- Perder presencia en 15 entidades y no alcanzar el umbral de tres por ciento de la votación local requerido ya son síntomas de una profunda crisis.
Por: Israel Mendoza Pérez-@imendozape/
La necedad de tener una dirigencia disfuncional en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), encabezada por Jesús Zambrano ya le salió costosa al instituto político, fundado hace más de tres décadas. La pérdida de su registro en la mitad del país, lo hace ver como un partido bonsai y ahora satélite del PRI y PAN. Esa es su realidad.
Sin embargo, la tragedia no sólo es eso. Perder presencia en 15 entidades y no alcanzar el umbral de tres por ciento de la votación local requerido ya son síntomas de una profunda crisis que amenaza con terminar por desfondar al partido que ya no ofrece alternativas, pero sí grandes ilusiones.
Esa es la estrategia de Jesús Zambrano y Ortega, enmascarar los males del PRD con la simulación de una transformación interna con vías a impulsar dentro del partido la socialdemocracia. Es la falsedad más grande para darle vida artificial al PRD. Por su propia historia político-personal ninguno de los dos fundadores de la corriente Nueva Izquierda tiene en su ADN la formación socialdemócrata.
El PRD antes de morena ya defendía los temas de equidad de género y de apoyo a los jóvenes. Ahora, rumbo a su XVIII Congreso Nacional impulsan lo mismo. La dirigencia solo le da vuelta de 360 grados. Incluso a Ortega Martínez se le olvida que su corriente Nueva Izquierda no es la expresión de la socialdemocracia, fue producto de impulsar un grupo al interior del PRD en 1996 con el objetivo de apoyar a Andrés Manuel López Obrador a dirigir al partido del sol azteca.
Sus primeros pasos han sido disfrazar al partido con la aportación del lenguaje incluyente y actualizándolo con todas las normas relativas a derechos humanos, sobre todo a la violencia política de género. Eso es lo cosmético ya que el fondo y esencia de un partido es ganar elecciones y por supuesto aportar a la vida democrática de la sociedad, pero con las derrotas electorales del 6 de junio, la minibancada de 15 diputados en el Congreso y ahora la pérdida del registro en 15 entidades, el PRD se encuentra en la antesala de la desaparición.
Lo mismo ocurre si cambian de siglas, hasta hace unos meses se mencionó de usar el registro del PRD y darle paso a la plataforma Futuro 21 bajo el argumento de preparar un frente opositor al Presidente. Sin embargo, la eterna lucha de los perredistas es que pueden cambiar de nombre, pero no cambiarán de esencia pendenciera entre grupos, corrientes y tribus que le han dado vida al largo de tres décadas.
Los perredistas más optimistas buscan en un congreso reinventarse. Pero esta es la última oportunidad de transformarse de manera profunda o pasar a la historia. Durante su vida como fuerza política, el PRD siempre despierta de cada elección con el objetivo de renovarse para llegar al electorado. Ahora ya es un partido debilitado, arrastrado por años de luchas internas y ahora reducido a una organización de izquierda marginal aspiracionista a socialdemócrata.
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