Por: Arnulfo Roque Huerta/
Con motivo de la columna pasada los alumnos y algunos compañeros me han dicho que es justo que escriba ahora sobre los apodos que los alumnos se ponen unos a otros ya que también son muy creativos y aunque algunos suenan tanto ofensivos como crueles, la verdad es que los portadores de dichos motes llegan a sentirse contentos, incluidos y hasta de cierto modo importantes pues en muchos casos el apodo los hace populares; cabe mencionar que omitiré aquellos que no son agradables para los apodados, así que si alguno de los que ven suena muy ofensivo no se molesten conmigo pues he seleccionado solo a los que no provocan molestia en sus orgullosos portadores.
El chiquis: Apodo que no puede faltar en la mayoría de las escuelas y podría ser obvio decir que el mote es para los más pequeños y frágiles del grupo pero en algunas ocasiones suelen ser irónicos refiriéndose a un chico muy grande y para nada delicado; este sobrenombre también aplica en chicas, de hecho tengo una alumna de prepa que se siente bastante orgullosa de ser llamada “la chiquis” pues así le llaman también en su casa.
El chore o chorejas: Sin duda en cualquier momento nos encontramos con uno, en mi vida de estudiante conocí varios y como profesor he visto aún más, algunos llamados así y otros lo alternan también con “el parabólica”, “Dumbo” o directamente “orejón”; no exagero cuando digo que cada generación debe tener cuando menos un compañero de prominentes orejas.
El chuleta: Otro de los que no pueden faltar, el gordito bonachón que le cae bien a todo mundo; este apodo tiene también sus variantes las cuales pueden ser gordo o gorda (aunque sea hombre), tortas, chuletón, Porky, Ñoño, señor barriga, buda, luchador de sumo, terror de la báscula, entre un sinfín más… pero aunque no lo parezca muy pocas veces buscan ofender, pues repito estos chicos siempre son queridos en la escuela por ser tiernos y como dicen los pingüinos de Madagascar: son “gorditos y bonitos”.
El gordito también tiene su contra parte, el chico en extremo delgado el que se gana el mote de huesos, calavera, desnutrido, fideo, Conan (con-anemia) entre otros pero que además al juntarse pueden ser llamados: el gordo y el flaco, Timón y Pumba, el diez u algún otro de parejas disparejas.
El todas mías: Típico chico que se siente muy guapo y conquistador, le envía mensajes a todas, les habla bonito a todas, quiere andar todas, nunca se da por vencido cuando está en una de sus tantas conquistas, aunque las chicas lo conocen y saben que a todas les dice lo mismo aun así encuentra siempre respuestas favorables, fracasando pocas veces en sus cometidos.
La reportera: Este aplica para las chicas que se enteran de todo, saben cuándo se suspenderán las clases y porqué, se enteran de porqué llegó a faltar algún profesor, si está casado, viudo, separado o en alguna relación, conoce la vida de todos sus compañeros y claro está como buena reportera lo hace público, cabe destacar que también hay chicos reporteros y en algunas escuelas son más abundantes.
El dormilón: En algunos grupos hay chicos que al estar en clases difíciles o al aburrirse en alguna encuentran su mejor opción en el sueño y sin más se recargan en la butaca y a dormir se ha dicho. Hay a quienes les ha pasado de vez en cuando y hay quienes han hecho de esto una costumbre descansando mejor que en su propia cama, en ocasiones funciona el salir a tomar el aire o lavarse el rostro, en otras nada puede controlar el sueño que les invade.
El rostrito o el carita: cada grupo tienen cuando menos a un chico que se caracteriza por un buen rostro, sonrisa encantadora, ojos coquetones y buen peinado, lo que hace que las chicas lo consideren atractivo y hasta los chicos entienden que es buen mozo, este tipo de alumnos suelen aprovechar sus cualidades físicas haciéndose del rogar y esperando que sean las chicas las que lo busquen.
También están los sobrenombres racistas como “negro”, “güero”, los xenofóbicos: “menonita”, ”chino”, “ coreano”, “africano”; de igual manera los más crueles por alguna discapacidad física por ejemplo: “Elvis” al muchacho que padece estrabismo: “elvis-co”; el clásico que le falta un diente y lo llaman sindi: “sindi-entes”, quien tiene una herida en la cabeza “el alcancía” y muchos otros que prefiero omitir pues como dije al principio solo menciono a los que sus portadores no consideran ofensivos y les agrada ser llamados así.
No dejaré pasar los que aunque no cuentan con un sobrenombre son poco conocidos por su nombre de pila pues en general fueron llamados siempre por su apellido y aun los maestros recordamos a muchos de nuestros alumnos solo por el apellido paterno pero cabe destacar que otros muchachos tienen un apellido materno más impactante y de ese modo son llamados.
Cierro con una frase del excelente escritor argentino Julio Cortázar a propósito de los sobrenombres y que forma parte de su libro Historia de cronopios y famas de 1962: “Nos parece que no se puede atribuir un apodo cualquiera a alguien que deberá absorberlo y sufrirlo como un atributo durante toda su vida”.
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