Por: Patricia López

Tomado de la Gaceta UNAM

Las personas con hipertensión, daño cardiaco y diabetes son más propensas a desarrollar la enfermedad vascular cerebral (EVC), una alteración neurológica frecuente en nuestros días que ocurre sorpresivamente cuando una arteria del cerebro se obstruye y produce la interrupción o pérdida repentina del flujo sanguíneo en ese órgano. También puede ocasionarla la ruptura de un vaso o la llegada o formación de un coágulo en la arteria.

“Aunque a veces su efecto es transitorio, en la mayoría de los casos deja secuelas para hablar y caminar; por ello, es el motivo más común de discapacidad en personas mayores de 65 años. Además, es la tercera causa de muerte en adultos en el mundo y la quinta en México”, informó Alberto Lifshitz Guinzberg, profesor de la Facultad de Medicina y médico internista.

En torno al Día Mundial de la Enfermedad Vascular Cerebral, a celebrarse hoy, precisó que ese nombre engloba un concepto más amplio, en el que caben eventos transitorios y agudos.

Trombo, embolia o hemorragia

La EVC se agrupa en tres tipos principales: el trombótico, que ocurre cuando el flujo de sangre de una arteria cerebral se bloquea por un coágulo que se forma dentro de ella. “Trombosis significa que se tapa una arteria y se produce un infarto, pues una zona del cerebro queda sin irrigación y se muere”, detalló.

La ateroesclerosis, que es la acumulación de depósitos grasos en las paredes de las arterias, origina un estrechamiento de los vasos y con frecuencia es responsable de la formación de esos coágulos.

Otro tipo es el embólico, que sucede si el coágulo se forma en alguna parte alejada del cerebro, como el corazón. Una porción del coágulo (un émbolo) se desprende y es arrastrado por la corriente sanguínea al cerebro, donde llega hasta un estrecho vaso sanguíneo, lo tapa y corta el abastecimiento de sangre. Este bloque súbito se llama embolia.

Un tercero es el hemorrágico, llamado derrame cerebral, y lo produce la ruptura y sangrado de un vaso sanguíneo en el cerebro. “Igualmente existen los aneurismas y las malformaciones arteriales o venosas, que también son EVC, pero no son agudas ni son accidentes vasculares, porque pueden ocurrir sin que la persona se percate”, aclaró.

De manera preventiva, Lifshitz recomendó que si un paciente sabe que tiene una enfermedad del corazón que causa embolia, si ha padecido un infarto o una arritmia llamada fibrilación auricular debe estar al acecho y atenderse de manera periódica.

“Hay algunos eventos del sistema nervioso, como la parálisis transitoria de un brazo, una pierna o de la mitad del cuerpo, de las que la persona se recupera. Son avisos de que habrá un infarto cerebral pronto. Eso se llama isquemia cerebral transitoria y si ocurre a veces puede hacerse algo para detener un daño mayor como la trombosis”, explicó el especialista.

Muchos pacientes hipertensos mueren de EVC; también afectan la diabetes y el tabaquismo, que producen ateroesclerosis, y algunas drogas como la cocaína, que causan vasoconstricción intensa.

EVC

Signos de alarma

Durante una EVC, el cerebro se hincha y se comprime dentro del cráneo porque no puede expandirse. “Muchas veces en cuanto pasa la hinchazón o edema cerebral el paciente mejora, es una evolución común que ocurre en dos o tres días. Si no muere en esos primeros días, comúnmente queda con secuelas motoras, que paralizan la mitad de su cuerpo y le impiden caminar y hablar”, subrayó.

Para evitar la ocurrencia de una EVC, Lifshitz recomendó cuidar la salud con una alimentación sana, ejercicio y vigilancia de la presión arterial y la diabetes.

Los signos de alarma son el entumecimiento, debilidad o parálisis repentino de la cara, brazos o piernas en uno o ambos lados del cuerpo; aparición brusca de mareos, pérdida del equilibrio o caídas sin explicación; ocurrencia súbita de visión borrosa o reducción de la visión en uno o los dos ojos; incapacidad repentina para comunicarse por dificultad para hablar o entender; y dolor súbito e intenso de cabeza, problemas fortuitos al caminar o de la coordinación.