Por: Autor Arnulfo Roque Huerta /
El lunes pasado al llegar a la escuela fui recibido por dos chicos quienes me habían contado con anterioridad de un proyecto a emprender, el cual por fin estaban llevando acabo. Dicho proyecto se trataba de producir y vender hamburguesas, pero no de cualquier tipo sino de unas que llamaran la atención entre sus compañeros, por ello tomando en cuenta un programa infantil se dieron a la tarea de crear color burguer, es decir hamburguesas de colores, las cuales tenía buen aspecto y también un excelente sabor.
Entre el alumnado causó curiosidad el producto el cual fue vendido de manera inmediata, pues los chicos hicieron un buen trabajo de publicidad con anterioridad y platicando con ellos me dijeron que la mayor parte del producto ya lo tenían encargado por sus compañeros, quienes (dicho sea de paso) no los creyeron capaces de producir tal tipo de alimentos, más la sorpresa fue mayor que el hambre y sin decirlo sintieron admiración y orgullo al ver que el sueño de unos chavos como ellos se podía lograr.
El trabajo no fue simple para los dos emprendedores pues tuvieron que darse a la tarea de encargar a un panadero conocido la producción de los panes de colores (azul, verde y rosa), así mismo conseguir la carne, prepararla, pasarla por la parrilla, poner aderezo, complementos y concluir con un producto que debo decir me gustó demasiado. En realidad no era muy diferente a cualquier otra hamburguesa pero en cada mordida que le daba podía ver el esfuerzo y la dedicación que los chicos habían puesto, no solo para hacer al alimento sino también para conseguir algo que se propusieron.
Estos chicos de secundaria lograron ganarse la admiración y respeto entre sus compañeros por el empeño puesto en su cometido; yo también me sentí orgulloso de ellos pues pude ver en su sonrisa la satisfacción de alguien que se ha dado cuenta que es capaz de lograr lo que se proponga y conseguir buenos dividendos por ello. Estoy seguro que tras el éxito de este proyecto, los jóvenes estudiantes lograron comprender que cuando se le pone esfuerzo y dedicación a un proyecto se pueden conseguir grandes metas.
En un caso similar y aun con la alegría del hecho anterior, estaba por comenzar una clase en preparatoria cuando uno de mis estudiantes se acercó para ofrecerme separadores de hojas que él mismo fabricaba en casa, los cuales eran imágenes de personajes animados muy de moda y excelentemente elaborados; por supuesto no lo dudé y busqué alguno de mi gusto, descubriendo con alegría que el muchacho prácticamente sabía cuál me gustaría; de hecho diseñó cada uno pensado en los gustos de sus compañeros y maestros para asegurarse de poder venderlos todos.
Estos dos casos muestran que los jóvenes son capaces de emprender, de formar una visión personal, de buscar maneras de salir adelante, de formular estrategias, planear y llevar a cabo ideas; no solo de soñar sino de conseguir lo anhelado. Por supuesto aún existen chicos que prefieren estirar la mano para pedir, antes de buscar conseguir por propio esfuerzo, pero a medida que apoyemos más a los nuevos emprendedores habrá quien se contagie de éstos y vean que a través del creer viene el poder: creer primero en la posibilidad y después en que ellos mismos pueden hacerlo posible.
Deben estar bien conscientes que para lograr sacar a la luz un proyecto se requiere de trabajo, disciplina y seguridad y que al conseguir una primera meta se debe seguir con otra e ir de triunfo en triunfo dejando de lado la mentalidad de fracaso y mediocridad, cambiando el chip mental, renovando su persona y encontrándose con su verdadero yo, el que ha sido diseñado para triunfar y lograr su propósito y destino.
Concluyo con una linda frase del escritor Mark Twain: “Un hombre con una idea nueva es un loco hasta que la idea triunfa”.
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