- Alito estalla contra quienes desde la comodidad de una embajada quieren servir a México y no desde el partido.
Por: Israel Mendoza Pérez-@imendozape/
Enemistado con los exgobernadores priistas, cooptados por la cuatroté, para ocupar lugares en las embajadas, el dirigente nacional del tricolor, Alejandro Moreno Cárdenas, los acusa de militantes falsarios y conchudos. Ve la traición de los escurridizos, pero no se atreve a admitir su grado de responsabilidad al encabezar una dirigencia disfuncional al permitir la atomización de la militancia previo a las elecciones de 2021, en los estados, y dejar a los gobernadores desbalagados.
El ex gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz se convirtió en un político veleta, pasó del partido Verde al PRI y de éste a las filas de la cutroté. El caso de Carlos Miguel Aysa es un ajuste de cuentas entre el ex mandatario de Campeche y Alejandro Moreno, ya que no se pudo retener el supuesto bastión del dirigente priista.
El PRI se convirtió en una arena de “fuego amigo”, ejemplo de ello fue en 2018 cuando una parte del PRI operó a través de la CNC encabezada con Ismael Hernández Deras para darle a Morena la estructura necesaria para ganar la elección en distritos y zonas en las que el voto se orientó o en otras se atomizó.
Ahora, Alito estalla contra quienes desde la comodidad de una embajada quieren servir a México y no desde el partido. Sin embargo, al interior del partido no hay solidez por parte de la dirigencia ni de algunos sectores para hacer frente al partido en el poder.
Alejandro Moreno también tiene responsabilidad histórica. Permitió que el partido tricolor se dividiera desde las gubernaturas. Por un lado, quienes se mantuvieron en la alianza federalistas y los que se colocaron estratégicamente en una posición neutral, aunque más cercanos al gobierno federal.
Desde ese momento se rompieron los equilibrios en el PRI, Moreno Cárdenas perdió el control del partido y bajo el pragmatismo laissez faire, laissez passer, permitió que se vieran a los priistas más reacios a tratar de rescatar al PRI en algunos distritos electorales, mientras otros simplemente dejaron pasar el “cayuco completo”.
Alejandro Moreno tampoco pudo retener la gubernatura de Campeche. Su último “bastión”. Su dirigencia quedó debilitada al interior del partido. Hacia el exterior presume victorias pírricas. Esa es la dirigencia que tienen los priistas, que no pudieron detener y la cual tiene cuentas pendientes y una gran opacidad en su actuar.
La expulsión del PRI de los ex gobernadores, Quirino Ordaz, Carlos Miguel Aysa y Claudia Pavlovich representan una menudencia frente a lo obtenido por la cuatroté. El PRI se encuentra apretujado en sus espacios de poder y el achicamiento de sus estructuras a nivel nacional, lo obligan a convertirse en una fuerza política necesitada de alianzas. Los exgobernadores por eso aceptan cargos. No hay futuro en el PRI.
Moreno Cárdenas es el dirigente que descalifica, señala y acusa a los ingratos que recibieron mucho del partido y ahora le dan la espalda, pero tampoco es autocrítico ni admite que sus errores y decisiones poco estudiadas llevaron al partido a un vacío de poder y a una situación de traiciones cotidianas, propiciadas desde su oficina de Insurgentes Norte.
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