Por: Arnulfo Roque Huerta /
El fin de semana pasado las personas en México se dividían entre una serie de sentimientos de emoción y nerviosismo por que la selección azteca de futbol enfrentaba su segundo partido en la justa mundialista llevada a cabo en Rusia; pero les aseguro que estos sentimientos no se comparaban para nada con lo que estaban viviendo los miles de estudiantes de tercero de secundaria quienes se enfrentaban a un gran contrincante: el examen de COMIPEMS, el cual de alguna forma marca el futuro de muchos de ellos.
La Comisión Metropolitana de Instituciones Públicas de Educación Media Superior (COMIPEMS) llevó a cabo su famoso examen para poder asignar un lugar a los jóvenes estudiantes en alguno de los distintos planteles de las diez instituciones que la conforman; claro está que no todos los participantes logran un lugar en la escuela de su preferencia aunque la ilusión es la misma para todos.
Cabe mencionar que aún está en la mente de los participantes y los padres de familia el error del año pasado por lo que la COMIPEMS debe estar preparada para los reclamos que no faltarán el día 27 de julio cuando publiquen los resultados. En verdad espero que los errores no se repitan (ni los anteriores ni otros nuevos) y lo deseo porque en esta ocasión me ha tocado vivir el proceso desde otro punto de vista y es que el domingo pasado mi hijo mayor realizó el examen con miras a entrar a la preparatoria que siempre ha querido.
Una de las recomendaciones más puntuales para los alumnos es que duerman tranquilos pero es obvio que esto se les hace muy difícil pues no pueden dejar de pensar en lo que les espera; intentan controlar los nervios pero en el intento puede que en lugar de extinguirlos los maximicen. Por otro lado se les pide dejar de estudiar un día antes pero para muchos nunca está por demás un último repaso, de igual forma los invitan a visitar la sede de aplicación unos días antes para calcular el tiempo pero se les olvida que el día del examen todo es completamente distinto a la famosa previa visita.
Ya que estamos hablando de las sedes debo decir (cómo padre de familia) que me parce completamente absurdo las asignaciones de las mismas pues en mi caso tuve que llevar a mi hijo hasta Iztapalapa siendo que nuestra casa se encuentra en Ecatepec (y una vocacional muy cercana fue sede de aplicación) y a unos sobrinos que viven en Naucalpan los enviaron hasta La Raza (cuando también tenía sedes muy cercanas a su domicilio) fueron notorios para mí muchos otros casos de chicos que fueron enviados a sedes muy lejos de su hogar cuando había opciones muy cercanas.
Mientras intentaba encontrar un estacionamiento mi esposa tuvo que acompañar a mi hijo a la entrada de la sede para que no se le hiciera tarde pues las filas y filas de autos eran interminables, la gente cruzaba las calles ya sin mucho cuidado y sin importarles los cambios en el semáforo, todo esto por la premura y el objetivo de llegar con buen tiempo, entonces como seguramente lo hacen muchos otros me pregunté ¿Por qué no asignar a los chicos a una sede cerca de su domicilio, donde todos puedan llegar de manera sencilla y por qué no, hasta caminando?
No es que yo quiera pensar mal pero parece que hay una intención de complicarle a los chicos el proceso lo más posible (repito que esto lo veo como padre de familia), porque además de lo antes mencionado también quiero comentar que mi hijo salió con un dolor de espalda impresionante y es que le dieron una silla común y corriente (más corriente que común), de las que rentan las alquiladoras para las fiestas y una tabla (no un pupitre con paleta) para recargarse y poder llenar los alveolos durante casi tres horas.
Platicando con él sobre cómo se sintió, me dijo que el examen no esta tan complicado pero después de un tiempo de estar sentado intentando adaptarse al llenado de las repuestas teniendo por apoyo la ya mencionada tabla, la desesperación y el cansancio físico y mental hizo mella en él por lo que deseaba apresurarse para poder concluir el examen y descasar un poco de la mala posición que había adoptado.
Al igual que en la columna que escribí hace casi un año (después del famoso error), repito que es necesario una renovación en la asignación de lugares, una mejor organización y me atrevo a decir que la COMIPEMS debe renovarse o dar paso a otro tipo de estrategia si es que en verdad les interesa la población estudiantil del país.
Es tiempo de brindar verdaderas oportunidades a los jóvenes y hacer del proceso algo menos engorroso y digno de quienes buscan mejorar el país a través de la preparación académica.
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