Autor: Arnulfo Roque Huerta
Como ya he mencionado muchas veces, el talento en las escuelas es notable y muchos son los que tienen la capacidad de sobresalir en un país que necesita o mejor dicho le urgen jóvenes que puedan cambiar la realidad y abrir el panorama para otros tantos quienes vienen detrás de ellos. He visto un sinfín de chicos con talentos impresionantes y facilidad para lograr abrirse camino donde no lo hay, he visto jóvenes que hacen la diferencia en sus grupos y que sin esforzarse al cien por ciento logran con facilidad adquirir los aprendizajes esperados, pero tristemente me he dado cuenta que el talento no basta.
Angelina camina siempre segura, entiende sin problema cualquier materia, tiene un temperamento explosivo y mucha inteligencia, el grupo la respeta, la escucha y son muchos quienes la siguen, su vida no ha sido sencilla como la de muchos otros chicos que asisten a preparatorias oficiales, es un tanto mayor en comparación con la mayoría de los chicos de su grupo, su voz es fuerte aunque además también ocupa un tono muy elevado y pocas veces habla con calma y tranquilidad. Ha crecido en algún barrio bravo, su lenguaje la delata, sus palabras muy pocas veces son amables o bien empleadas, hay en ella una lucha embravecida entre el éxito y el fracaso.
El primer día que la vi en el salón de clases inmediatamente identifiqué su talento, supe que podía llegar muy lejos y cambiar su porvenir, me alegré por ver que cada clase valdría la pena; por supuesto hay otros alumnos que también merecen la pena, pero me hace feliz cuando un alumno es capaz de cambiar sus fracasos generacionales por lo que creí ver en Angelina una posibilidad más de éxito sacado de la nada, una posibilidad más de triunfo en un historial de fracasos, una posibilidad más de victoria entre tanta derrota.
Sin embargo como he mencionado antes, el talento no es suficiente pues muchas veces la mentalidad implementada desde la niñez lleva al chico al conformismo y miedo al éxito. Muchos sueñan porque eso se les ha permitido, otros ni siquiera se atreven a imaginar; muchos se arriesgan esperando no lograrlo, pues cuando ven que lo pueden lograr se achican y se conforman; otros mejor ya ni lo intentan pues intentarlo requiere esfuerzo, muchos se han cansado de la miseria y la ignorancia sin embargo están tan acostumbrados a ellas que hasta tristeza les da dejarlas atrás por lo que están dispuestos a continuar con la cadena y darle esa misma estafeta a sus generaciones.
El talento no basta porque la flojera abunda en las aulas, no basta ya que la mediocridad se ha vuelto una característica del alumno (no de todos), no basta debido a que al profesor le han quitado toda autoridad hacia el alumnado, no basta por la idea errónea del alumno de ser todo cuando aún no son nada, no basta porque ahora los estudiantes no solo creen estar al nivel del profesor sino por encima de él, no basta ya que el sistema sigue insistiendo en calificar y no en cualificar.
Angelina no termina de entender que el tiempo avanza y los años le restan la oportunidad de estudiar y es que ha equivocado el sentido del estudio pues no es solo para conseguir un buen empleo sino para obtener mejor educación, para dejar el temperamento y adquirir carácter, para apartarse de la violencia y conocer el verdadero sentido de la paz, no mundial pero si paz interior, para dejar los triunfos parciales y conocer los éxitos totales, para dejar de pelear batallas ajenas con las que no se consigue nada, para alcanzar la victoria en su guerra personal la cual prácticamente está perdiendo.
¿Qué hacer entonces cuando el talento no basta? El profesor en la mayoría de las ocasiones nada puede hacer, el padre de familia tiene la posibilidad de ayudar, colaborar o hasta ser parte de la solución pero la elección final está en el chico; él es el único con la capacidad de cambiar su historia. En estos tiempos parece que no hay forma de hablarle al joven pues el profesor no puede discutir como el chico merece pues sería juzgado fuertemente por ello, el padre o tiene miedo o el exceso de protección lo ciega por lo que solo se limita a solucionar medianamente los problemas en los que el chico se mete (nuevamente no todos); este panorama nos lleva a entender que el joven es el único que puede hacer algo cuando el talento no basta.
Sin embargo seguiremos apoyando, nos seguiremos arriesgando a las malas caras, a las respuestas irrespetuosas y las mentadas de madre por la espalda (y muchas veces de frente) con la finalidad de vencer la actual tibieza juvenil y buscar rescatar esos talentos que se desperdician terminando en la calle, en las drogas, en la cárcel o muchas veces en el panteón. Seguiremos apoyando hasta donde nos sea posible y seguiremos trabajando porque esa es nuestra pasión.
Concluyo con una frase del dramaturgo español Jacinto Benavente: “Muchos creen que tener talento es una suerte; nadie que la suerte pueda ser cuestión de tener talento.”
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