Por: Arnulfo Roque Huerta/
En mis columnas siempre he hablado de lo importante que es ofrecer al alumno siempre lo mejor de uno mismo, tratándolo de manera respetuosa, tener empatía con ellos y cuidar a toda costa su integridad física y mental; sin duda los maestros con los que trabajo siempre han realizado su práctica docente de la mejor manera pero a veces esto no es suficiente pues algunos compañeros se ven en la penosa necesidad de hacer frente a padres molestos que antes de investigar arremeten contra su trabajo e integridad por el hecho de que su vástago considera injusta alguna situación al interior del salón.
La semana pasada me encontré con una compañera a quien noté preocupada, estresada y muy triste, su estado de ánimo no era para menos pues se encontraba en una situación que aunque no estamos exentos de ello nuca pensamos que nos tocará vivir cuando decidimos tratar de educar a los hijos de otras personas; aquella mañana los padres de una alumna llegaron a la escuela furiosos y con la intención de acabar con la carrera de la profesora pue según ellos su hija había sido exhibida frente a todo el grupo recibiendo de la profesora un trato inhumano y poco profesional.
Cómo en México no aplica la ley que dice “nadie es culpable hasta que se compruebe lo contrario” (sino al revés) le tocó a la maestra ser culpable hasta que se comprobara lo contrario y por supuesto la institución se dio a la tarea de comprobar lo contrario mientras los retos de los padres continuaron sin parar, en medio de insultos y amenazas de demandas la maestra intentaba explicarles lo sucedido pero ellos ya estaban decididos a hacer pedazos cualquier argumento y de ser posible a la misma maestra.
Aquel mismo día tuve la oportunidad de encontrarme sin querer con los susodichos padres y notar su molestia y poca educación (aunque se jactaban de lo bien preparados que están) aun sin conocerme del todo bien y sin saber mis ocupaciones dentro de la institución me reprocharon de forma muy acalorada y de forma poco amigable el haber ingresado a un salón donde ellos se encontraban discutiendo con otra profesora del plantel sin saber que puedo entrar a cualquier salón de la escuela para la que trabajo sin tener que pedirle permiso a ningún padre de familia.
Al notar su actitud prepotente y poco educada hacia mi persona supe inmediatamente por lo que estaba pasando la profesora, pues si se dirigían a mi persona de esa manera (sin que yo les hubiese hecho ningún tipo de falta de respeto) cuán más lo harían con quien consideraban los estaba ofendiendo con el simple hecho de respirar, así que me di a la tarea de escuchar a la maestra quien agobiada me contó la situación.
Algunos días antes la profesora como instrumento de evaluación aplicó un examen a sus alumnos de primer grado de secundaria, no mucho tiempo después de empezada la prueba la hija de los ofendidos padres volteó a observar el examen de un compañero sentado en la butaca de atrás por lo que la maestra le retiró la hoja de la prueba pues ésta ya no podía ser objetiva; la alumna llegó a casa y les contó a los padres lo ocurrido pero aumentando y omitiendo algunas cosas según su perspectiva y ellos le exigieron a la maestra que se disculpara con su hija (así como lo leen) pues consideraban que su hija estaba siendo maltratada.
La maestra para evitarse cualquier tipo de problema se disculpó con la niña frente al grupo pensando que con eso sería suficiente para calmar el furor de los padres pero le resultó peor pues ahora el problema era que al hacerlo frente al grupo la alumna quedaba exhibida como problemática por lo que el problema continuó y los tonos se elevaron a gritos y ofensas completamente infundadas.
Sé que los profesores no siempre actuamos del todo correcto pero también sé que en ocasiones llegamos a conocer más a los chicos que sus propios padres; a veces los alumnos en un afán de salir bien librado de una situación poco favorable cuentan a los padres según su perspectiva (no siempre con malicia, pero si bajo su conveniencia) sin dudar en comprometer a terceros.
Es verdad que debemos creerles a nuestros hijos, pero también es necesario investigar antes de lanzar un juicio; arreglar los problemas por las vías civilizadas, la charla antes que el grito y los acuerdos antes que la amenaza. Siempre estaré en contra de las injusticias y cuando un alumno salga lastimado voy a buscar que se le haga justicia a como dé lugar, pero también estaré de lado de los compañeros cuando ellos sean víctimas de acusaciones infundadas y de padres enojados.
Concluyo ahora con una frase mía: “Un profesor busca educar a los hijos de otras personas, pero a veces los que deben ser educados primero son los padres de familia”.
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