Por: Arnulfo Roque Huerta/
Trabajar es sin duda una labor que cualquier persona que quiera vivir de manera digna tiene que desempeñar. El trabajo es una obligación para quien desea comer, vestir, divertirse, tener un lugar digno en el cual vivir y muchas otras actividades de la vida cotidiana. En México las personas trabajan ocho horas al día y en algunos casos hasta diez, lo cual hace que el trabajador mexicano viva constantemente estresado llevando a cabo sus labores con desgano y molestia además de ver al trabajo como una carga pesada que de cualquier forma se debe desempeñar.
Según The Institute of Applied Economic and Social Research, trabajar más de veinticinco horas a la semana puede causar serios daños al cerebro pues después de este lapso las funciones cognitivas se debilitan. Cuando leemos este tipo de estudios pensamos en lo difícil que puede ser evitar el daño pues trabajar veinticinco horas a la semana implica tener que hacerlo de lunes a viernes cinco horas cada día, lo que es la mitad de la jornada laboral para la mayoría de los mexicanos.
En el caso de nosotros los profesores las horas laborales pueden variar según el nivel en el cual nos desempeñemos, el número de escuelas para las que trabajemos, la materia que impartamos, entre otras variantes, pero de una u otra forma la mayoría de los docentes rebasamos las veinticinco horas límite para mantener nuestro cerebro saludable lo que sin duda debe preocupar pues quien enseña tiene que conocer, saber y dominar los temas de su área o asignatura para lo cual es necesario tener al cien nuestras funciones cognitivas.
La etimología de la palabra trabajo viene del latín “tripalium” que literalmente significa tres palos, el cual era una especie de instrumento conformado por tres estacas, en el cual amarraban a los esclavos; también significa molestia, tormento o suceso infeliz. El significado de la palabra por sí mismo ya es estresante y atemorizante pues en el estricto sentido el trabajo es un castigo, una tortura y un modo de esclavismo.
Pero claro está que todo depende del cristal con que se mire, pues aunque muchos ven de la forma antes mencionada al trabajo y otros tantos de formas peores, también es posible percibir nuestras actividades remunerables cómo una forma digna de vivir, como la manera más grata de ser productivos y por qué no como un deleite. Seguramente muchos pensarán que estoy loco al creer esto, más estoy completamente seguro que se puede disfrutar de cualquier profesión u oficio cuando deja de ser un trabajo y se convierte en vocación.
Ciertamente trabajar solo veinticinco horas suena muy complicado y no estresarse en un trabajo como la docencia lo suena aún más, pero cuando se tiene una verdadera vocación nunca se verá la enseñanza como trabajo pues no es una forma de esclavizar sino de liberar, nunca se verá como una molestia sino como un bienestar propio y para los demás, jamás se advertirá como un tormento sino como la mejor manera de salir de él y por supuesto nunca será tomada como una actividad estresante sino como la mejor terapia para evitarlo.
Entonces trabajar menos de veinticinco horas sí es posible, cuidar nuestro cerebro y mantener al cien nuestras habilidades cognitivas es completamente plausible, evitar el estrés laboral es totalmente verosímil si comenzamos a disfrutar de lo que de una u otra forma debemos realizar para vivir de la manera más digna y cómoda.
Les dejó una frase de Tales de Mileto para la reflexión: “Busca siempre un quehacer; cuando lo tengas no pienses en otra cosa que en hacerlo bien.”
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