Por Arnulfo Roque Huerta
Nunca me dejará de sorprender lo impresionante de los edificios de arquitectura oriental, son lindos por fuera pero mejores por dentro. Es agradable recorrer esos largos pasillos donde se ubican los salones y justo frente a ellos los dormitorios: estos cuentan con 15 literas de tres camas perfectamente tendidas y distribuidas en la mitad de la habitación; mientras que en la otra mitad existe una mesa larga de madera, la cual al momento de servir los alimentos es depositaria de platos y vasos de plástico, además de ser rodeada de 45 banquitos (a veces menos) en donde igual número de niñas comparten el pan no sin antes dar gracias por poder contar con el alimento cada día.
Esas 45 niñas viven de manera ordenada y armónica (bueno, algunas veces no tan armónica) en esa habitación, donde su guarda ropa cuenta (según me cuentan las alumnas) con dos uniformes escolares, un pants, dos playeras, dos shorts, tres pares de tines, una gorra, dos licras, tres playeritas para usar bajo el uniforme, una toalla y un faldón (así le llaman ellas) que hacía las veces de bata de baño; claro que no podían faltar sus sandalias y los tenis azules (de los que ya les conté). En temporada invernal se les asigna una chamarra la cual es devuelta cuando la primavera regresa.
Así, aquellas pequeñas conviven diariamente con chicas de varios estados de la república; sus costumbres, sus temperamentos, sus acentos son tan diferentes y su manera de ser no se diga, sin embargo eso no impide que formen una familia. Sí, así se conoce a cada sección en las que son divididas pues juntas conviven día a día compartiendo tareas, actividades, penas y triunfos, en verdad llegan a quererse como una verdadera familia. Cabe mencionar que cuentan con una hermana mayor como ellas le llaman, la cual suele ser una chica de bachillerato.
La palabra familia es tan corta pero el significado no solo etimológico sino social, cultural y emocional es en verdad profundo, no se puede comprender a través de estudios, tratados o debates que sólo causan confusión y enfado; para lograr comprenderlo se tiene que vivir en una.
Aquella mañana una niña tomó la palabra y me pidió les contara un cuento. Era la hora de lectura y la propuesta me encantó; entonces comencé a narrar la historia de un pequeño que vive grandes aventuras, vence gigantes, supera pruebas y es capaz de ofrecer su propia vida por conseguir que su familia se encuentre siempre bien y a salvo.
Esto generó nostalgia en las chicas pues muchas recordaban su hogar, el cual estaba para ese momento tan lejano pero al mismo tiempo presente y fresco en su memoria. Aunque en este colegio contaran con grandes amigas y con el cariño de tanta gente siempre añoraban el beso y los mimos de mamá, la protección y la seguridad de papá, los juegos y por qué no las riñas entre hermanos y todos esos momentos que compartían juntos; sí, en familia.
A mí me hizo recordar aquellas noches cuando la colonia se quedaba sin luz eléctrica, donde mi padre reunía a toda la familia entorno a una vela, sentados en el piso, todos expectantes y entusiasmados, solo para escuchar las más fabulosas historias, inolvidables para mí hasta el día de hoy.
Recordé también a mi madre comprándome una nieve de limón después de arrancarme un diente flojo con un hilo (técnica casi ancestral de mi familia y de muchas otras); Sí, recordé a mi familia y lo importante que fueron para mi formación y crecimiento.
A muchos maestros nos ha tocado ser adoptados como padres por más de un alumno (no legal, pero sí sentimentalmente) el cual puede ver en una maestra la madre que nunca conoció o en un profesor al padre que nunca está en casa; nosotros terminamos queriendo sinceramente a esos chicos e intentamos ayudar lo más posible, pero cuando están con su mamá y su papá son realmente felices pues no hay nada ni nadie que pueda sustituir ese amor.
Con estas chicas no era la excepción, pues el mejor día del año para ellas era en el mes de mayo cuando recibían la visita de sus verdaderas familias; ver sus rostros ese día era tan emocionante: en la entrada de la escuela se ponía un largo listón y los padres esperaban detrás de él, mientras las niñas eran formadas fuera de sus edificios y a la cuenta de tres el listón era cortado; momento exacto en que niñas y padres corrían a encontrarse, fundiéndose en un abrazo eterno acompañado de lágrimas y besos.
En ese momento olvidaban cualquier problema, olvidaban las noches tristes añorando su casa; en ese día las amigas, profesoras y profesores solo formaban parte del escenario porque ahí estaban mamá y papá con ellas. Ese tipo de encuentros tienes que vivirlos para darte cuenta que en este mundo no hay nada mejor que la familia.
El famoso actor de la saga de cine “Volver al futuro”, Michael J. Fox dijo un día: “La familia no es lo más importante, lo es todo”. Con esta frase yo digo ¡Volvamos al pasado donde los valores familiares eran los cimientos de la gente exitosa!
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