Autor: Arnulfo Roque Huerta/
El 12 de febrero de 1984 el jazz se quedó sin uno de sus más grandes fanáticos, las pavitas del mate se quedaron sin ser calentadas, el box perdió un leal aficionado pero sobre todo el mundo de la literatura se vistió de luto pues uno de los más grandes escritores de la historia mundial dejó de existir, cuando menos físicamente pues su obra lo ha mantenido vivo y quienes leemos sus grandes creaciones podemos escuchar su voz mientras lo hacemos.
En esta entrega quiero rendir un homenaje a Julio Cortázar, el escritor que me enseñó a amar la lectura, quien me llevó a través de sus cuentos a conocer nuevos mundos, reales e imaginarios. Quien con sus “Cronopios y famas” me mostró el arte de la metáfora, de la ironía y del mensaje implícito; con quien supe que cada página, cada párrafo, cada línea y cada palabra son esenciales para comprender un texto escrito magistralmente y no hay desperdicio de palabras cuando lo que se tiene que decir se tiene claro, pues surge no de la mente sino de la mentalidad, no del intelecto sino del conocimiento, la experiencia y la vida misma.
Cortázar nació en Bélgica un 24 de agosto de 1914, sus padres eran argentinos por lo que a la edad de cuatro años fue llevado a vivir al país sudamericano donde estudió en la Escuela Normal de Profesores para recibir su título como docente en letras. Fue Jean Cocteau con su libro “Opio” quien cambió su visión sobre la literatura e implementó en Julio una manera de escribir única y diferente.
En 1938 publicó una colección de poemas con el seudónimo de Julio Denis y como no estoy escribiendo su biografía me voy a saltar algunos datos y textos para remontarme al que es para mí lo que “Opio” fue para Cortázar: “Casa tomada”, cuento que publicó en la revista Los Anales de Buenos Aires que dirigía otro de los grandes Jorge Luis Borges.
Yo conocí a Cortázar, aunque en realidad nuca lo vi en persona pues el falleció cuando yo tenía solo cuatro años (por favor no hagan cuentas) pero lo conocí a través de sus relatos particularmente “Casa tomada”; este cuento me impactó. Recuerdo bien que me encontraba en la biblioteca, lo cual debo confesar no hacía a menudo, pero en aquella ocasión la casualidad me llevó a encontrarme con sus libros de cuentos completos y sin saber por qué tome uno.
El título llamó mi atención por lo que sin más me sumergí en el mundo de las letras y emprendí mi camino en la lectura para no detenerme. Fui aprendiendo a leer, dejé de lado la simple idea de juntar letras, formar palabras, párrafos y textos para formar imágenes, paisajes, momentos… para escuchar la voz de los protagonistas, viajar a sus mundos y conocer sus pensamientos, sentimientos, anhelos, sueños, pesadillas y lograr descifrar el verdadero sentido de un texto que te lleva de la mano a devorarlo letra por letra.
Conocí a Cortázar a través de Oliveira, a través de lo que el mismo Cortázar llamara <contra novela>; conocí su gusto por el Jazz en cada uno de sus cuentos pero particularmente a través de Johnny Carter en “El perseguidor”, conocí su manera de ver el mundo, su talento para ver lo que se escucha, para escuchar lo que se ve, para ver lo que se piensa y no pensar lo que se ve: “Estoy como parado en una esquina viendo pasar lo que pienso, pero no pienso lo que veo” (frase del perseguidor en el libro “Las armas secretas” 1959).
Conocí a Cortázar y su gusto por el mate que no para de mencionar en sus relatos, particularmente en “Casa tomada”: “…Yo cebaba el mate con mucho cuidado pero ella tardó un rato en reanudar su labor.” Conocí su manera distante de entender el mundo tanto en su “Manual de instrucciones” como en “Bestiario”; supe cómo se puede ser romántico sin caer en lo cursi en el famoso capítulo número siete de “Rayuela: “Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura.”
Conocí también el gusto de Julio por México, país que le inspiró a escribir “Axolotl” y “La noche boca arriba”. Julio Cortázar cambió mi manera de ver la literatura, me enseñó a leer y a enseñar a leer, ahora que soy profesor y un tanto de escritor, enseño a mis alumnos a dejar de ver la literatura como una obligación para pasar algunas materias, como una carga o una molestia y les muestro lo magnífico que es evitar la “Cefalea” al leer; cuando esto puede llevarte a “Las puertas del cielo” te ayuda a armar el “Puzzle” y conocer “De la simetría interplanetaria”.
El pasado 12 de febrero Julio Cortázar cumplió 34 años de fallecido pero aún se mantiene vivo, como “Alguien que anda por ahí” mostrándonos las muchas perspectivas del mundo, de su gente y de la sociedad en general a través de “Sus historias naturales” y muchas veces contándonos una que otra “Historia verídica” para encontrar el “Destino de las explicaciones”.
Concluyo con una cita impresionante de Mario Vargas Llosa: “En los libros de Cortázar juega el autor, juega el narrador, juegan los personajes y juega el lector, obligado a ellos por las endiabladas trampas que lo acechan a la vuelta de la página menos pensada”.
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