Por: Redacción
La zona mineralizada de mercurio (Hg) de la Sierra Gorda de Querétaro, que abarca unos 400 km2, presenta altas concentraciones de este elemento al menos en la mitad de su superficie, revelan estudios de Gilberto Hernández-Silva, investigador del Centro de Geociencias (CGeo), campus Juriquilla de la UNAM, lo cual pone en riesgo la salud de los habitantes del lugar y además perturba suelos, cultivos y ambiente.
Durante ocho años, Hernández-Silva y su equipo, junto con el antiguo Instituto Geológico de Hungría y otras entidades (entre ellas el Centro de Ciencias de la Atmósfera de esta casa de estudios), analizaron el entorno de 150 bocaminas y observaron que las deposiciones de Hg se han extendido a suelos, sedimentos, sembradíos, biota, aire y lluvia.
Aunque hasta ahora no se ha encontrado afectación al agua potable, el riesgo en la salud de los pobladores existe, pues se registraron cantidades por arriba de lo permisible según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Norma Oficial Mexicana (NOM).
Por ejemplo, en suelos agrícolas se detectó un rango que va de 0.13 a 472 miligramos por kilogramo, cuando la NOM-2004 establece como máximo 25 mg/kg. El vapor de Hg en aire detectado fue de 5.3 a 415.8 nanogramos por metro cúbico, pero de acuerdo con la OMS-2004 las concentraciones aceptables deben ser menores a 10 ng/m3.
En granos de maíz, los rangos variaron de 0.04 a 0.90 mg/kg; para la ingesta, la OMS-2004 determina como máximo permitido 0.5 mg/kg. En los terreros de minas de cinabrio (mercurio en su forma natural) se encontraron variaciones de 2.4 a 4164 mg/kg.
Para la OMS, la exposición constante al elemento —en sus diferentes estados— tiene consecuencias serias en el organismo: afecta los sistemas nervioso, digestivo e inmunológico; sus sales son corrosivas para la piel, ojos y tracto gastrointestinal y después de la inhalación pueden observarse trastornos neurológicos y de comportamiento.
Cinabrio milenario
Hallazgos antropológicos y arqueológicos en Ranas y Toluquilla, dos ciudades emblemáticas de la región, muestran que en la época prehispánica diversas culturas utilizaban el cinabrio como pigmento para rituales, refirió Hernández-Silva.
A lo largo de la historia se modificó su explotación: una vez extraído el también llamado sulfuro de mercurio (HgS) se sometía a temperaturas altas —entre 400ºc y 600ºc— para recuperar el Hg en fase líquida, cuyas aplicaciones aún se usan en dispositivos de medición, lámparas, amalgamas dentales, productos farmacéuticos y cosméticos para aclarar la piel, entre otros.
En 1995 se suspendió oficialmente su extracción en la Sierra Gorda, pero se ha demostrado su persistencia en el ambiente después de decenas y centenas de años. “La contaminación se originó porque los desperdicios generados en la cocción del cinabrio eran depositados a orillas de las minas, al aire libre y los hornos empleados en esta actividad no cerraban herméticamente, por lo que los vapores escapaban”, explicó el experto.
El vapor de mercurio, cuya dispersión espacial depende de la temperatura, así como de la velocidad y dirección del viento, se transporta a grandes distancias antes de depositarse nuevamente en algún enclave del paisaje.
“Así, la contaminación se ha extendido a suelos y cultivos por las lluvias, viento y erosión; una vez en la superficie, el elemento es absorbido por las plantas, en este caso de maíz, lo que nos preocupa”. En consecuencia, prosiguió Hernández-Silva, los pobladores de la zona están en contacto con este metal por medio del aire, agua pluvial y de los sembradíos y ganado con los que se alimentan.
Información útil
Para entender la dinámica contaminante del Hg con los sistemas terrestres (suelo, agua, aire y ambiente), el universitario elaboró un mapa de dispersión en suelos, sedimentos y terrenos para proporcionar información útil a los tomadores de decisiones. En él se establecen cuatro regiones con concentraciones por arriba de 250 mg/kg: Azogues, Calabacillas-Santa Rita, La Lana y Ranas-Toluquilla, en un área de 175 km2, en el municipio de San Joaquín, Querétaro.
Además, se busca establecer una estación de monitoreo de emisiones de mercurio para evaluar las tendencias, niveles y pronósticos que sirvan para integrar información confiable, orientada a recuperar la calidad de vida de los habitantes de la región, concluyó Hernández-Silva.
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