Por: Redacción
Los destellos de rayos gamma o gamma ray bursts (GRBs) son los eventos más energéticos conocidos en el Universo. Aunque a ciencia cierta no se sabe qué son, se conoce que de repente explotan y que la cantidad de energía que arrojan es absolutamente increíble.
Su energía es equivalente a la que emitirá nuestro Sol durante toda su vida –10 mil millones de años–, pero con una duración de segundos, minutos u horas. Por eso, es posible verlos a distancias y tiempos tan lejanos como 13 mil millones de años, a sólo 500 millones de años del Big-Bang, cuando el cosmos era alrededor de 10 veces más pequeño de lo que es ahora. Por ello, también se usan como trazadores cosmológicos.
Un equipo internacional de investigadores, donde participa Xavier Hernández, del Instituto de Astronomía de la UNAM, desarrolló una nueva manera de usar las explosiones más poderosas del Universo, para calibrar su expansión.
Los GRBs pueden tener diferentes orígenes, por ejemplo, jets asociados a acreción sobre un hoyo negro producto de una estrella súper masiva que colapsa, dos estrellas de neutrones que chocan entre sí o una de ellas que cae en uno de esos agujeros. Y hasta ahora se habían estudiado en su conjunto, explicó.
Hernández, junto con el equipo de colaboradores que lidera María Dainotti, Marie Curie Fellow en la Universidad de Stanford, realizó un análisis que muestra que una población específica de esas explosiones puede ser utilizada para proporcionar una medición independiente en la escala de distancias cósmicas.
Dado que los destellos de rayos gamma son más brillantes que las supernovas, esta nueva técnica tiene el potencial para extender la “regla” cósmica a distancias mayores de lo que era hasta ahora posible.
El estudio del Universo muy temprano es fundamental para comprender los detalles de la evolución cosmológica, por ejemplo, las características de la energía oscura desde la época de la reionización (después de la época en que comenzaron a formarse las galaxias) hasta la actualidad.
Las dificultades de la medición
Si se conocen objetos muy alejados, a qué distancia se encuentran, y si se alejan o se acercan, se pueden usar para trazar la expansión del cosmos, yendo hacia épocas muy antiguas, abundó. “Eso, en principio, permitiría conocer de qué está hecho el Universo o cómo funciona la gravedad”.
No obstante, conocer el brillo intrínseco de los GRBs es complicado, y por lo tanto, se dificulta saber a qué distancia están. “Si en la noche oscura veo una lucecita, podría tratarse de un cerillo encendido a 10 metros, una linterna a dos cuadras o el faro de una moto a dos kilómetros”, explicó.
Si se sabe cuánto brilla intrínsecamente un objeto, comparándolo con su brillo aparente, se puede saber la distancia a la que se ubica. Por eso, se han tratado de hacer correlaciones para estimar el brillo intrínseco en función de que éste se correlacione con otra propiedad, por ejemplo, la duración; es decir, de cuánto brillo tuvo antier, ayer, hoy y mañana.
Así, se ha encontrado una tendencia a que los destellos que brillan más, duren menos, pero con mucha dispersión, es decir, grandes variaciones. A esto se suma que el origen de los GRBs es diverso. Por eso, estudiarlos en su conjunto era como tratar de correlacionar cuántas veces tose alguien por minuto, contra qué tan enfermo está, sin importar el motivo: alergia al polen, catarro o enfisema. Y aunque sí se presenta cierta correlación, de nuevo la dispersión sería muy grande.
En este estudio “lo que hicimos fue tratar de aislar un tipo específico de objetos”: los de mayor duración –por lo menos un par de días– para tener mayor oportunidad de darles seguimiento, los que no estuvieran asociados a supernovas y de los que se tuvieran los mejores datos, sin importar su distancia, para evitar sesgos observacionales.
Utilizaron los datos del satélite SWIFT de la NASA, que rápidamente apunta a distintas zonas del cielo y detecta los GRBs, y una muestra lo más homogénea posible, que se redujo de 170 destellos iniciales a sólo 42, “suficientes para comenzar a ver correlaciones entre distintos parámetros”.
Xavier Hernández y sus colegas descubrieron que mientras más energía suelta una explosión de rayos gamma en su primera fase, más le queda para las subsecuentes.
Así, entre más energético es el destello inicial, más energía hay en la siguiente fase. De ese modo, encontraron un “plano fundamental” con muy poca dispersión, donde tres parámetros muestran una fuerte correlación.
Eso, quizá, tenga que ver con que después de que la zona interna de una estrella colapsa y forma un hoyo negro, sus zonas más externas van cayendo durante horas al agujero, emitiendo radiación menos energética, en rayos X.
“Básicamente, la correlación que encontramos fue entre la duración total de la fase de brillo en rayos X, el brillo en esa fase y la intensidad del brillo inicial en rayos gamma”, abundó el experto.
Al medir cuánto dura el fenómeno, se podrá tener una idea de cuál es el brillo intrínseco; de esa forma, los GRBs se podrán usar como trazadores cosmológicos certeros, y entender mejor su origen.
En la obtención de los resultados de la investigación, aceptados por la prestigiada revista The Astrophysical Journal Letters, y dados a conocer por la NASA, también participaron Sergey Postnikov, quien realizó una estancia posdoctoral en el IA-UNAM, y Michal Ostrowski, del Astronomical Observatory of Jagiellonian University, de Cracovia, Polonia.
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