Por: Redacción/
Amigas y amigos:
Iniciamos la campaña, aquí donde comienza nuestra patria, en Ciudad Juárez, iniciamos aquí la campaña como homenaje a este legendario Pasodel Norte, donde se refugió y resistió Juárez y su gabinete, en los tiempos de la lucha contra los conservadores y la Invasión Francesa.
Medio siglo después, en mayo de 1911, aquí también tuvo lugar la batalla decisiva en la cual los revolucionarios, encabezados por Francisco I. Madero, con el apoyo militar de Pascual Orozco y Francisco Villa, derrotaron al ejército federal para propiciar la caída del régimen dictatorial porfirista.
De modo que Ciudad Juárez, antes Paso del Norte, ha sido testigo de hechos históricos trascendentes y punto de partida de importantes transformaciones. Por eso decidimos iniciar nuestra campaña en este sitio por demás emblemático: Ciudad Juárez representa el pasado glorioso, el presente de los grandes y graves problemas nacionales y la posibilidad de lograr juntos, aquí y en todo México, un mejor porvenir para nuestro pueblo y nuestra nación.
La situación actual en Ciudad Juárez es muy parecida a lo que sucede en el resto del país. Antes había más diferencias entre el norte y el sur de nuestra patria. Hasta hace poco, el crecimiento económico en la frontera era superior a la media nacional y por lo mismo había mayoresoportunidades de empleo. A partir de la recesión económica producida en 2008 en los Estados Unidos, Ciudad Juárez pasó a ser uno de los centros urbanos con mayor desocupación en el país.
Aparejada con la crisis económica, ha venido como rémora la crisis de bienestar social, que se sumó a la inseguridad y la violencia que ya venían de tiempo atrás.
Aquí empezó el horror de los feminicidios que, desgraciadamente, siguen ocurriendo en todo el país y con mayor incidencia en las colonias populares de las grandes ciudades de la república. Hoy, las multiplicadas amenazas a la integridad y a la vida acechan en forma particularmente devastadora a las mujeres y a los jóvenes.
No fue casual que el papa Francisco decidiera venir a Ciudad Juárez hace más de dos años para alzar la voz y sostener que uno de los principales flagelos a los que se ven expuestos los jóvenes es la negación de su derecho al estudio y al trabajo sostenible y redituable, y la imposibilidad de realizarse y proyectarse. Esto genera condiciones de pobreza y marginación, y esta pobreza y esta marginación son el mejor caldo de cultivo para que caigan en el
círculo del narcotráfico y la violencia.
Ha sido tan pronunciada la decadencia del país en los últimos tiempos que sólo la fortaleza cultural de nuestro pueblo permite explicar porqué tanto aguante y resistencia. Hemos padecido no sólo crisis económica y colapso del bienestar social sino de corrupción política, inseguridad y violencia.
Según nuestro diagnóstico, el problema se originó a partir de la aplicación del llamado modelo neoliberal que no ha dado resultados ni siquiera en términos cuantitativos. Baste señalar que en treinta años, descontando el aumento de la población, el crecimiento real de la economía ha sido de cero. Pero quizá lo más perjudicial es que dicha
política económica ha desatado la corrupción más colosal y dañina que se haya registrado en la historia de nuestro país.
Desde el gobierno de Carlos Salinas se optó, de manera absurda, por abandonar el campo y acabar con la industria nacional, y el Estado dejó de promover el desarrollo. Los defensores del actual modelo económico hablan de modernidad, pero no dicen que esa modernidad es sinónimo de economía de élites, y que es excluyente para las mayorías y provechosa sólo para una minoría. Suelen poner como ejemplo de sus supuestos logros los beneficios del Tratado de Libre Comercio que, sin ser del todo inexistentes, han tenido un costo altísimo y limitados
resultados.
Pueden argumentar lo que quieran, pero no se puede hablar del éxito del modelo exportador cuando la economía ha permanecido estancada durante tres décadas. El fomento de una economía para las élites no significa ni desarrollo ni creación de empleos.
En otras palabras, si fuera cierto que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) sólo beneficia a México, nuestra economía no permanecería estancada ni habría migración. Un dato importante: En 1970, cuando las exportaciones de México sólo representaban 8 porciento del PIB, el crecimiento de la economía era del 6.5 por ciento, mientras que ahora, cuando las exportaciones significan 36 por ciento del PIB, la economía sólo crece en 2.3 por ciento.
No somos, por tanto, un país que esté progresando gracias a la apertura externa, pues, aunque exportamos mucho en valor, también importamos la mayor parte de lo que consumimos; nuestras exportaciones no generan desarrollo tecnológico propio y en estas décadas hemos experimentado un severo retroceso en materia de soberanía nacional.
Hacemos referencia a lo que supuestamente ha funcionado mejor, pero a pesar de ello la situación económica de la gente en Ciudad Juárez y en todo México es peor que la existente hace treinta años. Por ejemplo, un trabajador de la industria automotriz en Ciudad Juárez gana 2.47 dólares por hora, mientras que en Estados Unidos un obrero con la
misma especialidad recibe 29 dólares por hora; es decir, diez veces más.
Pero lo más injusto e indignante ha sido la pérdida del poder adquisitivo del salario mínimo. El más reciente reporte del Centro de Análisis Multidisciplinario de la Facultad de Economía de la UNAM afirma que hace 30 años un salario mínimo alcanzaba para comprar cincuenta y un kilos de tortilla, y que ahora sólo alcanza para adquirir seis kilos de tortilla; de acuerdo con los estudios de este centro académico, la pérdida de poder adquisitivo del salario en éste
periodo llega a 80 por ciento (a octubre de 2017). De ese tamaño ha sido el empobrecimiento del pueblo durante el periodo neoliberal.
Y en forma paralela a este infame manejo económico, la corrupción campea con toda impunidad en la administración pública. Nunca antes había padecido el país tanta corrupción como ahora. Podrán acusarme de exagerado o extremista e incluso podrán argumentar que siempre ha sucedido lo mismo, pero la descomunal deshonestidad del periodo neoliberal (de 1983 a la fecha) supera por mucho lo antes visto y no tiene precedente.
En la época postrevolucionaria, de los años 30 a los 80 del siglo pasado, los gobernantes no se atrevían a privatizar las tierras ejidales, los bosques, las playas, los ferrocarriles, las minas, la industria eléctrica, ni mucho menos a enajenar el petróleo; sin embargo, en estos aciagos tiempos del neoliberalismo, los gobernantes se han dedicado, como en el Porfiriato, a concesionar el territorio y a transferir empresas y bienes públicos, e incluso funciones del
Estado, a particulares nacionales y extranjeros.
En estos tiempos, el sistema en su conjunto, ha operado para la corrupción. No se trata, como antes, de actos delictivos individuales o de una red de complicidades para hacer negocios al amparo de los cargos públicos; ahora, la corrupción se ha convertido en la principal función del poder político y el encubrimiento, la impunidad y la
complicidad son el principal aglutinante de los grupos que se han sucedido en el ejercicio del gobierno, sean del PRI o del PAN.
Por eso, nuestra propuesta tiene como principal propósito desterrar la corrupción y la impunidad. Así como Júarez separó al Estado de la iglesia, ahora vamos a separar al poder económico del poder político. El gobierno va a representar a pobres y a ricos, a mayorías yminorías, a creyentes o no creyentes, a pobladores del campo y de la
ciudad, a mexicanos de todas las clases sociales, preferencias sexuales y culturas.
El nuevo gobierno democrático dará el ejemplo en el combate a la corrupción; los servidores públicos serán mujeres y hombre de inobjetable honestidad. Ninguna persona con antecedentes de enriquecimiento ilícito será invitada a participar en la función pública. Llegar al gobierno no significará la obtención de un privilegio o la oportunidad de hacer negocios al amparo del poder.
El gobierno dejará de ser una fábrica de nuevos ricos y cambiará por completo la imagen que el mundo tiene de nuestro país. Además, hay suficientes razones y datos contundentes para sostener que erradicar la corrupción en el gobierno nos permitirá ahorrar cuando menos el 10 por ciento del presupuesto público, es decir, más de quinientos mil millones de pesos al año. La fórmula que proponemos consiste en acabar con la corrupción, con la impunidad y con los privilegios y, sin aumentar impuestos ni endeudar al país, financiar el desarrollo de México con los vastos recursos económicos que actualmente desaparecen en el hoyo negro de los desfalcos, los desvíos, las malversaciones, los sobornos y los “moches”.
Desde el primero de diciembre de este año dispondremos de mayor inversión pública, la cual será utilizada como capital semilla para fomentar la inversión privada y para destinar presupuestos significativos a la educación, la cultura, la producción, la creación de empleos, la dignificación y reactivación del agro, el financiamiento de programas de desarrollo regional de largo alcance, la cobertura de necesidades básicas de la población, incluyendo la recreación y el deporte, y las tareas de reconstrucción en las poblaciones afectadas por los sismos del año pasado.
Vamos a impulsar ese desarrollo regional de sur a norte, con la puesta en práctica de proyectos para retener a la población en sus pueblos, ampliando oportunidades de trabajo y bienestar.
Así, por ejemplo, vamos a sembrar un millón de árboles frutales y maderables en el sureste, en donde se crearán cuatrocientos mil empleos; se fomentará el turismo en el Caribe y en las zonas arqueológicas de las culturas olmeca y maya, porque vamos a construir un tren de alta velocidad de Cancún-Tulum-Calakmul-Palenque; se construirán dos grandes refinerías en la costa del Golfo de México para dejar de importar gasolina y bajar los precios de los
combustibles. Se crearán un corredor económico y comercial en el Istmo de Tehuantepec y se ampliarán los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos.
En esa franja, que es la más angosta del país, se construirá una línea férrea para trenes de carga y contenedores para comunicar a los países del Pacífico con la costa Este de Estados Unidos.
Vamos a construir dos pistas en la base aérea militar de Santa Lucía para resolver el problema de la saturación del actual aeropuerto de la Ciudad de México. Dicho de otra forma, se suspenderá la construcción del nuevo aeropuerto en el Lago de Texcoco y, con ello, ahorraremos más de 200 mil millones de pesos.
Este proceso se llevará a cabo con estricto apego a la ley, buscando siempre el acuerdo con las compañías a las cuales se les han adjudicado contratos; garantizando el pago de bonos y protegiendo las inversiones de las Afores; es decir, se actuará con legalidad, y se dará certidumbre, sin corrupción.
Asimismo, nos estamos comprometiendo a que habrá cobertura de internet en todo el país y será gratuito en caminos, espacios públicos, escuelas y hospitales. Hoy solo el 25 por ciento del territorio nacional está comunicado con telefonía móvil. En todo el país se fijarán precios de garantía para los productos del campo, a fin de detener la migración y lograr la autosuficiencia alimentaria; la tendencia será fortalecer el mercado interno y producir en México lo que consumimos; también se impulsará la industria de la construcción para que haya empleos, se ejecutarán las obras públicas necesarias como caminos, hospitales, escuelas, vivienda, la introducción de servicios, el programa de transición a energías limpias y el cuidado de los recursos naturales y el medio ambiente.
El nuevo gobierno buscará la modernidad desde abajo y para todos. Habrá un crecimiento económico horizontal, es decir, en todo el país, no sólo en pequeños islotes, como ha venido sucediendo en los últimos treinta años.
Fomentaremos el desarrollo a lo largo de los tres mil ciento ochenta y cinco kilómetros de frontera con Estados Unidos y allí se creará una zona libre o franca para promover la inversión, el desarrollo productivo y tecnológico, así como la creación de empleos. Esta será la última cortina para retener trabajadores en nuestro territorio.
De manera puntual señalo lo siguiente:
1. Se van a recorrer las aduanas mexicanas hacia el sur, tierra adentro, de veinte a treinta kilómetros de la línea divisoria.
2. En la zona libre o franca se reducirá el Impuesto Sobre la Renta (ISR) a 20 por ciento.
3. El Impuesto al Valor Agregado (IVA) será de 8 por ciento en promedio, la mitad de lo que se cobra en la actualidad.Específicamente, en las ciudades fronterizas de México se aplicará la misma tasa impositiva que en el lado estadounidense; es decir, en California, cobran 8.5 por ciento, en Arizona, 8.2; en Nuevo México, 7.5; y aquí, en la frontera con Texas, 8.2 por ciento.
4. Se reducirán Impuestos Especiales a la Producción y Servicios (IEPS) para establecer tarifas y precios de gasolina, diésel y electricidad iguales a los de Estados Unidos.
5. Desde el 1 de enero del 2019, en toda la zona libre de la franja fronteriza, se aumentará el salario mínimo a cuando menos el doble de lo estipulado en la actualidad. Se trata de un asunto de justicia y sin riesgos de inflación porque habrá, como lo hemos dicho, reducción de impuestos y de precios de energía, de tal manera que, al subir el
salario y bajar otros precios, el nivel general de precios quedaría igual o, incluso, podría bajar.
6. En todas las ciudades de esta zona libre fronteriza se llevará a cabo un plan de desarrollo urbano integral que incluirá el ordenamiento del uso del suelo, la introducción de agua potable, drenaje, pavimentación de calles, construcción de vivienda, guarderías, unidades deportivas, espacios culturales, escuelas ,hospitales y otras obras y servicios. Añado que, como en todo el país, desde finales de este año iniciará el programa para garantizar a los
jóvenes el derecho a la educación y al trabajo. Asimismo, aumentará al doble la pensión de los adultos mayores y todos los discapacitados pobres recibirán un apoyo de la misma cuantía.
No vamos a descartar la posibilidad de convencer a Donald Trump de su equivocada política exterior y, en particular, de su despectiva actitud contra los mexicanos. Estamos dispuestos a poner sobre la mesa, en su momento, nuestro programa de desarrollo para impulsar el crecimiento, generar empleos y garantizar el bienestar y, así, enfrentar de manera conjunta las causas que originan la migración, la inseguridad y la violencia. Reiteramos: no es con muros ni con el uso de la fuerza como se resuelven los problemas sociales y los asuntos de seguridad, sino con desarrollo y bienestar.
También expreso, con toda claridad, que no estamos en contra del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Sin embargo, sería conveniente que la firma de los nuevos acuerdos se realizara luego de las elecciones presidenciales del primero de julio, para buscar equidad y consensos, no afectar sectores productivos de México
e incluir asuntos importantes como la definición de salarios y el tema migratorio.
El nuevo gobierno democrático mantendrá siempre una actitud respetuosa hacia el gobierno de Estados Unidos, pero haremos valer nuestra autoridad soberana. Defenderemos el derecho de nuestros connacionales a ganarse la vida en cualquier lugar del mundo con su trabajo honrado. Adelanto que en poco tiempo los consulados de México en Estados Unidos se ocuparán por completo de la atención a nuestros paisanos; para efecto práctico, se convertirán en auténticas defensorías al servicio de los migrantes.
Insisto: buscaremos establecer con Estados Unidos una relación bilateral fincada en la cooperación para el desarrollo y el respeto mutuo. Protegeremos a los migrantes pero, al mismo tiempo, aplicaremos una política económica generadora de empleos que garantice a los mexicanos trabajo, salarios justos y bienestar en sus lugares de
origen, donde están sus familiares, sus costumbres y su cultura. El sueño que me inspira y quiero hacer realidad es que México se convierta en una potencia y que sus habitantes sólo salgan de sus pueblos por gusto y no por necesidad. Entonces, ninguna amenaza, ningún muro, ninguna actitud prepotente de ningún gobierno extranjero
podrá impedir que podamos trabajar y ser felices en nuestra querida patria.
Amigas y amigos: Estoy confiado que la crisis nacional está por terminar y que nada podrá opacar de manera perdurable el nombre de México ni impedir que triunfe la causa de la justicia. Nuestra nación, que tanto ha sufrido,
saldrá adelante, como ha pasado en otros tiempos de adversidad. La cultura y la cohesión social de nuestro pueblo nos ha permitido sobrevivir y sobreponernos a todas las calamidades. México ha desafiado, a lo largo de su historia, hambrunas e inundaciones, guerras, invasiones y viles zarpazos a su territorio.
Pero siempre se ha levantado y ha superado los daños de epidemias y temblores, miserias públicas, malos gobernantes y saqueos monumentales. La profecía de los antiguos poetas es real y verdadera: mientras exista el mundo, nunca terminará, no acabará la fama y lagloria de nuestro México Temoanchan, Yokotan, Potonchan, Tollán,
Caxcan, Colliman, Aztlán, de nuestro México Tenochtitlán.
Amigas y amigos: En tiempos de tristezas y decepción hay un ánimo que despierta y entusiasma el corazón.
Puede ser una utopía, un ideal inalcanzable, pero ya somos muchos, m illones de mexicanas y mexicanos quienes queremos la paz con justicia y dignidad, el desarrollo sustentable, el imperio de la legalidad, el bienestar, la vida buena.
Hace mucho tiempo que no existía un entusiasmo como el actual ante la inminencia de un cambio de régimen, ante la cercanía de una transformación mayor; en muchas décadas no habíamos tenido al alcance de la mano, como ahora, la construcción o la reconstrucción de la patria. Esa es la buena nueva. Estamos a punto de exclamar de manera colectiva, como no se había escuchado en los últimos cien años, con toda nuestra alegría, un triunfante.
¡Viva México!
¡Viva México!
¡Viva México!
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