Por: Arnulfo Roque Huerta/
Quiero aclarar antes de comenzar que no intento generalizar, pero en estos últimos tiempos he podido percibir que en educación (aunque muchos me lleguen a llamar loco) vienen cosas interesantes y me atrevo a decir que muy buenas. Pero no crean que esto tendrá que ver con algún gobierno o reforma y mucho menos por los famosos modelos educativos, los cuales dicho sea de paso se han convertido en una incógnita de risa pues nadie sabe qué nuevos cambios presentarán para los siguientes ciclos.
No, no tiene nada que ver con lo que algunas personas sentadas en un escritorio (y que pocas veces o tal vez nunca pisaron un aula de clases) ingenian para justificar su salario; de lo que les hablo queridos lectores es de una nueva generación de profesores jóvenes e inteligentes que han entendido que los únicos responsables de mejorar la educación del país son ellos y que cada día se esfuerzan por dar lo mejor, para dejar huella en sus alumnos e inspirarlos a ser cada día mejores en todo lo que hagan.
Como dije al principio no busco generalizar, sin embargo me he percatado que esta nueva generación de profesores (no siempre y no solo normalistas) están disfrutando de la enseñanza. La semana pasada tuve la oportunidad de entrar a una observación de clase, en la que se impartía historia de México, yo recordaba esta materia como un tanto aburrida, sin embargo terminé disfrutando la clase y hasta aprendiendo sobre temas que yo nunca aprendí en la secundaria.
Miré con mucho gusto que los alumnos atendían a la joven docente mientras esta ofrecía no solo conocimiento sino pasión por su labor como educadora; me llenó de satisfacción ver como la profesora no solo ofrecía lo básico a sus alumnos, sino que iba más allá, no solo logrando el aprendizaje esperado sino también el gusto por la materia; los 50 minutos de la sesión pasaron rápido tanto para los alumnos como para la profesora y porque no decirlo también para mí; cuando la sesión llegó a su fin vi como los alumnos concluían satisfechos y felices con la maestra.
Al salir del salón todos se despedían de la educadora regalándole una sonrisa, lo que a mí me parecía una muestra de reconocimiento y agradecimiento, también observé una sonrisa de satisfacción en la maestra pues entendía que el objetivo se cumplía de forma correcta, tal vez lo que yo pudiera decirle después de mi observación de clase, sería poco relevante y me atrevo a decir que hasta nada importante, pues los alumnos le habían hecho saber aun sin palabras que su labor estaba bien hecha.
Lo que más me sorprendió fue que la maestra logró ignorar mi presencia con facilidad, pues no buscó en ningún momento encontrar aceptación de mi parte y mucho menos que le otorgara una buena calificación, ya que en todo momento se enfocó en lo verdaderamente importante: sus alumnos. Creo que hasta que salí del salón se dio cuenta que había estado allí, en verdad me sentí muy contento de saber que viene una nueva generación de profesores dispuestos a cumplir con el objetivo principal de esta labor, el conseguir que los alumnos aprendan y que además lo disfruten.
Siempre he creído que la vocación de profesor es una de las más lindas que existe por lo que se debe sin excepción entregar lo mejor de uno, merece toda la dedicación, es digna de apasionarse por ella, es un orgullo ser parte de ésta y por supuesto se debe esperar muy poco al desempeñarla, pues no siempre se obtiene de la sociedad el agradecimiento merecido, sin embargo el buen docente se verá satisfecho siempre al ver un rostro que ha comprendido lo explicado y que ha alcanzado el aprendizaje esperado muchas veces sin darse cuenta.
Estoy completamente convencido que existe ya una nueva generación de docentes que solo esperan una oportunidad para buscar que el conocimiento no sea solo teoría sino realidad, que las planeaciones didácticas dejen de ser solo un lindo texto en hojas destinadas a archivarse y hacer más grande el basurero que existe en muchas escuelas, que confunden el cumplir con lo legal con la enseñanza ideal, la cual va más allá de una linda carpeta didáctica, que va más allá de reuniones de consejo, que va más allá de ideales, reformas y contra reformas y que solo se puede conseguir con personas que dejan la política de lado, para centrarse en lo que nos hace maestros, esto es los alumnos.
En esta columna hablo a los profesores cansados ya de su labor para que recuerden sus inicios o bien para que den paso a los nuevos; hablo a las autoridades educativas para que dejen de inventar modos de evaluación o reclutamiento y ocupen los recursos para contratar profesores que muestren pasión, dedicación y ganas de que los chicos realmente aprendan; finalmente hablo a los jóvenes docentes como la profesora de quien hablé para que no desistan y sigan adelante, yo sé que la sociedad tal vez no se dé cuenta de su labor, que los padres de familia siempre buscarán algún error en ustedes, que las autoridades educativas los van a llenar de trabajo administrativo tal vez para aburrirlos, pero aun con todo esto los alumnos terminan agradeciendo y recordando tu trabajo por y para siempre y esto mis queridos colegas es lo que realmente importa.
Concluyo con esta frase que siempre ha estado en mi vocabulario: “El que no sabe instrúyase y el que sabe instruya”.
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