Por: Arnulfo Roque Huerta/
Al escuchar su nombre camina hacia el presídium, el ciclo escolar ha concluido, con ello llega la ceremonia de clausura y la entrega de reconocimientos de los cuales ella es merecedora de uno; por ello camina a lo largo de la cancha de futbol adaptada para la ceremonia, sus compañeros le aplauden saben que lo merece, los maestros asienten confirmando que el reconocimiento es legítimo y los directivos se muestran orgullosos del trabajo de alumnos como Corina quien ya vuelve serena a reincorporarse a la formación con su diploma en mano y su sonrisa en los labios.
Yo observo de cerca sabiendo que no ha sido fácil para Corina, pero convencido de que es posible salir adelante aun cuando el ambiente se empeña en evitar que los talentos de algunos chicos sean explotados al cien. También sonrío y disfruto del momento, pues al verla satisfecha me doy cuenta que vale la pena combatir con grupos indisciplinados y hasta irrespetuosos por rescatar cuando menos a un par de los más de cincuenta estudiantes.
Corina es un verdadero ejemplo de dedicación, empeño, disciplina y trabajo, de ganas de salir adelante sin detenerse en las pruebas y obstáculos; créanme que no exagero pues el grupo en el que tuvo que estudiar fue muy complicado, pocas veces la dejaban escuchar la clase pero ella se concentraba en el profesor y su enseñanza, trabajar en equipo era casi imposible pues la mayoría de las veces tenía que hacer ella todo el trabajo y compartir calificación con los que corrían con la suerte de estar en el mismo equipo.
Corina no se conformó nunca con solo acreditar las materias sino que no paraba hasta alcanzar la máxima calificación, nunca fue matada solo disciplinada, nunca tuvo que trabajar a marchas forzadas pues hacia todo en tiempo y forma, sus compañeros la respetaban y muchos hasta la admiraban, alguno fueron influenciados por ella y buscaron mejorar pero no le siguieron el paso, aun así todos la respetaban y reconocían sus habilidades y talentos.
Al terminar la ceremonia la chica se acercó para tomarse una foto conmigo (esto también es clásico de las ceremonias de clausura) su mamá tomaba la imagen llena de orgullo por el desempeño de su chica, feliz por ver que el sacrificio está rindiendo frutos, satisfecha por la enseñanza otorgada a la estudiante y segura de que su hija logrará lo que se proponga. Me di cuenta entonces que ambos estamos seguro que vale la pena educar, los padres desde el hogar y los maestros desde las aulas.
He aprendido de Corina que allí está la clave de la educación, que aunque lo ideal sería que el cien por ciento del grupo lograra los aprendizajes esperados y al ser esto la mayoría de las veces una utopía, basta con que algunos lo logren y aun vale la pena aunque sea solo uno, pues ese uno podrá impactar a otro y otros y entonces de a poco iremos venciendo la ignorancia, el conformismo, la mediocridad y el estancamiento de un país que tiene todo para ser potencia mundial.
Quiero cerrar felicitando a Corina y a todos los chicos que como ella entienden de qué se trata la educación y que además saben que el mayor beneficiado al aprovecharla o el mayor perjudicado al rechazarla son ellos mismos. Felicito a quienes han decido mejorar su condición de vida y a su vez la de los que los rodean, a aquellos que se dedican a aprender y no solo a asistir al colegio, a quienes saben que el cambio no depende de uno u otro gobernante sino de la misma gente que empieza por su persona y su casa a modificar lo que no funciona. Para finalizar una frase de Denis Waitley: “Los resultados que consigues serán directamente proporcionales al esfuerzo que aplicas”
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