Por: Luis Alberto Rivas
Esta noche, como ocurre cada 5 de enero, es una de las más esperadas por niños y niñas. La misión es sencilla: dormir lo más temprano posible y despertar a primera hora, para burlar los nervios o todo signo de ansiedad que invade a los que, impacientes, esperan encontrar juguetes o todo aquello que pidieron en una carta, y que ilusionados la depositan en un buzón, en el Palacio de Correos o dejaron que volara al cielo en un globo.
La tradición está ligada al nacimiento del niño Dios, cuando Melchor, Gaspar y Baltazar dotaron de regalos a Jesús, incienso, oro y mirra. Desde entonces los Reyes Magos hacen competencia a Santa Claus, siendo su equivalente iberoamericano y los responsables de llevar regalos a todo aquel que se haya portado bien durante el año.
Los años pasan, las generaciones modifican sus gustos y necesidades con base en el entorno, lo que ven anunciado en carteles o programas de televisión. Los padres ayudan a sus hijos a escribir su lista de juguetes deseados. En donde no es lo mismo anhelar tan solo una muñeca cuyo principal atributo es poseer ropa para cambiarla, a ser dueña a una que vuela, habla e interactúa con un teléfono celular.
Una mujer de baja estatura, cabello cano y una piel de tono cobrizo, proveniente de un pueblo de Tlaxcala, mira a su nieto jugar y repasar en voz alta su lista de deseos, él quiere ver bajo su árbol autos a control remoto, pistas de carreras y si es posible un PlayStation 4.
La abuela no desea otra cosa que ver a su nieto feliz.
Dice, con melancolía, que en su infancia no había cartas, ni globos que iban al cielo con deseos; pero no tiene rencor, al contrario, recuerda con cariño a su padre, que uniendo dos pañuelos fabricaba muñecas para ella y sus hermanos.
Esta vez su deseo lo pondrá junto al de su nieto, a su edad, dice, lo único que quiere es salud.
El Centro Histórico y todas las calles de la Ciudad de México, están llenas de adultos que alguna vez anhelaron con toda la inocencia que un niño puede albergar en su sonrisa, encontrar escondida en algún rincón de su casa una bicicleta o una muñeca que cantara o hablara.
Algunos afortunados sí hallaron lo que tanto querían y nunca olvidarán esa mañana del 6 de enero.
Grabado en la memoria de muchos, se encuentra la trágica ausencia de una Barbie o un carro de control remoto, que por razones de costo no pudo llegar a su destino.
Las tiendas, tianguis, mercados y lugares especializados en venta de juguetes y que en años anteriores se habían visto abarrotados de compradores y ayudantes de los Santos Reyes que desesperados buscaban la mejor oferta para cumplir los deseos de los bien portados; ahora reciben menos visitas, las largas filas se han mudado a los departamentos de telefonía celular y electrónica de plazas y centros comerciales.
La versión más reciente del Iphone o del Ipad son algunos de los artículos más solicitados en estas fechas, derrumbando los imperios de Barbie, Max Steel y los juegos de mesa como Monopoly, confinando sus restos y escombros a cajas de remate, con letreros de precios que van de los 100 a los 150 pesos.
En aparadores con luces brillantes se encuentran drones, teléfonos celulares, tablets originales y genéricas, siendo el centro de atención, solo dejando un poco a la mercancía referente a la aún en cines película: “Star Wars The Force Awakens”. El mundo femenino a remplazado la ternura de Nenuco y Cabbage Padcht Kit por las lúgubres y tenebrosas Monster High.
¿Como explicar estos gustos a sus padres? Quienes crecieron con muñecos del Santo, con las manos llenas de rebaba y plástico que sobró al desmoldarlos, “El Santo paralítico” conocido en los barrios, carros de madera, espadas de plástico, muñecas con uno o dos cambios de ropa.
Los juegos de mesa se encuentran en último lugar de las peticiones, los padres ya no enfrentan a sus hijos en incontables partidas de Uno o Batalla Naval; Angry Birds y Candy Crush han reemplazado las noches familiares, siendo uno de los mayores modos de entretenimiento.
Algunas leyendas no se van, Toy Story y los minions de Mi Villano Favorito siguen compitiendo por un lugar en el árbol.
Si se invirtieran los papeles y los papás pudieran este año volver a su dulce infancia, aquellas bicicletas, juguetes y patines que nunca llegaron conseguirían generar más ingresos que los de cualquier compañía de productos electrónicos. Para ellos el mejor regalo que pueden esperar este año no tiene costo: salud, amor, dinero y que sus hijos se encuentren sanos y se porten bien es lo que más esperan.
En cuanto a la manera de hacer llegar las peticiones a los Reyes Magos, las tradicionales cartas en un zapato bajo el árbol o enviarla por medio de Correos de México permanecen vigentes, pero ahora Melchor o alguno de sus compañeros deberán aprender a manejar Outlook o Gmail, ya que el correo electrónico es una nueva manera de hacerles llegar sus deseos.
Además de la lista de objetos a pedir, los niños tienen una gran variedad de mensajes para agradecer a quien una vez año le lleva alegría hasta su cuarto o sala, aquí algunos de ellos: “Gracias por los juguetes”, “Prometo portarme mejor este año”, “¿Por qué solo vienen una vez al año?” “Los quiero mucho”.
No importa el costo ni funciones de los regalos en cuestión, el fin es solo uno, alegrar a un niño con el pretexto de un obsequio, cambiar un juguete por una risa, observar sus nervios antes de ir a la cama y compartir su alegría al despertar.
Si hay una palabra para describir el día de Reyes es: complicidad. ¿De qué otra manera se puede explicar que miles de niños sigan durmiendo esperanzados, olvidando las noticias malas del día, los problemas familiares o las carencias de la que sea su vida?
Un acuerdo unánime, un secreto a voces que va más allá de los años y condiciones económicas, aunque las sorpresas que aguardan en la mañana no sean todas las que esperaban, alivio y satisfacción los invaden al ver que los reyes no se olvidaron de ellos.
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