Autor Arnulfo Roque Huerta
Después de un par de semanas hoy concluyen las vacaciones para la mayoría de los estudiantes y digo la mayoría pues muchos chicos no tuvieron la oportunidad de disfrutar de un periodo de descanso, por el contrario se vieron en la necesidad de intensificar su labor ya que además de estudiar también son parte de la población trabajadora del país realizando diversas actividades ya sea como empleado de alguna persona o en el negocio familiar.
Trabajar y estudiar son actividades que muchas veces realizarlas juntas es complicado e insostenible pero jamás imposible, algunos se ven obligados a hacerlo por necesidad y para sostener sus estudios, otros tantos buscando independencia económica y una minoría por sumar experiencia en la disciplina que estudian; sea cual sea el motivo es muy bueno poder realizarlo pues los beneficios a futuro son incontables.
Conozco a un hombre llamado Francisco, llegó de provincia al área conurbada con doce años cumplidos siendo su primera intención poder estudiar para lograr alejar de su vida la ignorancia y la falta de oportunidades; pero ya que la inscripción a la primaria se le había retrasado por seis años le fue muy difícil lograr que una escuela abriera sus puertas para poder matricularlo, por fortuna un director oriundo del mismo lugar que Francisco le permitió inscribirse en el primer año de primaria.
Al venir de una familia de escasos recursos y además con quince hermanos era prácticamente imposible que sus padres pudiesen ayudarlo con los gastos que genera la inclusión a las aulas de estudio, por lo cual si quería cumplir su propósito debía ingresar al mismo tiempo al área laboral lo cual fue más sencillo pues pronto encontró un empleo armando cajas de cartón para una fábrica que le permitía llegar a las seis de la mañana y salir a las doce del día para llegar a tiempo a la escuela en el turno de la tarde; es de destacar que el camino a recorrer de su casa a la fábrica, de la fábrica a la escuela y de la escuela a su casa era completamente a pie.
Terminar la primaria fue menos complicado de lo que imaginó y logró obtener el certificado con un excelente promedio, esto más una carta de buena conducta y aunada la recomendación del director le aseguró su inclusión a la secundaria en la cual ser mayor que sus compañeros le permitió tener una mejor perspectiva alejándose de lo poco productivo y dedicándose al cien a comprender y aprender lo que cada maestro le ofrecía; mientras, el trabajo en la fábrica continuaba.
Al concluir la secundaria continuó con la inercia e hizo el examen en una preparatoria de la UNAM (en aquellos tiempos no existía el examen único por lo que los estudiantes que aspiraban al estudio medio superior tenía que ir a la escuela de su preferencia a presentar la prueba). Logró conseguir su matrícula como estudiante de la Escuela Nacional Preparatoria ya con una idea más amplia de la carrera que quería estudiar; dicha carrera era la de Derecho por lo que se dio cuenta que el trabajo de armar cajas no podría ayudarlo mucho a conseguir su objetivo así que buscó un nuevo empleo.
Sin nadie que lo ayudara o lo orientara se fue abriendo paso por sí mismo, entonces habló con un abogado quien trabajaba para una dependencia de gobierno y éste le permitió trabajar en su oficina, la labor consistía en limpiar la oficina, mantener limpios los cristales de las ventanas, ir a comprar tortas y refrescos y en algunos momentos archivar documentos, los tres años de preparatoria los cursó aprobando todas las materia de manera satisfactoria, la mayoría con excelencia; su única preocupación era que en su trabajo seguía desempeñando las actividades de limpieza y apoyos mínimos.
Estando ya en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, el abogado para el que trabajaba perdió a su asistente y viendo que Francisco había estado con él tanto tiempo decidió tomarlo por discípulo por lo que le permitió involucrarse más en los casos que le tocaba atender y al mismo tiempo le explicaba mejor los temas que no terminaba por comprender en la escuela.
Poco a poco fue creciendo física e intelectualmente, aprendió todo lo que debía aprender en la escuela, pero su verdadero crecimiento lo encontró en el trabajo; a partir de recibir la confianza del abogado para el que trabajaba no paró de analizar, revisar y resolver casos, aun estudiaba la carrera y ya era experto en el área, muchos abogados con años de experiencia sin saber que Francisco aun no era su colega llegaba a pedirle consejo y asesorías, las cuales valoraban y apreciaban no solo moralmente sino también monetariamente lo que le daba buenos dividendos y una vida un tanto más tranquila.
El terminar la carrera pudo titularse con mucha facilidad pues ya tenía una experiencia increíble, en su examen profesional deslumbró a los sinodales y llenó de orgullo a sus profesores particularmente a su mentor; tiempo después dicho mentor decidió que era tiempo del retiro y sin pensarlo mucho dejó en su lugar a Francisco que para entonces se había ganado toda su confianza. Hoy Francisco es juez y muy pronto magistrado, recuerda sus años de estudio como una experiencia magnífica y asegura que trabajar fue lo que le permitió valorar a cada instante la oportunidad de ser estudiante.
Debo decirles que fue Francisco quien me motivó a estudiar verdaderamente, cuando conocí su historia siendo yo un estudiante supe que todo es posible y comprendí que cuando vas a un trabajo y te piden años de experiencia siendo que acabas de concluir la carrera no es tan ilógico pues él obtuvo su empleo de abogado teniendo años de experiencia, pues aun cuando solo limpiaba la oficina siempre escuchaba, observaba y aprendía sabiendo que esa era su obligación.
Puedo concluir la historia diciendo que se puede estudiar y trabajar, es más se debe trabajar mientras se estudia no buscando grandes puestos al principio y mucho menos grandes sueldos, pero sí el saber cómo se trabaja realmente en la profesión a elegir, el abrirse paso en un país de pocas oportunidades y el de ser quien se busca y se quiere ser.
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