Por: María Manuela de la Rosa Aguilar/

Las palabras expresadas por el general Carlos Gaytán Ochoa, durante un desayuno que ofreció el secretario de la Defensa Nacional a generales en retiro, es una alerta a la que debería dársele la importancia que reviste, dado que se trata de un militar con una carrera intachable a lo largo de 50 años de servicio.

El general Carlos Gaytán expresó la gran preocupación de las fuerzas armadas por la situación que vive hoy México.

Y no es para menos, si consideramos el actual contexto nacional en donde priva el libre albeldrío de las organizaciones criminales; en tanto que las fuerzas armadas son sometidas a un desgaste institucional desde hace décadas, ya que se les ha expuesto a un escrutinio extremo, cuando lo único que han hecho es trabajar calladamente con lealtad, cumpliendo no sólo con sus misiones fundamentales, sino con otras que no les corresponden y les han sido impuestas, en vista de la incapacidad de gestión y la creciente impunidad que los distintos gobiernos han propiciado.

En lo que va de este 2019, de enero a septiembre se han cometido 1’520,779 delitos; sólo en septiembre 166,832, o sea que cada minuto se cometen cuatro delitos en promedio.

Por lo que respecta a homicidios, la cifra asciende a 25,890. En septiembre se registraron 2,825. Esto quiere decir que diariamente se cometen casi 95 homicidios, alrededor de 4 homicidios cada hora.

Ojo, México está considerado el segundo país más letal del mundo, después de Siria.

Este país no está en guerra ni es víctima de atentados terroristas, es un país que se ha caracterizado por su política pacifista y de respeto. Pero esta es la ironía de su realidad.

Y mientras, los grupos delincuenciales operan confiados en la inmunidad tácita de que gozan, pese a la evidencia de sus actos; el personal militar no sólo es observado con lupa por la CNDH, sino que con el más mínimo rumor, sin importar que provenga de integrantes de cualquier cártel, se desata de inmediato una ola de ataques, que obligan al Instituto Armado a dar cuenta detallada de sus movimientos, e incluso cuando el personal militar ni siquiera ha tomado parte, se le pone inmediatamente en el banquillo de los acusados, como es el caso muy claro de los hechos de Ayotzinapa. Por ello, no resulta extraño que generales que han dado  toda su vida al servicio de México, se sientan como expresó el general Gaytán “agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados”.

Conocedor de la historia, señaló que “es imposible olvidar las experiencias del pasado, porque en los eventos donde existió la unidad nacional, el país pudo ver sus aspiraciones satisfechas y se construyeron los objetivos nacionales”.

Sin duda, una clara alusión a la división que desde tribunas privilegiadas incitan a la confrontación de la sociedad, tal vez con la desafortunada premisa del “divide y vencerás”, aplicada con absoluta torpeza. Porque bien hizo el general en subrayar que “en aquellos eventos donde dicho valor [la unidad nacional] estuvo ausente, se perdieron territorio y soberanía, el pueblo resultó lastimado, la economía entró en crisis, y el país tuvo que emprender su recuperación, casi desde cero”.

¿Así, o más claro?

México perdió territorio con Antonio López de Santa Anna, pero además de eso, también soberanía: Benito Juárez, con el Tratado MacLane-Ocampo concedió a los norteamericanos derecho de tránsito perpetuo por el Itsmo de Tehuantepec, incluso libre tránsito por territorio mexicano a tropas de los Estados Unidos con abastos y pertrechos de guerra, entre otras concesiones, a cambio de 4 millones de pesos (¿también Juárez vendió al país?).

Aunque afortunadamente dicho tratado nunca fue ratificado por el congreso de los EUA, no deja de ser un hecho perturbador por parte de un personaje venerado y exhaltado por la historia oficial. Y no digo que estos casos sean a los que se refiere el general Gaytán, pero ejemplifican lo señalado por él.

Apuntó que se vive hoy “en una sociedad polarizada políticamente, porque la ideología dominante, que no mayoritaria, se sustenta en corrientes pretendidamente de izquierda, que acumularon durante años un gran resentimiento”.

¿Acaso será ese resentimiento injusto con el que se ha estigmatizado a las fuerzas armadas desde el 68? Porque pese a que ha quedado claro que ambiciones políticas promovieron esa división social dejando en medio al Ejército, nada se dice de los verdaderos culpables, ya que son ellos los que han ostentado el poder, y mientras, las fuerzas armadas han cargado con toda la responsabilidad.

Por supuesto que era inevitable que se refiriera al actual gobierno, que dijo “representa aproximadamente a 30 millones de mexicanos, cuya esperanza es el cambio. Un cambio que les permita subsanar lo que ellos consideran un déficit del Estado para dicho sector poblacional. Respetando el pacto social…. no podemos soslayar que el hoy titular del Ejecutivo, ha sido empoderado legal y legítimamente.”

Y señaló que “sin embargo, es también una verdad inocultable, que los frágiles mecanismos de contrapeso existentes, han permitido un fortalecimiento del Ejecutivo, que viene propiciando decisiones estratégicas que no han convencido a todos, para decirlo con suavidad.”
Estamos, si bien, ante el reconocimiento de una legitimidad que el propio marco jurídico concede al presidente de México; también, de manera respetuosa (como es la forma en que el distinguido militar se conduce, por formación, disciplina y lealtad), se refiere a la incierta y por lo visto carente estrategia de su gobierno, además del desequilibrio de contrapesos de los poderes del Estado, por lo que expresa su gran preocupación al respecto.

Pero además, muy relevante es que diga que “ello nos inquieta, nos ofende eventualmente, pero sobre todo nos preocupa, toda vez que cada uno de los aquí presentes, fuimos formados con valores axiológicos sólidos, que chocan con las formas con que hoy se conduce al país.”

Y no es para menos, si observamos como se ha vuelto parte del paisaje cotidiano el ver a personal militar siendo atacado con todo descaro por sicarios y grupos delincuenciales que de manera ostensible portan armas de grueso calibre, utilizadas en conflictos armados, que actúan con la seguridad de la impunidad que se les confirma día a día; en tanto que los soldados ha recibido la orden tajante de no responder a ninguna agresión, bajo el lema insólito de “abrazos no balazos” por parte de su comandante supremo, que por lo visto está más preocupado por los delincuentes, que por su propia gente. Acción que no deja lugar a dudas del repudio a una institución que no sólo es la única que sirve con profesionalismo y lealtad, sino que callada y abnegadamente continúa de pie frente a la adversidad. La realidad más injusta tal vez de la historia de México.

Considero que por eso el general Gaytán Ochoa asevera: “aquí no estamos soslayando la situación real. Pero estoy convencido que es mi deber, irrenunciable, mantener invariables los principios de honor, valor y lealtad para con el pueblo de México, si!, para con el pueblo de México. Lo refiero porque más de uno quisiéramos soluciones mágicas, o peor, drásticas, ante un entorno histórico que lo que requiere a gritos, es pacificar, educar y mantener sano a México. Tarea verdaderamente difícil, titánica si me lo permiten. En medio de todo esto, se encuentran los soldados, que siguen ofrendando incluso el sacrificio máximo por México.”

Palabras inobjetables que no tienen desperdicio.

Pero además reafirma su total apoyo y reconocimiento al actual secretario de la Defensa Nacional, general Luis Cresencio Sandoval, al reconocer que “el alto mando sostiene hoy sobre sus espaldas, la muy alta responsabilidad de mantener cohesionado al país. De coadyuvar a su pacificación a la brevedad posible, de hacerlo todo con el menor costo social, y la mayor eficacia. ¿Quién aquí cree que ello es fácil? ¿Quién aquí duda de que se está realizando, desde el Ejército y la Fuerza Aérea, el mejor esfuerzo?”

Y sigue cuestionando: “¿Quién aquí ignora que el alto mando enfrenta, desde lo institucional, a un grupo de “halcones” que podrían llevar a México al caos y a un verdadero estado fallido?”
¿A quien o quienes se refiere? No dudo que a civiles empoderados con un injustificado resentimiento contra el Ejército, por formación o deformación ideológica, que seguramente han vivido holgadamente y con gran opulencia de su activismo político, que en México por décadas ha sido una de las actividades más lucrativas. Personajes que, para justificar su “lucha”, se han enfocado en atacar al Ejército, aprovechando su silencio e institucionalidad a toda prueba.

Si las fuerzas armadas hablaran…

Las palaras vertidas por el general reflejan el sentir de los generales en retiro que han sido testigos del acontecer nacional durante toda su vida, aguantando paciente y calladamente ataques infundados a la institución a la que han dado una vida entera, manteniendo la disciplina y la lealtad a ultranza. Pero también es seguro que dicho sentir es compartido de manera unánime por todo el personal militar en activo y retiro.

Él, como seguramente todos los generales ahí presentes, reafirmó su respaldo al secretario de la Defensa y manifestó su solidaridad, poniendo a sus órdenes su experiencia y los conocimientos acumulados en 50 años de servicio a la Nación.

Pese a la elocuencia y honestidad de lo dicho, días después se quiso desacreditar a este distinguido militar, so pretexto de que trabajó para otros gobiernos, confundiéndolo con el proceder de cualquier político que cambia de color e ideología de acuerdo a sus intereses personales. No, que nadie se equivoque, el servicio de las armas no sólo es de carrera, sino institucional y al servicio sólo y exclusivamente de México, sin colores ni ideologías.

Los militares, prudentes y estoicos, comienzan a expresar su sentir, sin menoscabo de su lealtad, valor y profesionalismo, haciendo uso de su legítimo derecho, pero sobre todo, con el afán de que este país no sucumba. Cuidado, esta es una alerta para advertir el riesgo que corre México.