoyo de los demás”.
Contreras Ibáñez apuntó que estar en la universidad “no es ser pasivo y recibir” o buscar información, sino hacer cosas para los otros y con lo que se aprende, porque en la participación en proyectos con otros se encuentra mucha alegría y sensación de tener un sentido y algo que hacer para la comunidad.
El doctor Gustavo Pacheco López, director de la División de Ciencias Biológicas y de la Salud de la Unidad Lerma, quien presentó al doctor Contreras Ibáñez, dijo que no es la primera vez que la humanidad tienen situaciones catastróficas y “todos enfrentamos en mayor medida los duelos y las pérdidas irreparables”, pero la construcción de la esperanza es una actividad proactiva en la cual “nos podemos enganchar en un circulo virtuoso de ir construyéndola con nuestras acciones y nuestro día a día”.
Esta situación de poco control ha sido investigada por las neurociencias, “la conocemos bien y sabemos que en el momento en que damos alguna situación de mínimo control, los sujetos empiezan a construir y plantearse nuevos escenarios de escape o de futuro. Construir la esperanza es una actividad humana que nos posibilita a proyectarnos en el futuro”.
La segunda Semana de Salud comunitaria y Salud Mental, fue inaugurada por el doctor José Antonio De los Reyes Heredia, rector general de la Casa abierta al tiempo, quien indicó que luego de 18 meses de confinamiento, ante una evolución descendente de la pandemia y los fuertes impactos económicos que ha provocado, la sociedad ha comenzado a transitar a una presencialidad, que en el caso de la universidad ha sido cautelosa.
La UAM como universidad pública federal tiene una responsabilidad social insoslayable con la seguridad y el bienestar de su comunidad universitaria, que ha transitado en paralelo con “nuestro compromiso social para las y los jóvenes que de manera ininterrumpida hemos realizado desde abril de 2020 y es por ello que la institución a la par de la propuesta académica del Programa de Transición de Enseñanza en Modalidad Mixta (PROTEMM) ha debido enfrentar con empatía y perspectiva humana distintos protocolos y medidas para lograr una transición responsable hacia la presencialidad”.
Pese a que la emergencia sanitaria no ha concluido la situación de la comunidad no es la misma a la de un año; “hoy enfrentamos retos distintos como el de vivir con esta situación transitoria en la cual no sabemos cuál es el riesgo realmente, ante los cuales debemos seguir siendo cautelosos y cuidarnos entre todas y todos”.
Lo anterior también incluye atender la salud mental en el contexto del postconfinamiento y el retorno gradual a la presencialidad, “esperando que no se agrave por una cuarta ola o algún otro fenómeno del cual no estamos exentos”.
Situaciones emocionales como el estrés, el agotamiento emocional, el duelo, la depresión y la alteración del sueño pueden transcender hacia conductas nocivas como el abuso de sustancias tóxicas y fenómenos de violencia.
“Todo ello es prevenible si se implementan estrategias de información y sensibilización, como las que se hacen en las cinco unidades si se difunde la corresponsabilidad que tenemos cada integrante de la Universidad con el bienestar comunitario, si se socializa la importancia de la prevención y el autocuidado y si participamos todos y todas en este ejercicio con empatía y con identidad universitaria, objetivo de esta Semana de Salud Comunitaria y Salud Mental.
El conversatorio fue convocado por el Proyecto Bienestar Comunitario de esa casa de estudios.
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