Autor: Arnulfo Roque Huerta

La semana pasada Gerardo me visitó en el colegio, tenía ganas de platicar con alguien y recibir algún buen consejo sobre la situación en la que se encuentra, la cual lo tiene al borde del final de su vida como estudiante (misma que apenas comienza). Había sido mi alumno apenas el ciclo pasado y aunque siempre fue un tanto inquieto también mostraba un grato desempeño como educando manteniéndose por arriba del promedio. Después de cursar satisfactoriamente el tercer grado de secundaria, logró obtener un lugar en una muy buena escuela para continuar con su educación media superior; pero ahora se encontraba con todas las materias reprobadas.

En verdad no podía creerlo; qué es lo que hizo o mejor dicho, qué es lo que dejó de hacer para encontrarse en esas condiciones; claro, todo estaba relacionado con lo que dejó de realizar, pues olvidó que las aulas son para ocuparlas y las materias para cursarlas aprendiendo de las clases lo más posible, pero algunos de sus profesores no tenían idea de Gerardo era parte de la matricula estudiantil. Olvidó también que las escuelas son para educarse y no para ir a perder el tiempo, además olvido que el término estudiante no se obtiene por estar matriculado a un colegio sino por estar realizando dicha acción: “estudiar”.

Me dio tristeza verlo como lo vi pues aunque aún conservaba la infancia en sus ojos y la calidez en su rostro intentaba ocultarlo tras un disfraz que no le pertenecía: un corte de cabello distinto, las cejas depiladas, mejor dicho rasuradas (estropeadas), arete en cada oreja… una facha más de vándalo que de estudiante; se notaba que estaba fumando en demasía, pues el olor en sus ropas así como el color de sus dientes y dedos lo delataban, al parecer también bebía para socializar. Esta metamorfosis había ocurrido solo en seis meses.

Todo había comenzado con salirse la primera vez de clase “total, qué tanto perdería por no asistir una vez”, después podría conseguir los apuntes y listo; sin embargo a la primera vez le siguió una segunda, una tercera y así sucesivamente, no solo en una materia, sino en todas. Entonces se perdió de todo lo que podía aprender, perdió cada clase con buenos maestros, perdió exámenes, perdió buenas notas, perdió oportunidades de aumentar sus habilidades, pero sobre todo perdió el tiempo.

Ahora que lo reflexiona se da cuenta de que no ha perdido solo el semestre sino un año completo pues la única manera de continuar es volver a comenzar; pero ¿qué pasa con el año perdido? Podríamos pensar que le servirá de aprendizaje (y en parte es verdad) pero es muy claro que si algo no se puede recuperar en esta vida es el tiempo, pues el tiempo no espera a nadie, no se detiene, nunca hace una pausa y entre más crecemos más rápido avanza (así se percibe debido a su relatividad).

Comenzar de nuevo no es fácil, muchos chicos en estas condiciones prefieren renunciar, dejar de estudiar y aumentar el porcentaje de “ninis” de nuestro país o peor aún dedicarse a negocios ilícitos, vicios o delincuencia organizada. Esta historia es muy constante: muchachitos que al entrar a la preparatoria creen ser dueños del mundo, chicos imaginando que conseguir un lugar en alguna buena escuela es suficiente, jóvenes que no entienden que el tiempo puede ser cruel y despiadado, demanda dedicación y empeño, que el tiempo los persigue y siempre los alcanza.

Existe una frase extraordinaria del poeta estadounidense Walt Whitman que dice: “Toma las rosas mientras puedas, veloz el tiempo vuela. La misma flor que hoy admiráis, mañana estará muerta…”. Esta frase nos debe llevar a la reflexión como padres, maestros y alumnos, para entender que el tiempo es hoy, que debemos aprovechar cada instante, cada oportunidad, pues lo que no hagamos hoy tal vez para mañana ya será imposible.

Padres, hoy nuestros hijos son muchachos moldeables pero el tiempo avanza veloz e intenta arrebatárnoslos para incrustarlos en un mundo voraz donde no podremos estar para siempre, donde sus oídos no escucharán nuestra voz, donde los consejos que guardamos para “cuando sean mayores” ya no los alcanzarán, donde la corrección que no les dimos será añorada por nosotros y por ellos; por eso hoy es tiempo de hacerles notar que estamos presentes siempre que nos necesiten, hoy es tiempo de aconsejar sin agotarse, de acostumbrarlos a nuestra voz para que nunca la olviden pero sobre todo es momento de corregirlos, de guiarlos, de llamarles la atención si es necesario, de instruir su camino y observar como lo recorren satisfactoriamente. Es hoy, pues mañana tal vez sea tarde.

Profesores hoy es tiempo de formar ciudadanos honestos, trabajadores, respetuosos y listos para mejorar nuestra sociedad, hoy es tiempo de preparar a quienes pueden ser nuestros futuros médicos, abogados, arquitectos…es tiempo de moldear a quienes pueden ser los profesores de nuestros hijos y nietos, es tiempo de rescatar jóvenes del abismo de la mediocridad y el conformismo, es tiempo de dejar de ser maestritos y convertirnos en “mentores”. Es hoy, mañana tal vez será tarde.

Jóvenes hoy es el tiempo de estudiar, de esforzarse, de colocar los cimientos para edificar un gran futuro, hoy es el tiempo de crecer, de madurar de dejar los arranques infantiles, de creer que todo gira en torno a ti, hoy es tiempo de darte cuenta que el tiempo avanza rápido y no esperará por ti. Hoy es el tiempo, mañana tal vez será tarde.